lunes, 13 de mayo de 2013

CUENTOS Y LEYENDAS

                     











  EL VENDEDOR DE SUEÑOS




En la última hilera, tras las grandes atracciones céntricas para el público de la enorme feria de la ciudad, se encuentran modestos artilugios para paseo y deleite de los más pequeños, puestos de turrones, golosinas, juguetes y apliques de distracción para los niños. Junto a uno de estos puestos se halla un  hombre alto, seco, de orejas abiertas como castañuelas, nariz aguileña y ojos pequeños, traviesos, alegres e intuitivos; lleva un traje de payaso y sonríe eternamente con sus labios pintados de azul celeste. Se cubre con un alto sombrero de copa y tiene a su lado un gran ramo de globos para regalar a los niños. Le llaman el vendedor de sueños, pero no es cierto del todo; el acepta cualquier moneda que, por voluntad, se pose en su cestillo recaudatorio a cambio de descubrir y realizar los sueños e ilusiones infantiles.
A ningún niño pasan desapercibidas las notas del acordeón de Rulfo y el movimiento sinuoso de su baile. Los niños tiran de las manos de sus padres y van formando un gran círculo en torno al foco que ilumina al curioso personaje. Es una noche fresca de verano, limpia y estrellada, la larga calle de la feria está abarrotada del gentío que camina y conversa alegre entre cientos de melodías de casetas y atracciones.

Igneo y Braulio son hijos únicos y pertenecen a distintas familias muy amigas entre sí, como así son los chicos. Braulio es más abierto y transparente, su ingenuidad infantil es más acusada que la de Igneo, tímido éste e introvertido, de grandes ojos analíticos que escudriñan el mundo exterior e interior de sus vivencias e ilusiones.
Braulio se acerca al vendedor de sueños y éste le besa la mejilla y le coge de una mano, preguntándole cuál es su sueño; el infante quisiera volar sin alas como un pájaro y dialogar con las estrellas sobre el universo, desconocido para los seres de la tierra. Rulfo le pide que cierre los ojos y ascienda en un vuelo mágico por el espacio, todos tenemos una estrella amiga en el firmamento y la tuya te protegerá y hablará un idioma comprensible sólo para ti; ella se mostrará más brillante que ninguna otra y será tu compañera y guía en la vida. Después abrió los ojos con un gran globo en la mano y miró fijamente a las estrellas; se sentía liviano, lleno de paz y de euforia; se abrazó a Rulfo y le dio un beso en la mejilla, agradecido. Al ver a su hijo tan alegre, sus padres ofrecieron dos monedas en voluntad.
Igneo, algo más cohibido, se atrevió a dar un paso al frente y lanzar sus sueños al viento de la noche y regalar los oídos de los presentes...Yo quisiera, comenzó, poder llevar alimentos a todos los niños de la tierra que no tienen nada que comer y no poseen ningún bien, excepto su propio cuerpo y el cariño de sus padres, ser su amigo y jugar con ellos sin dolor ni sufrimiento, cantar alegres canciones juntos que traigan la paz y la bondad al mundo y dialogar en un idioma universal con todos los seres de la tierra, incluidos animales y plantas, que se abra el cielo y podamos alcanzar el paraíso desde la vida sin pasar por la muerte horrenda y oscura.
Rulfo abrazó al niño con los ojos húmedos por la emoción y le dijo que abrazase su propio cuerpo con fuerza, pues en él estaba encerrada la más generosa y humilde dignidad que puede alcanzar el ser humano en la tierra y en el cielo, que cerrase los ojos y mirase profundamente dentro de su propio ser, deseando con todas su energía que sus nobles ilusiones se cumpliesen, y sin duda algún día vería hechas realidad, por la gracia que Dios le había otorgado.
Entretanto, Rulfo tocaba con su acordeón una melodía tan sensible y sobrecogedora, que entrelazó las emociones de los presentes, quienes se cogieron de las manos, imbuídos de un genuino deseo de amistad y afecto mutuo.
Igneo abrió los ojos con un brillo luminoso en su mirada, un globo en su mano y dichoso de ver ante sus ojos parte de su ilusión, las personas intercomunicadas en ese lenguaje universal e inequívoco del amor mutuo.

Aquel grupo se marchó y llegaron otras muchas familias con sus hijos, cuales tenían deseos e ilusiones variopintas, unas más materialistas, otras más espirituales, pero todas salían apuntando sus globos al cielo majestuoso de una noche de feria donde los sueños volaban libres por entre toboganes, tranvías, carruseles, circos, golosinas y notas de acordeón de un personaje inolvidable, el vendedor de sueños...







                                        LOS AMIGOS DEL BOSQUE





Amalia vive junto a su esposo y dos hijos,Nuria y Adelfo, en una pequeña aldea de cabañas circulares con techos cónicos, en un rellano natural cubierto de vegetación esteparia y florecillas silvestres, flanqueado a un lado por altas cumbres que forman un río de fluido manso y cristalino a cincuenta metros del pueblecito; al otro lado está delimitado por un amplio bosque de coníferas que posee un gran lago en su margen derecha, donde beben los animales para saciar su sed.
Pertenece a una región geográfica de largos inviernos fríos con abundantes nevadas y veranos cortos con temperaturas tibias de primavera. La ciudad más próxima, a quince kilómetros, está conectada a la preciosa aldea por medio de una calzada estrecha de asfalto mal aglomerado y repujado; por ella transita a diario el vehículo adaptado para nieve con los productos de primera necesidad, el pan, el pescado y la carne; los demás artículos de consumo se hallan en un pequeño establecimiento de comestibles situado en el pueblo, que junto a un bar y la modesta escuela conforman el triángulo de convergencia social.
El aserradero donde trabajan los hombres se halla ubicado en una zona próxima al río navegable para transportar en barcazas la demanda de madera por parte de la ciudad.
Sólo hay veinte niños en el pueblo, que asisten regularmente al colegio que regenta la señorita Delia, como una madre para ellos. Adelfo es un niño muy divertido, siempre alegre y amigable, pero algo travieso; padece una disfunción en el crecimiento de sus piernas, tiene una pierna levemente más corta que la otra y cojea algo al andar. Nuria es más introvertida y menos impetuosa que su hermano, aunque ambos tienen excelentes relaciones con sus compañeros de escuela y amigos, que son todos.
 En los días veraniegos, los niños suelen salir a la explanada junto al bosque y disfrutan viendo a los animales pasar a beber agua;antílopes, gacelas, conejos, osos, renos, alces, lobos, grandes tigres, además de innumerables aves y algunos reptiles.
Un día claro, despejado y bastante caluroso de verano, Adelfo, su hermana y tres amigos, decidieron, con gran riesgo de su vida, mientras sus padres estaban ocupados, internarse en la primera abertura del bosque; el olor limpio y fresco a resina, sinfines de pájaros entonando sus cantos de acogida, invitaban a los niños a seguir adelante, rodeados de gigantescos abetos de cuarenta metros de altura...De pronto, vieron aparecer una gran cabeza de tigre entre el follaje y poco después, varios más de una manada que andaba cerca; comenzaron a rugir enseñando sus afilados dientes. Los niños estaban cercados y aterrados por el miedo; se cogieron de las manos y se pusieron en corro de cara a los felinos, con los ojos muy abiertos, esperando el ataque final...
Observaron, con gran sorpresa, unos haces luminosos que salían de diversas partes del bosque, en dirección a los tigres; éstos quedaron paralizados, unos con las grandes fauces abiertas, otros con las patas delanteras levantadas y los menos con las colas en alto y en posición de marcha andante.
Entonces, aparecieron en aquél pequeño claro unas veinte criaturas saltarinas que calmaron al instante su miedo; tenían el mismo rostro esférico de un sol diminuto, brillante y de color blanco esplendoroso, con grandes ojos azules luminosos y una amplia sonrisa de ribetes multicolores. El resto de su cuerpo era elástico, con brazos y piernas muy flexibles, como de resina; eran de estatura algo menor que la de los niños, que tenían entre siete y ocho años.
Los saludaron y hablando como ellos preguntaron porqué se habían adentrado solos en el bosque sin permiso de sus padres; Adelfo contestó que querían descubrir los secretos y misterios que encerraba su interior, preguntando a su vez, desde cuando habitaban ellos allí.
Antes de que hubieran animales y plantas, contestó, nosotros vivíamos en grandes cavernas de la tierra; cuando surgió la vida, decidimos refugiarnos en los grandes bosques y ser sus amigos protectores; nosotros somos amigos de todos los animales del bosque, incluidos esos tigres, a los que debimos inmovilizar con nuestros poderes mágicos porque ya estabais muy asustados, aunque no os hubiesen hecho daño, ya que nosotros habíamos advertido a todos los animales de vuestra presencia amiga.

Ahora, le concedemos el movimiento y estos grandes tigres nos llevarán en sus lomos hasta nuestro pueblo de cabañas; en pocos minutos, los felinos, corriendo por encima del viento, sin pisar tierra, les bajaron en un amplio claro del bosque con una larga y ancha avenida de una especie de resina transparente, blanda y elástica, donde los cuerpos parecían andar flotando.
Aquellos amigos les mostraron sus cabañas compuestas de material resinoso que adquiría la forma que sus dueños deseaban en cualquier momento; las había en forma de flores gigantes, de troncos de árbol, de esferas, cónicas, en forma triangular, cuadradas, espirales...entraron los niños a las casas y es como si estuvieran dentro de organismos vivos; de sus paredes elásticas salían camas térmicas que los niños probaron y  sentían como aquellos colchones se amoldaban a sus cuerpos, arropándolos con un calorcito que invitaba a dormirse; en la cocinas de aquellas cabañas no había alimentos, aparecían por toboganes cuando sus dueños pedían lo necesario para comer y los alimentos se cocinaban solos, sin humo ni olores, sobre largos mostradores que aparecían junto a las sillas cuando los comensales pedían la comida. Es decir, aquellas casas eran como salones vacíos que se transformaban según el dueño quería una habitación y sus camas para dormir, una cocina para alimentarse o un gran salón con una gran mesa redonda y sus cómodos sillones para departir con sus amigos; era un mundo ideal, pues su amistad con toda la naturaleza y su propia magia les proveían de todos los alimentos que se posaban en una cámara debajo de sus viviendas, donde eran conservadas y servidas según sus necesidades.

Los niños comieron exquisitos manjares de frutos desconocidos para ellos y tartas deliciosas para chuparse los dedos. Descansaron juntos en una gran habitación de una cabaña con cinco lindas camas que les endulzaron un cálido sueño durante dos horas; cuando despertaron y salieron al exterior, sus amigos les habían preparado una sorpresa de despedida, pues los niños debían volver a casa con sus padres; los esperaban cinco caballos blancos como la nieve, de largas melenas, que doblaron sus patas para ser montados; subieron, y los caballos, cabalgando por el viento, llegaron a una gran plaza circular con una enorme fuente de nieve que expelía chorros en el aire dibujando plantas silvestres multicolores. A los cinco amigos les costaba trabajo creer lo que veían : multitud de sus amigos del bosque, gran parte de los animales del mismo y todos los grandes abetos próximos se inclinaron ante su presencia con un gesto de saludo; sus amigos del bosque desplegaron haces de luz de sus cuerpos con todos los colores del arco iris, dirigidos hacia el cielo, convergentes en un solo punto y formando un gigantesco techo multicolor cónico sobre la esponjosa plaza. Todos los seres allí reunidos comenzaron a bailar moviendo sus cuerpos suave y deliciosamente, mientras entonaban la canción del bosque, acompañada por la música que emanaba de todos los árboles, mientras ondulaban sus troncos y movían sus ramas con delicada armonía:
del bosque sale la paz, la armonía y la bondad, amigos del bosque somos, nuestro refugio, nuestra morada y sustento;
a él debemos la vida, la convivencia en el pacto de mutua lealtad, la savia de su vida es la fuente de nuestra existencia y aliento;
paraguas de nieve, de lluvia  y de viento, amparo de libertad.
Los leñadores oyeron desde los límites del bosque una música celestial que enternecía su espíritu y despertaba sentimientos de amor y de paz.
Cuando todos se habían despedido, uno de los amigos del bosque les indicó a los niños que se calzasen unos botines de resina blanda y transparente, que los llevarían en pocos minutos y volando por el viento, a la salida del bosque; allí deberían soltar los botines y ponerse sus calzados; Adelfo perdería su disfunción y  dejaría de cojear; también les comunicó que la aldea de cabañas sería protegida de las grandes nevadas por haces térmicos invisibles que ellos dirigirían desde el bosque, fundiendo la nieve de sus techos y calentando sus hogares.
Les aconsejó que no contaran nada de lo sucedido a sus padres y lo guardasen como un secreto de amigos, que no volvieran al bosque hasta no ser adultos, pues sus padres no lo consentirían siendo niños; si lo hacían cuando fuesen mayores, debían pronunciar en voz alta la frase: quiero saludar a mis amigos del bosque; entonces nosotros saldremos a daros la bienvenida.
Aquellos seres les dieron un dulce beso a cada niño para despedirlos y ellos salieron volando con la alegría en el corazón y la dicha en su espíritu, sabiéndose amigos y depositarios de la confianza y lealtad de seres tan increíblemente maravillosos.
Dejaron los botines a la entrada del bosque y salieron al claro de la explanada; entonces comprobaron con asombro que no había pasado el tiempo, sus relojes marcaban la misma hora, las cuatro de la tarde, que cuando entraron; al llegar a sus viviendas, sus madres estaban atareadas en sus mismos quehaceres y no habían notado su ausencia.
Aquél invierno cayó una gran nevada de grueso espesor...Las cabañas y toda la explanada del pueblo, incluyendo el camino de acceso desde la ciudad, estaban limpios de nieve. Nadie de la ciudad ni del pueblo entendía aquél extraño fenómeno, excepto los cinco niños, que se guiñaron cómplicemente el ojo en la placita del pueblo. Los padres de Adelfo y toda la vecindad, se preguntaban atónitos cómo aquél niño había dejado de cojear milagrosamente desde aquella misteriosa tarde de verano...







                                      LA CIUDAD SUBTERRÁNEA





Adela y su esposo salieron aquella mañana de mayo, a las once, junto a sus hijos Nelia , Javier y todos sus amigos, hacia un destino muy apetecible en la primavera; la celebración de una comida campestre en medio de una extensa arboleda de encinares, rodeados a su vez de amplias plantaciones de olivos.
Era el cumpleaños de Nelia y se reunieron unas diez familias con sus hijos pequeños, cuales ayudaron a descargar todos los enseres de mesas, sillas y menaje para distribuir los entremeses y preparar una gran paella. Formaron varios columpios con cuerdas atadas a las ramas de los árboles para esparcimiento de los niños.Estos empezaron a jugar en los columpios, cogiendo florecillas del campo, entreteniéndose al escondite entre los árboles; Javier y otros dos niños avistaron un perrito pequeño y solitario entre los arboles y decidieron buscar su amistad, siguiéndole por las encinas, silvando para llamar su atención; el perrito, que había sido abandonado, miraba hacia atrás desconfiado y los niños lo seguían corriendo; tropezaron con unas piedras que había entre la maleza y fueron a caer a un gran hoyo abierto en el suelo y tapado con enredaderas. Fueron deslizándose por el interior del hoyo, con pendiente inclinada, hasta chocar con sus piernas en lo que parecía una puerta circular labrada con exquisitos dibujos: cuando alguien abrió aquella puerta y descubrieron su interior, creyeron haber entrado en otro mundo distinto del real que ellos conocían; en un gran rellano había una plataforma semicircular con un ascensor de mármol, cubierto en su interior de piedras preciosas y dos seres en forma de estalagmitas, de cristal líquido, sin pies, que se desplazaban flotando por el suelo y unos brazos finos, manos pequeñas y cabeza triangular con dos ojos refulgentes, boca redondeada y cuello muy corto; eran muy cariñosos y afabes, de la estatura de un hombre común, y transmitían una confianza y sosiego interior que invitaba a seguirlos.

Los niños bajaron con ellos en ascensor y salieron ante la entrada de una inmensa ciudad que se perdía en el horizonte de sus miradas; casas todas triangulares de roca cristalina con tres lados diferenciados, en la parte frontal estaba la puerta y en las dos caras posteriores grandes ventanales.
El pueblo estalagmito recibió a los niños en una gran plaza triangular con una fuente de la misma forma, cual expelía chorros de agua pura y cristalina que manaba del interior de la tierra.
Aquellos extraños seres los saludaron con alegría y los invitaron a conocer su gran urbe con largas avenidas de mármol blanco y un techo tan alto como las nubes del cielo,todo lleno de estalagtitas colgantes que desprendían un resplandor de múltiples coloridos y alumbraban toda la gran ciudad.
Las grandes casas, en su interior, estaban así mismo iluminadas por estalactitas y en su centro de salón disponían una pequeña fuente de la que partía el agua necesaria para todas las necesidades de la casa.
Ésta estaba forrada en su interior por láminas compactas de roca cristalina, los polletes de sus cocinas eran de mármol blanco y las mesas y sillas eran de un oro puro brillante que apenas pesaba cuando cogieron las sillas para sentarse; los asientos de éstas eran de un cristal líquido envolvente que se adaptaba perfectamente al cuerpo, adoptando la temperatura de éste.

Allí se respiraba un aire limpio, impregnado de esencias de eucalipto, pues sus conductos externos, que recogían el aire del exterior, era depurado en bosques de estos árboles.
Los niños estalagmitos, al salir del colegio, los saludaron como si fueran de su misma especie y los invitaron a jugar con ellos por las numerosas plazas de la ciudad y por la periferia de ésta, donde se encontraban toda variedad de rocas de la naturaleza, incluido oro puro y piedras preciosas; ellos las cortaban con un fino haz de láser que salía de sus dedos, las hacían piezas pequeñas con las que hacían edificios maravillosos en las que entraron a contarse cosas de sus mundos: Javier preguntó a uno de ellos ¿ vosotros desde cuando estáis aquí y como formasteis esta inmensa urbe?
Nosotros formamos una civilización antes de que surgiera la vida en el exterior del planeta y hemos visto muchas especies nacer y extinguirse por sus propia ansias de dominio sobre otras.
Hubo, hace mucho tiempo, una gran civilización llegada de otro planeta, que destruyó casi toda la vida sobre la tierra mediante una guerra con armas muy potentes que hicieron temblar los cimientos de nuestro mundo; vosotros sois los supervivientes de aquella especie, no pudisteis volver a vuestros orígenes en el universo porque no disponíais de los medios tecnológicos suficientes. Ahora, que poseéis algunos de ellos, estáis tratando de rebuscar en vuestras raíces y no deberíais hacerlo, porque este pequeño planeta fue escogido por Dios, a quien vosotros creéis de una forma y nosotros vemos realmente de otra, pues está presente en cada ser existente que él creó; los que se mantuvieron leales a sus principios de amor, paz e igualdad, que son nuestros valores y vosotros podéis observar, mantuvimos los poderes que de él emanan para sustento de nuestra vida y protegernos de los seres que han transgredido dichos principios. Nosotros, junto a otras civilizaciones existentes en la tierra, que vosotros no podéis ver, velamos por que el equilibrio natural se mantenga; pero no podemos actuar contra nadie, aunque disponemos del poder suficiente, pues nuestros principios adquiridos no lo permiten. Ha de ser el propio creador quien restablezca el equilibrio de especies o ecosistemas que opten por violar, con su egoísmo o ambición, las reglas predeterminadas.
Vuestra especie esta comenzando a resquebrajar los límites de permisión, y habréis de ser vosotros, los niños, quienes reconduzcáis a vuestra civilización a la armonía, la equidad, la bondad y la paz que os permitan seguir existiendo junto a civilizaciones como la nuestra. Aquí, no hay nadie superior a alguien y los bienes que la naturaleza otorga están al alcance de todos por igual, vivimos dichosos en nuestro estado natural y no requerimos más de lo que poseemos. Somos felices y damos las gracias a Dios por el don de la inmortalidad, pues aquí no necesitamos de la procreación; los ancianos pasan a ser niños, a la vez que éstos vamos madurando hasta convertirnos en ancianos y comenzar un ciclo interminable; nuestra sabiduría tiene un límite, el que Dios nos ha concedido y, con ella, poseemos el suficiente margen para desarrollar todas las capacidades y el potencial necesarios para haber alcanzado la dicha eterna sin cansarnos nunca de ella.
Javier preguntó ¿ por qué creéis que Dios ha escogido a los niños de nuestra especie para transformarla y hacerla digna ante sus ojos? ¿ me podéis decir vuestros nombres?
Estalagmito contestó: los niños sois los más limpios de espíritu y es más fácil que impregne en vosotros la bondad y la humildad, necesarias para alcanzar los otros valores, antes de que los adultos os inculquen el hábito de la vanidad y la ambición. Nosotros no tenemos nombres porque somos la misma civilización desde los orígenes remotos en que nuestra especie dejó de procrear para convertirse en eterna e inmutable. Nos conocemos por un simple signo mental y hablamos con el pensamiento, a excepción hecha con vosotros por nuestra sabiduría sobre todos los seres que habitan la tierra.
Ahora, añadió, os pido que no contéis nada de lo que habéis visto u oído de nuestra civilización, aunque lo guardéis como un secreto que os servirá para vuestras vidas, allá arriba; vuestros padres, si os notan desaparecidos, se preocuparán mucho, así que os indicaremos el camino al exterior; entraron en un ascensor transparente, desde donde sus cuerpos desaparecieron y aparecieron en el lugar donde estaba el perrito, que ahora sí acudió a su llamada. Los tres niños recordaban todo lo sucedido, el socavón había desaparecido, pero ellos pusieron unas manos sobre otras, mirando hacia la tierra y juraron un pacto de lealtad y silencio. Sus padres estaban en sus quehaceres  y no habían notado su ausencia. El reloj marcaba la una, la misma hora que cuando cayeron en la cueva, donde el tiempo no había transcurrido...







       

                                            EL ESPACIO  INVISIBLE




Aquella mañana de noviembre, Belinda y Amando salieron de su vivienda y se dirigieron en su vehículo al pueblo más cercano, a dos kilómetros de distancia, con el fin de proveerse de víveres en el supermercado de dicha localidad. Hacía un día de ventisca fina, muy húmeda y fría, el cielo estaba encapotado y se esperaban algunas lluvias. Los dos hijos del matrimonio, Aranda y Fenio, se quedaron aquel sábado en casa, jugando mientras sus padres volvían; tenían ocho y nueve años respectivamente y ambos discutían porque querían ver diferentes programas televisivos; la niña, una serie de dibujos animados y él un reportaje de fútbol de la semana. Ambos decidieron apagar la tele e inventar algún juego divertido; el aire soplaba con fuerza y ahora se oían con claridad la agitación de la arboleda del huerto y el ganado de treinta ovejas, que se mostraba muy alterado, poco común, pues el establo se mantenía siempre  manso y silencioso; las hojas caídas y ramillas pasaban ante los cristales sobre veloces torbellinos de viento.
El instinto de los niños mostraba un leve desasosiego, pero era una casa aislada en la que los sonidos exteriores encontraban un buen eco y sus moradores estaban acostumbrados al fuerte empuje ventolero.
Los niños idearon un juego para entretenerse y desterrar su inusitada inquietud: debían poner las cuatro palmas de sus manos unidas y mirarse fijamente a los ojos; por orden alternativo, uno intentaría permanecer serio mientras el otro hacía gesticulaciones con todo el rostro incitándole a la risa; si sonreía, había perdido un punto respecto al otro; así, hasta diez puntos.
En medio del juego, oyeron fuertes estampidos de los truenos en el cielo y del granizo del tamaño de canicas que golpeaba el tejado, cristales y puerta; se separaron instintivamente de la ventana cogidos de la mano; tras el granizo comenzó a caer una lluvia torrencial que impedía ver a más de tres metros de distancia.
El arroyuelo que pasaba cerca de la casa crecía hasta desbordarse y la explanada de la vivienda comenzó a inundarse, de modo que el agua entraba por la puerta; los niños, con el pánico en su garganta, decidieron salir de la casa y correr a una colina próxima; al abrir la puerta entró una tromba de agua que los tumbó contra el suelo; al levantarse, el agua les llegaba al pecho; cuando intentaron salir de la casa, un gran torrente los envolvió en la corriente que iba directa a un gran río.
Sin soltar sus manos gritaban mientras tragaban agua barrosa, muy turbia; el ganado y los establos iban corriente abajo...
El tiempo se detuvo unos segundos, el torrente y los niños quedaron inmovilizados en el espacio; dos pequeñas esferas bajaron desde desde una nave globular nodriza situada encima de una de las colinas que delimitaban el flanco derecho de la vivienda; una vez recogidos, fueron trasladados a la nave, que se dirigió a su destino, la estratosfera terrestre; allí se posó sobre el vacío y los niños fueron trasladados a un hospital, donde fueron tratados para limpiar sus pulmones de agua y barro y volvieron a la consciencia. Cuando abrieron los ojos creyeron estar en cualquier hospital provincial de la tierra; los médicos tenían rostro humano y bata blanca; lo extraño eran las pocas personas que había dentro del hospital y fuera en la calle, pues allí no había paredes, todo era transparente e intercomunicado. El médico los saludó cariñosamente y, ante sus miradas de sorpresa, les explicó que estaban en una amplia región superior de la estratosfera terrestre, el espacio invisible, correspondiente a su civilización. Los seres humanos y todo lo material que ellos veían en su entorno era una mímesis de la vida en la tierra, pues ellos y el espacio que ocupaban era realmente invisible al ojo humano, sólo entre ellos podían reconocerse en forma de cuerpos energéticos puros; así, el médico desapareció y apareció ante sus ojos sorprendidos para corroborar lo que explicaba.
Hemos salvado muchas vidas en accidentes, inundaciones, terremotos, guerras humanas...pero hemos de hacerlo con mucha discreción, pues los seres humanos solo aceptan aquello que son capaces de comprender; lo que no, lo envuelven en el manto del azar o tratan de descifrarlo científicamente, y sería un inútil intento, su acceso a nuestro mundo.
Vosotros habéis sido escogidos para que conozcáis nuestra región, que ocupa toda la estratosfera terrestre, aunque , como sabéis, desde abajo lanzan cohetes, satélites y tienen una estación espacial; a nosotros no nos afecta porque nuestros cuerpos pueden atravesar o ser atravesados por cualquier materia sólida sin sufrir la menor alteración; nuestro espacio y nosotros mismos somos inexistentes para la materia; nosotros recibimos toda nuestra energía directamente del sol sin que nos dañen sus radiaciones como sí ocurre a vuestra especie; nuestro mundo es de ideas más que de hechos y realidades materiales; no necesitamos vestidos, calles ni estructuras de ningún tipo; somos seres inmortales, y cuando comience a agotarse la combustión solar nos desplazaremos a otro sistema planetario. Entretanto, quisiéramos hacer algo por vuestra civilización, pues estamos viendo inútiles ambiciones materiales, crueldades e injusticias contra seres inocentes.
Nuestros principios no nos permiten intervenir directamente en la evolución de ninguna civilización, pero sí podéis hacerlo vosotros, los niños, limpios de corrupción, e ir sembrando paulatinamente los valores de la bondad, la justicia, la equidad y la paz, que os conviertan en una especie, digna para alcanzar el grado de inmortalidad que poseen las grandes civilizaciones que desconocéis.
Como podéis observar, nuestro mundo es de vacío absoluto y nuestro sentido de la existencia es de equilibrio, armonía y dicha vitales inagotables; poseemos el máximo grado de espiritualidad sin ninguna carga o dependencia material.
Ahora, la nave que idealizaré para poder transportar vuestros cuerpos, nos llevará a la tierra y daremos una vuelta por el mundo y después os dejaré en vuestra casa.
Aranda preguntó ¿ nosotros no podemos llegar a tener un cuerpo de energía pura igual que el vuestro?
Cada ser vivo, cuando agota su ciclo vital, alcanza la espiritualidad cósmica, pero si una civilización alcanza el  suficiente grado de pureza espiritual, puede permanecer invariable eternamente, pues ha logrado en existencia lo que de otro modo sólo alcanzaría tras la muerte.
Quiero decir que, niños como vosotros, ya estaríais rozando la gloria de la eterna dicha si no fuera porque en vuestro desarrollo os pervierten esa espiritualidad, casi pura en el momento de nacer.
Fenio contestó: aunque no hallamos entendido a la perfección, hemos intuido la significación, así como intuimos que aquella tormenta de la que nos habéis salvado, tenía algo peculiar, transmitía una gran potencialidad.
Dieron la vuelta al mundo a velocidad increíble, viendo los continentes, los océanos, los recortes costeros, las grandes ciudades, unas iluminadas en la noche y otras a plena luz solar; le rogaron a su amigo que se mimetizase en humano para darle dos fuertes besos y bajaron de la nave cerca de la casa; dijeron adiós con sus manos a su amigo y comprobaron que su casa y ganado estaban intactas y sus padres no habían llegado; cuando poco después consiguieron alcanzar la vivienda entre las anegaciones producidas en toda la región, observaron con sorpresa que sus hijos estaban sanos, salvos y jugando al juego de la risa...




   
                                             
 

                                            UN DÍA FELIZ




Aquel día del quince de abril, el autobús escolar salió en dirección a una excursión campestre; se bajaron treinta alumnos y su maestra, en un páramo cubierto de florecillas silvestres y arboleda para tomar la sombra si apretaba el calor. La maestra iba delante y los niños la seguían en procesión, hablando de sus venturas y desventuras, de sus secretos, sueños e ilusiones infantiles. La temperatura ideal, el cielo claro y limpio, animaban la euforia y desataban el deseo de esparcimiento, juego y diversión; comenzaron a formarse grupitos de amigos y amigas por separado; la maestra les indicó un lugar adecuado en una amplia explanada sin árboles para que desenvolvieran su libre potencial de creatividad e imaginación. Escuchaban el alegre trinar de los pájaros, dilataban las aletillas de su nariz percibiendo aromas exóticos, entremezclados, sueltos y potentes, minúsculos y embriagadores; miraban con agudeza cada destello de vida natural, cada matiz llamativo de árboles y plantas, se fundían con el campo y éste se entregaba a ellos sin tapujos ni secretos, en todo su esplendor...
Todos acudieron a la llamada de un compañero: mirad, aquí hay unas hermosas y grandes flores silvestres que se mueven por sí mismas y tienen una especie de apertura central que habla, pues yo he oído un sonido. Aquella gran mancha de flores, comenzó a mover sus tallos deliciosa y armónicamente, emitiendo unos sonidos musicales que armonizaban con el momento , lugar y los oídos predispuestos de los chicos. La canción de acompasamiento salió de los labios de los niños de forma espontánea y a coro, como si hubiese sido ensayada:
libertad a los niños de la tierra, libre su corazón; emancipemos su alma de la esclavitud, opresión , de la violencia y la vejación, cantemos por los niños abandonados, huérfanos de padres, huérfanos de vida,  entonemos el himno de la verdad, niños pobres, curtidos por el trabajo de explotación, niños que pasan hambre, que mueren a causa de ella, niños que han perdido su destino, su alma llevan a cuestas y el corazón partido de dolor, niños que se arrodillan, que elevan su mirada al cielo, pidiendo justicia universal.
Los niños aplaudieron unánimemente junto a la maestra y las flores propusieron el juego del baile de la china: debéis coger una china del campo, dijeron, y  formar todos un corro, pondréis las manos extendidas hacia delante y uno de vosotros, tendrá en sus manos la china, que la iréis pasando de unas manos a otras, dentro del grupo, mientras un chico o chica queda fuera del corro y va cantando números...1,2,3,4,5; en cada número cantado se pasará la china a manos del compañero; cuando el cantador de números decida, al azar, cantar un número en voz bien alta, por ejemplo !quince¡, se descubrirán las manos y quien tenga la china en aquel ,momento en su mano, deberá salir del grupo; así, sucesivamente, irán saliendo chicos del corro conforme le pille con la china en la mano cuando se cante el número en voz alta, de modo que el ganador será aquél que se haya quedado el último sin china en la mano; todos debéis aplaudirle unánimemente como el triunfador.
Los chicos jugaron aquel juego mientras la maestra hizo de cantora de números y los participantes se mondaban de risa nerviosa por temor de ir saliendo del corro como perdedores. Fue un rato entretenido y los niños se pusieron a merendar junto a la maestra y las flores. Éstas entonaron nuevas y alegres melodías mientras movían sus ágiles cuerpos y sus pétalos en una sincronía maravillosa; los niños gritaron exclamaciones de admiración y aplaudían sonoramente, mientras las flores se inclinaban con humildad y agradecimiento.
Los pájaros, las liebres y conejos, los perros que andaban sueltos, se habían sentido atraídos por el jolglorio y miraban curiosos, con ojillos vivaces y admirados por el espectáculo de aquel día especial en el remanso ideal de fusión con la naturaleza.

Las flores habladoras parecían no querer darle un minuto de descanso a los niños y propusieron otro juego, el juego de actores.
Todos los niños, sentados en corro, sería actores y espectadores sucesivamente, pues mientras uno de ellos se colocaba en el centro del grupo, de pie, con sus mejores dotes de actor, debía crear escenas en solitario, comunicando la acción que quería transmitir, sin hablar, solo gesticulando con su cuerpo, manos y rostro, reflejando la mejor escena cómica; por ejemplo, podía interpretar que estaba poniendo una bombilla con el cuerpo inestable sobre un banquillo imaginario, que resbalaba y caía haciendo gestos de dolor; los demás niños valorarían la escena con la mínima, media o máxima intensidad de aplauso; aquellos finalistas que hubiesen recibido mayores aplausos  se presentarían con nuevas comedias y sería seleccionado un solo ganador, que recibiría la ofrenda de flores y obsequios imaginarios y un clamor unánime de reconocimiento. Todos los niños habrían sido, así, jueces y actores, sabiendo ponderar mejor su evaluación. Este último juego llenó de más entusiasmo a los chicos, pues ponían en una balanza sus propias cualidades en relación a las ajenas, sin mostrar el más mínimo atisbo de envidia, pues allí cada cual ponía lo mejor de sí y siempre era merecedor de aplauso, mayor o menor, pero siempre reconocido.

Las flores, exultantes como los niños, propusieron un nuevo juego cuando el sol estaba próximo a caer en el horizonte: el de la palabra mágica.
Los niños, situados en corro, de pie o sentados, debían pronunciar por orden de uno a uno, la palabra más atractiva para ser votada; en esta ocasión, la palabra mágica más valorada  debía ser votada por unanimidad. De este modo, los niños comenzaron a exteriorizar vocablos como amistad, mar, cielo, estrellas, sinceridad, bondad, generosidad, amanecer, amor, padres, belleza...
Las primeras expresiones alcanzaron alto grado de consenso, pero como luego venía otra nueva selección con nuevas palabras de los más votados, los niños se iban adentrando cada vez más en su simbolismo implícito y sus ramificaciones emotivas y afectivas, así que cada vez pensaban más antes de levantar la mano por una u otra. Exigieron ya, más que la belleza en la forma, el contenido simbólico más profundo, capaz de seducir su sensibilidad sentimental.
Una de las más votadas por unanimidad, frente a otras que salieron eliminadas , fue la de maestra; fue aclamado y aplaudido quien la había pronunciado, mientras la joven profesora estaba preparando la vuelta de los chicos a la ciudad, con el conductor del autobús; así que no fue elegida para halagarla, por estar ausente. Su expresión significaba para todos los niños buena educadora, responsable, amiga, compañera de juegos y ejemplo a seguir. Cuando la maestra indicó que debían marcharse, pues el sol estaba besando el horizonte, los niños se abrazaron a ella con gesto de cariño y rogándole que los trajera próximamente al campo; ella les prometió la vuelta si cumplían con su plena responsabilidad de alumnos, dieron su palabra a la profesora y a las flores violetas de visitarlas en breve, firmes en cumplirla; se despidieron de ellas y éstas correspondieron con una alegre melodía de despedida...
En tiempos de sequía, los propios padres de los niños venían a regarlas, abonarlas y mantenerlas durante todo el año para limpiarlas de malas hierbas y plagas de hongos e insectos. ! feliz día¡
  







                                      MIS AMIGOS DEL MAR




Sus padres estaban jugando al ping- pong, junto  a su hermano, en la orilla del mar, aquel mediodía de agosto. Amibia los miraba intercambiarse golpes de pelota con sus raquetas de madera y sentía el sonido del peloteo, el calor agobiante de la brisa, miraba el trasiego de la gente pasear de un lado a otro cerca de la orilla, marcando sus efímeras pisadas sobre la esponjosa arena que las olas lamían incansables, a los niños con sus cubos y paletas construyendo promontorios y castillos con almenas, murallas fortificadas y acequias para regarlos, sentía un agua transparente acariciando sus piernas, observaba atenta los lejanos barcos tronando sus sirenas y un horizonte de mar y cielo convergiendo en un beso extenso, uniforme, limpio y profundo...
La gente, adultos y niños se lanzaban traviesos y juguetones a unas olas calmas y seductoras, chapoteaban y nadaban, suspendiendo al viento cascadas de agua destellantes bajo unos rayos solares que picaban en la piel...
Amibia, de tan solo siete años, se lanzó al agua sin saber nadar y braceó mar adentro; sentía la invitación del mar a seguir hacia delante y su cuerpo disfrutaba de las suaves mecidas de las olas.
La playa estaba abarrotada, la niña seguía hacia dentro flotando sobre una corriente cálida que se desplazaba hacia el interior marino; cuando quiso volver, estaba agotada; chapoteaba contra corriente y sus brazadas descompasadas la fueron hundiendo bajo la superficie.
Sin alientos para gritar, se sumergió en el agua y observó que una gran burbuja de aire la absorbía, introduciéndola en su matriz y trasladándola a gran velocidad bajo el mar. Su miedo había desaparecido; sintió su cuerpo relajarse y respirando un oxígeno puro y fresco que descongestionó su nariz y pulmones del agua inhalada. Una fuerte somnolencia se apoderó de ella y quedó dormida...
Al despertar observó que estaba en un cómodo sillón de corales y avistó una gran cúpula celeste de cristal que se perdía en un lejano horizonte. A través de ella podía observarse el fondo del mar, por medio de unas luces que desprendía aquella enorme estructura; ella lo observó todo desde una habitación sin techo, de estructura cristalina azul y una gran ventana que daba al exterior de una amplia plaza circular de la que partían largas avenidas con grandes viviendas de una sola planta, todas azules, circulares y sin tejado.
Los primeros seres que ella vio entrar a su habitación eran dos niños y dos niñas, diferenciados por una pequeña coleta dorada de ellas en la parte trasera de sus cabezas y por la diferente tonalidad de sus voces. Estos niños, los más bellos que ella hubiera imaginado nunca, tenían una anatomía elástica de color marfil, sin ropas artificiales, de una piel suave y tersa como la de los delfines; de estatura similar a la suya, poseían un cuerpo muy delgado y esbelto, tronco cilíndrico, con brazos y piernas de igual forma geométrica y sus respectivas articulaciones; manos terminadas en tres dedos y pies delgados y sin apéndices, cabeza alargada, redondeada, sin orejas, con dos bellos ojos azules intensos, nariz muy pequeña y abertura bucal en forma de media luna, con unos pequeños dientes muy blancos, brillantes y una sonrisa celestial.
Ellos la saludaron en su mimo idioma, pues tenían un traductor mental que descifraba cualquier significación simbólica hablada; los niños conocían la vida terrestre porque su civilización tenía un gran radar submarino que recogía imágenes y sonidos a través de la energía solar y sus hondas por medio de un complejo sistema de procesamiento de señales en una gran central que hacía posible auscultar el mundo de superficie.
Le contaron a la niña que ellos llegaron aquí desde otro planeta de similares características al terrestre y habían construido una superestructura submarina para protegerse de los impactos de grandes asteroides  sobre la superficie terrestre y de las inhabitables condiciones atmosféricas cuando ellos llegaron; les presentaron a sus padres, de similares características a los niños y éstos se mostraron muy amables y cariñosos, diciéndoles que le mostraran a la niña su ciudad y jugaran con ella.
Cuando salieron al exterior de la gran urbe, la niña quedó sorprendida por la gran luminosidad y las grandes plantas de corales a ambos lados de las calles; subieron a un vehículo en forma de canoa, espacioso, de un material blando y confortable; era teledirigido desde la mente por un navegador incorporado en el interior de la parte delantera y flotaba sobre un suelo también cristalino y magnetizado. Los niños llegaron a una gran plaza, donde caminaban multitud de viandantes que se saludaban entre sí con gestos leves de sus dedos; a nadie causaba sorpresa la presencia de Amelba, como si fuera una más de ellos. Se acercaron a un gran parque repleto de árboles bellísimos que movían sus hojas esféricas y de plantas multicolores que emitían melodías deliciosas mientras los niños se aproximaban a la atracción principal: esferas multicolores, donde ellos se subían por medio de una abertura central y se cerraban herméticamente; eran de dos plazas y tenían una amplia ventana frontal; Amelba se subió con una compañera y se reían divertidas mientras el globo ascendía y se movía a voluntad del pensamiento o de voz de los niños; la amiga de Amelba le pidió que condujera ella la esfera y tomase la dirección que deseara, pues el espacio celeste era amplio y había pocos globos, por encontrarse los niños en los colegios, aunque ellos tenían este día libre para dedicarlo a su amiguita terrestre.
Así que Melba pensó que le gustaría ver más de cerca la cúpula celeste y el vehículo ascendía a gran velocidad sin que ellas sintieran vértigo ni mareos; cuando estuvieron cerca de la gruesa capa cristalina, Melba pudo observar las profundidades marinas, donde había elevadas cordilleras y superficies llanas igual que arriba en el exterior, inmensos bosques de plantas desconocidas y una forma de animales submarinos sorprendentes en aquellas profundidades: enormes peces barbudos transparentes, pequeños pececillos de color marfil; estructuras anatómicas, casi todas, de color muy claro o transparente, en formas espirales, semiesféricas con muchos tentáculos, en forma de aros con múltiples membranas vibrantes, amebas gigantescas que intentaban adherirse al cristal y eran repelidas por la protección magnética de la cúpula...Todo ello observado gracias a potentes focos instalados en el interior que alumbraban varios kilómetros de distancia; enormes peces culebra y otros de forma reptiliana con grandes dentaduras, peces en forma de lámparas, de redes para capturar a sus presas...
Su amiga le indicó las enormes esferas que iluminaban, como si fueran pequeños soles sin molestar la vista, toda la extensión habitable de su civilización. Viajaron por encima de otras ciudades diferentes a la suya y observaron grandes torres cristalinas que emitían señales luminosas, siempre amplias avenidas y casa de cristal azulado, enormes fuentes térmicas que mantenían la temperatura de aquél espacio maravilloso y grandes congeladores en la periferia de las ciudades que albergaban el pescado y los frutos de los grandes bosques del extrarradio.
Todos sus habitantes, excluídos los niños, colaboraban en la crianza y mantenimiento de aquella fauna marítima y flora, albergadas en el interior de enormes viveros de peces de todo tipo, además de grandes canales para árboles con agua de nutrientes marinos, que recibían la luz de energía similar a la solar, emitida por las grandes esferas cupulares.
Quienes no se ocupaban de estas tareas, lo hacían en las labores de mantenimiento de la superestructura; los niños aprendían en el colegio estas dos tareas esenciales de mantenimiento y se preparaban para acometer, en cursos superiores, especializaciones tecnológicas diversas, pues la educación y sus valores los recibían genéticamente; tenían una vida media de unos quinientos años y sus natalidades estaban controladas por regulación genética, así que siempre tenían la misma demografía.
Cuando las dos niñas se cansaron del viaje, descendieron y fueron a visitar, los cuatro niños, junto con Melba, un colegio público de enseñanza; la maestra les concedió la tarde libre y todos los niños saludaron a Melba con gran alegría; les parecía una niña muy simpática y cariñosa; todos querían jugar con ella a los juegos de su mundo y les enseñó algunos muy entretenidos y antiguos como la rueda de la patata, el escondite, el veo veo, varios bailes infantiles de agilidad física...
Melba almorzó en la casa de la familia de sus amigos y paladearon deliciosos manjares de pescado, frutos de todo tipo y tarta deliciosa.
Los adultos le dijeron a la niña que debían despedirse porque, aunque aquí el tiempo era muy lento, sus padres estarían preocupados buscándola y le regalaron un anillo de cristal de oro irrompible para que tuviera mucha suerte y felicidad en su vida. Los niños se besaron con lágrimas en los ojos y Melba fue subida en una esfera especial que salió por una escotilla de la estructura y trasladada a la playa; el padre de sus amigos le indicó que saliera nadando tranquilamente hasta la orilla, pues había estado en la ciudad del mar y de allí había salido con las cualidades del mejor nadador de la tierra; así fue, Melba se despidió y salió nadando hasta la orilla igual de ágil y graciosa que un delfín; sus padres habían estado buscándola porque no la veían cerca; cuando la vieron, estaba en la orilla y dijo que había ido a dar un paseo. No les contó a sus padres su experiencia porque no la creerían y asimilarían como sueño infantil. su anillo era parecido a los otros muchos de bisutería que ella tenía, así que pasó desapercibido.
Pasados unos años, sus amigos seguían comunicándose con ella en secreto por medio de aquél mágico anillo para felicitarla por sus triunfos en los grandes torneos de natación y enviarle saludos cariñosos...






                                           LOS COPITOS



Mari Carmen y Yackeline viven con sus padres en dos viviendas, delimitadas en su perímetro por un amplio jardín de cesped, árboles frutales y plantas ornamentales de todo tipo. En sus interiores viven con Mari Carmen tres perritos: yaki, Linda y Kito; con Yackeline viven dos perritas, Laika y Lidia.
Dichas casas están situadas a ambos márgenes de un ancho, tranquilo y largo camino que desemboca en una amplia alameda repleta de árboles de distintas especies con predominio del álamo, frondoso y de escaso matorral; en el centro de la alameda hay un pequeño puente artesano construido en bloques de granito con dos arcos centrales para el paso del agua de un caudaloso arroyo que alimenta toda la vegetación en épocas de escasas precipitaciones.
Las niñas, de unos nueve años, suelen pasear con sus cinco perritos hasta el borde de la alameda, pues sus padres les han indicado que pueden haber animales peligrosos y no se adentren en el bosque.
Hoy es un día primaveral de mayo, con cielo claro, azul luminoso; es sábado y no hay colegio. Las niñas sienten deseos de pasear con sus perritos por el campo y salen dichosas, dispuestas a disfrutar de una mañana ideal. Los perritos saltan a su alrededor y, en pie sobre sus patas traseras, escarban con sussus patas delanteras sobre las piernas de ellas, intuyendo que hoy será día de paseo. No se equivocan; salen de las casa  y los cinco perritos otean el horizonte mientras corren en todas direcciones, perfumando su dicha de olores nuevos y viejos, de hojas que cayeron en otoño y forman el humus que nutre la renovada alfombra verde, repleta de florecillas que entretienen y despiertan los sentidos.
Mari Carmen y Yackeline van hablando de la riqueza del prado, de sus colegios, de la luz diáfana, del sol que acaricia sus cuerpos, de sus amigos y amigas, de los cuentos que han leído, de las historias que han vivido... Cuando llegan al límite de la alameda y se disponen a girar hacia atrás, ven que sus perritos se han internado en el bosque persiguiendo a un corpulento animal de grandes orejas; las niñas llaman con todas sus fuerzas a los perritos y se adentran algo entre las primeras filas de árboles; el contraste entre luz y sombra desaparece y sus ojos se adaptan mejor a la sombreada frescura de una arboleda que transfigura los sentidos ! qué aroma más embriagador, qué pájaros más exóticos, en sus formas, en su plumaje, en sus cantos, qué gruesos troncos de árboles, qué altas copas¡
Todo el bosque en sí mismo es una melodía abierta, diáfana, sensible, emotiva, que mueve sus pasos hacia delante marcando el ritmo de la gran paz espiritual que está seduciendo sus corazones.
El animal, perseguido por los  canes, viene buscando la protección de las chicas; ellas no se asustan, es un burrito joven y fuerte, de color pardo y pelo corto y brilloso. El animal se acerca a ellas tímido y nervioso, mientras los perros ladran a su alrededor; las niñas acarician al burro en la cabeza y lomo, además de besarlo en la frente; los canes se callan al ver la actitud amistosa de aquel animal, de mirada limpia, noble y cariñosa; comienzan a olerlo por sus patas y se establece una confianza mutua; el asno dobla sus cuatro patas y se agacha para ser montado; ellas comprenden su gesto y se suben sobre su lomo suave. Se pone en pie y cuando se dispone a iniciar la marcha, se hace un silencio total en toda la alameda; sólo se oye el murmullo lejano del arroyo cayendo por una leve cascada; las copas de los árboles comienzan a agitarse y unos seres diminutos comienzan a descender hasta el suelo, con cuerpos en forma de pera, brazos y piernas pequeñas y cabeza en forma de cereza  con ojos destellantes de luz propia, orejas puntiagudas, nariz respingona y boquitas redondas como anillos.
Jackeline y Mari Carmen se vieron sorprendidas al igual que los perritos, pero no sintieron miedo ni agitación; el burro conocía a estos seres y movió su cabeza de arriba abajo, saludándolos.
No se oyó ni un ladrido, ni un solo canto de pájaro...La brisa que movía las hojas de los árboles se hizo visible ante los ojos de los visitantes, mostrando billones de moléculas de colores inimaginables, golpeando suavemente la foliación arbórea, el suelo, las copas altas; sus propios rostros, los cuerpos de los perritos y asno eran acariciados por estas moléculas vibrantes que componían la brisa. Era un mundo nuevo; los árboles se hicieron transparentes, mostrando la savia correr por su arquitectura vegetal; el suelo y el cielo formaban parte de la misma estructura de partículas cósmicas que mostraban su energía cohesionada y resplandeciente; sus cuerpos se sentían ingrávidos en aquél espacio mágico. Aquellos seres se presentaron a ellas, contando que vivían en las copas de los árboles, se alimentaban del sol y transportaban su energía a las capas bajas de la alameda para facilitar la fotosíntesis de todos los árboles, que eran sus casas y amigos. Ellos, dijeron, tenían poderes mágicos que les había otorgado la naturaleza desde el origen de los tiempos para que fuesen sus protectores. Algunos de ellos se subieron sobre el asno, sobre los perritos y las cabezas y hombros de las niñas; pesaban como plumas y hacían un cosquilleo que hacían reir a las niñas; el burro comenzó a andar con largas e ingrávidas zancadas y ellas mismas y los perritos no sentían el peso de sus cuerpos, pues estos últimos daban saltos de alegría de cuatro metros de altura.
Cuando pasaron el bello puente, se pararon a orillas del arroyo. Los Copitos, como decían llamarse, invitaron a las niñas y a los perritos a una aventura insólita: ellos elevarían sus cuerpos ingrávidos hasta las altas copas de los árboles y no tendrían miedo porque su cuerpo pesaría como una pluma; así que cogieron a las chicas y a los perritos de sus manos y los subieron a una altura increíble; allí se posaron sobre las copas de los árboles y contemplaron un paisaje maravilloso; avistaron el gran río que surgía desde altas cumbres nevadas, valles y colinas serpenteando sobre el suelo, grandes bandadas de pájaros que arrullaban saludando al pasar, inventaron canciones que cantaban y resonaban con ecos formidables que tardaban muchos minutos en aparecer, por lo que escuchaban sus propias voces y cantos cuando ya estaban jugando a saltar desde unas copas de árboles a otras; los copitos las acompañaban en sus saltos sobre sus hombros; empezaron a saltar tres copas de árboles de un tirón, luego diez,; luego, animadas por los copitos, daban volteretas en el aire antes de caer de copa a copa y, finalmente, consiguieron dar saltos tan grandes que pasaban de un extremo a otro del bosque volando como gaviotas. Pasaron dos nubes por el cielo y las niñas quisieron verlas más de cerca; los copitos las llamaron e invitaron a las niñas y perritos a subirse en ellas; vieron desde lo alto pequeños pueblos y grandes ciudades repletas de coches diminutos, siguieron el curso de un caudaloso río hasta su desembocadura en el mar y admiraron sorprendidas desde la altura, la inmensidad del océano que se fundía en el horizonte con el azul del cielo; visitaron amplios llanos campestres de verdes trigos, inmensas cumbres de espesa nieve y torrentes de agua cristalina lamiendo las laderas montañosas; quisieron visitar y aproximarse a sus casas sin ser vistas y observaron a sus madres tendiendo las ropas en los patios; pasearon por encima de muchos otros bosques y avistaron animales de todas las especies: gamos, liebres, cebras, linces, jirafas, tortugas gigantes, leones, tigres, gacelas, ciervos, renos, avestruces, hipopótamos y grandes elefantes que elevaron sus trompas y saludaron a las nubes.
Regresaron, finalmente, a su bosque mágico, empujados por la brisa y descendieron flotando hasta el suelo mullido. Allí, se sentaron en círculo y los copitos invitaron alas niñas y los perritos a una suculenta comida en forma de galletas para los canes y tartas para las niñas, frutas para el asno y agua cristalina del arroyo para ellos, pues no necesitaban otro alimento. Todos los animales del bosque hicieron círculo en torno suyo y los pájaros entonaron una melodía armónica que deleitó los oídos de los presentes; sabían que había llegado la hora de marcharse, pues sus padres podrían sospechar que se habían perdido; así, que todos los animales del bosque se despidieron con sus gestos propios y los copitos besaron a las niñas y a los perritos. A las niñas les regalaron unos anillos de madera flexible, muy suaves al tacto y con hermosos dibujos, y a los perritos unos huesos de madera del mismo material para que jugaran entre sí; le dijeron al burro que los condujera hasta la salida; una vez allí se despidieron de él y volvieron por el camino hacia sus casas. Contaron a sus padres lo sucedido, a lo que respondieron: vamos, niñas, demasiado grandecitas para esos cuentos  !ayudad a poner la mesa¡






                                     LAS ABEJAS DEL AMOR



Sepsut es una joven de quince años, hija única que vive con sus padres en el Garfio, un pueblo de diez mil habitantes, donde todos se conocen. Su padre es fontanero y su madre alterna las tareas del hogar con trabajos eventuales en haciendas privadas.
La niña es alegre, extrovertida, con gran empatía social; todo el pueblo está encariñado con ella por su exquisita amabilidad y correcta educación, pero más aún por su carácter abnegado, presto siempre a cualquier demanda honesta y sincera. Es una excelente estudiante y sus amigos, que son muchos, solicitan su compañía para realizar las tareas escolares; el semblante de una sonrisa perenne es un rasgo natural de su rostro, que permanece incluso cuando está triste o preocupada; ello da lugar a cierta confusión en sus relaciones sociales, pues una mirada seria mezclada con una sonrisa se traduce en ironía o cierto menosprecio, aunque esto suceda más con gente desconocida, pues en el pueblo saben que es de nacimiento.
Es una niña que ayuda a su madre en todas las tareas del hogar; incluso en las labores de hacienda ajena para facilitar a su madre una jornada más corta; ambas son, con el respeto de hija a madre, buenas amigas, cómplices y confidentes de sus secretos, hasta donde alcanza el reparo de la dignidad y la inviolabilidad íntima de ciertos sentimientos personales. Su confianza es mutua y no tienen reparos en hablar de amistades, de trabajo, de colegio, de penas y alegrías, de sexo y amor; en esto último, su madre tiene poco que contar al respecto, pues está casada y enamorada de su marido y su hija lo sabe, pues sus afectos mutuos así lo delatan, Aún así, la niña se parece más al padre, de carácter bonachón, dicharachero, afable y muy servicial. La madre es algo más reservada pero no tímida, de rasgo serio, pero agradable en el trato cercano.

Sepsut le ha confiado a su madre la atracción en aumento que está sintiendo por un chico de su edad, que no está en su misma clase, pues repite curso, llamado Adelio, de carácter tímido, idealista y ensimismado soñador; como todas las madres, ella sabe de la desorientación, aunque de fuerte arraigo, de los amores adolescentes que a veces te guían por senderos equivocados, haciendo creer que la compasión protectora, instinto peculiar de las mujeres hacia los hombres que aparecen desvalidos por su débil personalidad, es amor, confundiendo éste con la necesidad femenina de amparo.
Sepsut recibe los consejos agradecida, pero el diálogo de su corazón le transmite el mensaje recurrente e inequívoco del amor.
Adelio recibe la misma señal de cupido, aunque la iniciativa en recreos, fiestas de adolescentes y excursiones al campo, la lleva ella, pues él es un chico tímido y torpe en sus relaciones sociales.

En un día de dichas excursiones escolares, en plena primavera, las chicas y chicos corrían entre la florescencia campestre y jugaban al escondite entre la abundante arboleda que desprendían su fragancia y el despliegue de sus pólenes sobre las cabezas de aquellos niños que empezaban a sentir en su sangre la fuerza de los cambios naturales.
Inesperadamente, Adelio y su torpeza nerviosa, tropiezan con un panel de abejas y su miel pegajosa; ni una sola de ellas picó al joven enamorado; las abejas, como si su panel destrozado hubiese ido a parar a la cabeza de Sepsut- repleta de pólenes de flores que ella misma se había esparcido para oler a las mismas- comenzaron un revoloteo circular alrededor de su mollera sin osar picarle; sus ojos de pánico y su sonrisa natural se desafiaban mutuamente. Maestros y alumnos estaban absortos, sin saber que hacer; tan solo Adelio dio un  paso al frente e intentó auyentarlas con su camisa; esta vez sí recibió varios picotazos en los hombros y orejas, teniendo que retroceder.
Sepsut hubo de quedarse sola y aterrorizada en el campo, mientras el autobús trasladaba a los niños al pueblo y Adelio al centro hospitalario, pues presentaba un cuadro alérgico con voluminosas orejas, hombros altivos y cara descompuesta por los vómitos.
Los maestros buscaron a expertos apicultores par liberar a la niña de aquel calvario; intentaron todos los medios para dispersar a las abejas, pero formaban una corona cilíndrica recia y bien organizada para el ataque y defensa; viendo que las abejas, en lugar de ofender a la niña, protegían su cabeza, confundida con su propia colmena, decidieron colocarle, hecho a propósito, un gran cesto de mimbre con aberturas circulares para los ojos y provisto de unos soportes ajustables a las claviculas.
Los padres, que lloraban junto a ella, no daban crédito a su vista.
Así que la niña pasó diez días con aquel cesto en la cabeza, haciendo una vida anormal en un pueblo espantado.
Adelio pasó diez días estudiando en libros de biblioteca el comportamiento  de las abejas, descubriendo que la detección de su propia miel fuera de su colmena, las auyentaba. con decisión, se trasladó al lugar del accidente y recogió en un tarro la miel que aún se deslizaba por las ramillas y hojas de un pequeño arbusto, rebañándola con raspadera; seguidamente, acudió a la casa de su amada y le contó lo que pensaba hacer; ella, desesperada, asintió, en la esperanza de que algo peor no podía sucederle.
El niño untó sus dos manos de miel y tuvo cuidado de no arrimarlas al cesto, pues las abejas se reafirmarían en su convicción de que la testa de la niña era su colmena; pidió a la niña que extendiera los brazos y estrechó sus manos con las propias.
Las abejas se pegaron a las paredes del interior del cesto, dando señales de querer marcharse; la madre, que estaba observando la escena con la boca abierta, pues el padre no tuvo valor de entrar a ver el resultado, fue conminada por Adelio para desprenderle el canasto a la niña; así lo hizo temblando y las abejas salieron con un zumbido ensordecedor, grave, de derrota, por la ventana que se hallaba abierta a propósito.
La niña, aún a sabiendas de que el olor de su cabeza no era muy agradable, por haber sido nido durante tantos días, se acercó a Adelio y besó sus labios temblorosos; éste, mientras veía estrellitas diminutas, dio gracias al cielo, a pesar de los pesares, por aquellas abejas de su amor...





                                                AMOR PROFANO



Nelia es una niña de quince años, de pelo negro como el azabache, liso y largo; sus ojos son de un verde intenso, su nariz pequeña, sus labios medios- ni finos ni gruesos- sus pómulos y mejillas bien redondeados, sin angulaciones, sus orejas pequeñas y dibujadas a pincel; conforman un rostro delgado y alargado en su justa medida, destacando en él una expresión de completa espontaneidad, sin atisbos de afectación forzada de ningún tipo. Así, su comunicación es directa, frontal, sin recovecos ni falsa modestia.
Su cuerpo es de estatura media, con pechos pequeños, culo respingón, piernas rectas hasta las rodillas; a partir de aquí, se quiebran en una curvatura hacia el exterior, graciosa y llamativa; sus caderas son discretas, así como su cintura, que no se manifiesta idealmente estrecha. Está bien proporcionada sin reunir los rasgos físicos de una modelo.
La mirada ajena siente especial atracción por sus ojos, penetrantes hasta el tuétano y su boca que, en contraste, presenta un rictus de incertidumbre e ingenuidad, con el labio inferior ligeramente curvado hacia arriba, contrariamente al gesto de sonrisa; cuando ésta se destapa, se desploma el campanario de cualquier iglesia.
Es hija única de un poderoso terrateniente, Alterio, dueño de una gran mansión que ha propiciado la aparición de un pequeño pueblo de quinientos habitantes en torno suyo y que viven directa o indirectamente de los recursos que genera su finca.
El pueblo tiene iglesia muy modesta, colegio de estudios básicos, panadería, pequeño supermercado... casi todas estas actividades, situadas en una gran plaza circular, donde se distingue la gran mansión y un amplio parque central de arboleda, césped y flores, con sus bancos y artilugios para deleite de niños y ancianos.
En esta pequeña localidad se disfruta de una buena convivencia y armonía general, son como una gran familia con sus virtudes y defectos, donde cada quien conoce a cada cual y los trapos sucios se suelen lavar dentro del pueblo, sin salir al exterior.
Nelia tiene una fuerte personalidad, abierta y directa, es generosa y servicial, amiga sincera y leal sin condiciones; por último , su concepción de la vida, en concordancia con el sentido que le da a la misma, conforman un sentimiento de humildad, que suscita el cariño de todo el pueblo.
Su padre es más severo austero y disciplinado, pero cálido en el trato humano, tolerante, comprensivo y generoso con sus trabajadores y con quienes solicitan su ayuda; es viudo desde hace diez años y tiene cincuenta años. Se levanta muy temprano para llevar a su hija al colegio de la ciudad más próxima a quince kilómetros y supervisa la gestión de su finca en las oficinas situadas en dicha urbe; tiene una secretaria personal con la que mantiene una relación sentimental que conoce el pueblo y su propia hija.
Al salir del colegio Nelia, pasa a recogerla y ya tiene la tarde libre para dedicarla al campo y su esparcimiento favorito, los caballos y la caza en los cotos de su propiedad, con numerosos perros de diversas razas; es el hombre más respetado en el pueblo y gran parte de la ciudad, con bastantes influencias político-económicas y religiosas.
Nelia es una ardiente defensora de los animales y disfruta montando a caballo seguida de sus perros por la amplísima finca paterna, sobre todo los sábados y domingos, cuando está libre de obligaciones escolares y después de asistir religiosamente a misa junto a su padre, pues ambos son consumados católicos.

El párroco del pueblo, Herminio, es un seminarista destinado a culminar sus prácticas litúrgicas, enviado por el obispo de la ciudad, como alumno aventajado que es, para congraciarse con el terrateniente y seguir recibiendo donaciones de éste. Es un hombre de veinticinco años, de aguda inteligencia, brillante oratoria, de amabilidad exquisita con sus feligreses y de sonrisa perenne, aunque algo introvertido y tímido, por lo que sus ademanes son nerviosos, acompañados de esa sonrisa de compromiso que lo delatan; es hombre bondadoso y su cometido es mejorar el bienestar espiritual de los numerosos parroquianos que llenan la iglesia los días festivos.
Cada domingo, Nelia y su padre se sientan en los primeros bancos a la derecha del podio del altar central; la iglesia se llena totalmente y muchas personas deben quedarse en pie, detrás de los bancos por falta de espacio. El cura, que apenas lleva ocho domingos diciendo misa, aunque es un buen teórico teológico, carece de práctica en la liturgia; ello, sumado al soponcio que le sube del estómago a la garganta, atenazándolo, cuando mira a los ojos de Nelia, le producen escalofríos en la columna vertebral y ya ha derramado dos veces el cáliz de vino, sin probarlo, en los manteles del altar.
La gente sabe que es novato y no hacen un solo gesto de reprobación o escarnio. Ni se inmutan.
Consigue acabar sus misas con la sensación obsesiva de que todos pueden leer su pensamiento; está calado hasta los huesos por Nelia desde que la vio por primera vez, cuando fueron presentados; está perdido y no da una misa a derechas.
Pero no es su simple mirada en el banco lo que le produce dichos desvaríos, también lo que ya arrastra desde la secuencia anterior del confesionario, cuando esta niña perfora su alma, a través de la ventanita cuadriculada, con su mirada salvaje, el perfil convexo de su labio inferior de actitud obstinada, sus pómulos, mejillas y barbilla de ángel; su voz, mezclando graves y agudos que pasan del masculino al femenino y viceversa ¿ qué siente este hombre?
Cupido le ha dado un puyazo que lo ha dejado sin aliento; el le perdona sus pecadillos insustanciales con la voz entrecortada y desamparada de un niño perdido y piensa cuánto le gustaría a él confesarle, si el mundo no fuera tan injusto, que se está desangrando por ella.
La intuición femenina le dice a Nelia que este hombre es principiante en más de una cosa y que sus nervios responden más a la liturgia emocional del amor y la pasión vital que a la eclesiástica.
Es aguda observadora y comprende que ha podido enamorarse de ella; esboza una sonrisa para sí misma y pone al galope de la libertad a su caballo; se le pasará !pobre hombre¡ ella aún no ha sido embestida por el amor y ama su libertad más que nada en el mundo, salvando a su padre.

Herminio se desplaza a la ciudad y se interna en el seminario durante la semana para seguir sus estudios con el fin de alcanzar el grado sacerdotal; ahora ya no ve tan claro su espíritu de entrega al dogma religioso y su fe incondicional hacia Dios. Rezando a éste por su alma descarriada, decide escribir una carta desesperada y anónima a Nelia para desahogar sus sentimientos, pues no puede estudiar; dice así:
Si el hombre pudiera revertir su destino, nunca habría pisado tu pueblo, pues de él han nacido mis contradicciones morales y aflorado sentimientos desconocidos para mí hasta que te vi por vez primera; eres muy joven y yo debería tenerte el respeto y consideración que se deben a una adolescente, pero el amor es ciego y vuelve ciego, egoísta, insensible y rebelde a todo lo ajeno a él, a quien es poseído por el mismo. No hay para mí otros ojos que los tuyos, fijados en mis sienes, no hay flor que perfume y fije su aroma en mi alma como el tuyo; no existen sonidos musicales en esta vida que embriaguen y compaseen el ritmo de mi corazón como los que salen de tu voz hermafrodita; no hay cabello que sea arrumacado en un vuelo mágico por el viento, halagado y seducido, acariciado por el sol, como el tuyo.
No hay ventura y desdicha más grande que ver la sonrisa de tu boca, el arqueo gracioso de tus piernas, el movimiento de tus caderas y el brillo de tu mirada dirigirse a uno, mientras uno tiembla de estupor y desolación, entre cosquilleo de mariposas en el estómago y la desesperación de saberte inalcanzable.
No hay fe mas grande que la que te tengo; arrastrarme, arrodillarme, adorarte, fundirme en un beso con tus huesos y rogar a Dios por nuestra eternidad.
Cuando Nelia lee esta carta, sabe perfectamente de quien se trata; su instinto femenino no la engañó; no quiere que un hombre de Dios, en el que tiene fe y cree, se pervierta por ella. Ha tomado la decisión madura de actuar con diplomacia y discreción confiándole a su padre sus sospechas y pidiéndole que actúe con cautela y comprensión, pues un hombre es esclavo de sus sentimientos y todos somos humanos.
Alterio ha tomado la decisión, con aprobación de su hija, de hablar con el obispo y así lo hace; confidencialmente, pues tienen una buena relación, le comunica que Herminio tiene futuro para ser un gran sacerdote, tiene cualidades de empatía social, como ha demostrado con los llenos de sus misas y es coherente en su solidaridad y caridad con los más desfavorecidos por la vida. En definitiva, es impecable como sacerdote, pero como aún es novato, se ha dejado llevar por la carne y cree, de buena tinta, que está enamorado de una mujer casada del pueblo, por lo que que le ruega lo cambie de ubicación parroquial, argumentando una de las tantas excusas que puede proponer un obispo para cambiarle su destino, haciéndole saber la alta estima que ha conseguido en el pueblo que abandonará.
Una vez conocida la noticia de su cambio de parroquia, Herminio dice su última misa, conforme con su destino, el corazón partido y lágrimas en los ojos que los feligreses, compungidos, ven como señal de despedida y Nelia y su padre advierten con compasión afligida.
Este domingo, la niña no se ha confesado y él se barrunta algo de lo sucedido, pero en lo más profundo de su razón lógica comprende que es lo mejor para él; pasará por un valle de lágrimas antes de olvidar a Nelia, pero con ayuda de Dios , volverá a su rebaño...








                                                            OLFO




El municipio está ubicado cerca del río, cual cubre todas las necesidades de regadío de las múltiples explotaciones intensivas hortofrutícolas de tamaño familiar, que conforman una cooperativa para hacer más rentable su salida al comercio de consumo.
Rodolfo vive junto a sus padres en una amplia casa ubicada en la gran plaza cuadrangular de esta villa, donde se hallan el ayuntamiento, la iglesia y un mercado de abastos de carne, pescado, frutas y verduras.
Es hijo único, con cierto déficit mental; fornido como un toro, de cabeza y rostro anchos, arcos supraciliares prominentes de amplias y espesas cejas, pómulos elevados, nariz chata y barbilla huidiza; cuello corto y grueso como tronco de árbol, tórax voluminoso y apretado, piernas y brazos macizos y velludos como todo su cuerpo, pies planos y andares redondeados, propios de piernas curvadas, de uno setenta y dos metros de estatura.
Olfo, como le llaman de apodo en todo el pueblo, es exquisitamente sensible, de lágrima fácil, muy respetuoso, tímido y huidizo, bondadoso y humilde; incapaz de matar una hormiga, tiene suficiente fuerza para doblegar a un toro y de cortar con sus dientes la rama media de un árbol, pues su boca ancha, de sonrisa ingenua, potentes incisivos y molares, levanta, cuando varios burlones insisten, la mesa de un bar mordiéndola por un extremo, con las manos puestas atrás; tal es la fuerza maxilar y muscular de su cuello y cintura
La gente del pueblo no es maliciosa en general, pero el carácter atolondrado, bonachón y dispuesto siempre a congraciarse con todos, despiertan en la gente, tanto en los de su edad, veinte años, como en los más maduros, los instintos más depravados de escarnio, mofa y diversión con una persona psicológicamente débil y necesitada de un gran cariño.
Rodolfo, a pesar de su deficiencia es consciente del entorno en que se mueve, de las burlas y sentirse considerado de inferior categoría que cualquier persona normal. Él se somete voluntariamente, a pesar de que esas risas y gestos despectivos son un desahogo emocional, de quienes tienen su espíritu mucho más turbio y corrompido que el suyo, moralmente inmaculado y emocionalmente limpio y despejado.
Son juegos y menosprecios que el acepta desde una mentalidad inocente, tímida y solitaria, necesitada de cariño, reconocimiento, afectos que le otorguen sentido a su vida; con tal de conseguirlos, aunque se presenten en modo cruel y evidentemente falsos, se somete a cualquier tipo de vejación para recibir un aplauso o palmaditas en la espalda por sus fornidas habilidades.
Es un chico que no bebe ni fuma ni tiene novia; se sonroja ante las chicas y éstas le menosprecian, no por su fisonomía y timidez, como él cree, sino por su enfermedad; sale de vez en cuando a los bares y un par de veces ha ido a la discoteca del pueblo; en ésta le invitan a la pista de baile , los chicos y chicas para divertirse con él. Sus saltos y gestos desacompasados, deshilvanados en aquel espacio circular luminario y en un tiempo que le comprimía el alma, viéndose objeto de burlas engranadas con carcajadas y brillosos ojos maliciosos, le devolvieron a la realidad aplastante; estaba completamente solo, rodeado de una muchedumbre ajena a sus nobles sentimientos. No volvió al baile.

Rodolfo ayuda a su padre, laboriosamente, en todas las jornadas dedicadas a la parcela del huerto familiar; a su madre, a descargar y colocar el pescado y en la limpieza de la pescadería de su propiedad. Ambos quieren al hijo con ardor de padres y han mantenido discusiones conflictivas con aquellos que han abusado de la deficiencia mental del chico, pero la gente solo atiende egoísmos y vanidades propias.
Rodolfo suele pasear por un descampado situado a las afueras del pueblo, donde se halla un gran barrancón vertical, muy peligroso y vallado ocho metros más atrás del precipicio; pasa largos ratos por caminos y veredas, paseando con su abatimiento y soledad a cuestas; se siente más acompañado entre la naturaleza que en ningún otro lugar; el viento, los árboles, las florecillas del campo, la orilla del río, le transmiten una tranquilidad y paz espiritual que no consigue fuera de este ámbito; a su vuelta del paseo siempre visita la explanada desde donde divisa un enorme sol rojizo vespertino consumido lentamente por un horizonte pardo que alberga todos sus recuerdos desde su niñez.
Hoy, ha observado desde lejos a un grupo de chicos de su edad que le llaman desesperados:
! olfo, olfo, corre¡; acude a la explanada y actúa con determinación y valor: por un tramo de valla, que estaba volcada por un camión, los chicos habían saltado y pasado al otro lado para ver más de cerca el precipicio; habían apostado con su vida al lado del abismo: quien pusiese los pies más cerca del límite mismo habría ganado. Uno de ellos, para mostrar supremo valor, se había colocado de espaldas al precipicio y con los talones en el vacío; un solo empujon del viento en dirección al abismo lo dejó tambaleante e instintivamente volcó su cuerpo hacia delante, sus piernas quedaron en el vacío y su tronco se fue deslizando hacia abajo  mientras arañaba la tierra con sus manos; cayó sesenta centímetros abajo y quedó enganchado con sus propias manos en los salientes de las rocas.
Nadie podía alcanzarle y menos levantar en peso un cuerpo de uno ochenta centímetros.
Olfo pidió que se apoyaran con todo el peso de su cuerpo en sus piernas, sujetándolas firmemente; con diez hombres sobre sus piernas, olfo dobló su cintura al vacío y consiguió alcanzar una sola mano del chico; la cogió y la apretó como una tenaza de grúa; el chico ya estaba sujeto sólo por su mano y bailando en el aire; sintieron un crujido en los huesos de Olfo, quien tiró de él hasta su barbilla; con la otra mano agarró sus pantalones por la cintura, impulsando el cuerpo hacia arriba, mientras cambiaba la otra mano- en un gesto coordinado-, al mismo cinturón de sus pantalones; en un esfuerzo descomunal logró elevar su tronco por encima de su espalda y el chico gateó sobre su cuerpo hasta salir al exterior; finalmente tiraron de olfo y vieron que sus brazos sangraban abundantemente; se había hecho largos y profundos cortes con la roca viva. Fueron todos al hospital, pues el chico salvado también presentaba rasguños y un dedo partido en cada mano, lloraba y abrazaba a olfo con más cariño que a su padre.

Fue un punto de inflexión en la vida de Rodolfo; comenzaron a tenerle respeto  y buscaban su compañía con sinceros propósitos; él estaba sorprendido por el cambio de actitud en la gente de la noche a la mañana e intuyó que sería algo pasajero, así que siguió con toda naturalidad su vida de antes, con sus predilectos paseos vespertinos y su encaje con la naturaleza que parecía hablarle en un susurro ideal y amigable.
En uno de esos paseos se alertó al escuchar un griterío en la orilla del río, de diez o doce muchachas que estaban de merienda campestre; una de ellas había pisado sobre una cornisa de poco espesor y caído al río sin saber nadar; sus manos chapoteaban, se hundía y salía a la superficie cada vez con menos aliento. El curso del río y su corriente no iban muy agresivas, pero lo suficiente para ir trasladando a la joven curso abajo. Olfo no sabía nadar, las chicas de la orilla chillaban y el cuerpo venía en dirección donde estaba olfo, a quien gritaban !sálvala, olfo, sálvala¡ olfo no encontró a mano más que un grueso tronco partido por un fuego y echó mano a el, abrazándolo  con todo su cuerpo y lo lanzó rodando hacia el río, tirándose él detrás para aferrarse al mismo y mantenerse a flote, navegando con grandes brazadas de una mano para colocarlo en la dirección que venía la chica, ya casi desfallecida; al pasar la joven a un metro de su lado, olfo atenazó ambas piernas al tronco e inclinó su cuerpo cayendo al agua sin soltar el tronco con sus piernas; alcanzó el cabello de la chica con la mano y posó su tórax sobre el tronco, sujetándola firmemente con las manos; el grueso madero encalló veinte metros más allá en una terraza a nivel superior del río; ambos salieron gateando con vida de aquella; ella salió expectorando agua y vomitando; él con el cuerpo magullado y desgarros en brazos y piernas.
Las chicas acudieron al encuentro de ambos y vieron a la hija del alcalde abrazada a Rodolfo, con su cara pegada a la de él y repartiéndole besos por todo su rostro, descargando las lágrimas de su miedo en el pecho de olfo. Él no recordaba la escena del agua, sólo sentía que su cuerpo estaba ingrávido y que los árboles, florecillas, el viento, en ese instante eran distintos; desprendían colores y aromas que sus sentidos no habían captado antes.
Ella dijo en voz alta, casi gritando, pues también tenía cierta mengua psíquica y era algo alocada, que aquél que había salvado su vida, podría disponer de ella de aquí en adelante ! lo juro ante Dios¡
Sus amigas quedaron atónitas porque la conocían y cumplía tanto sus amenazas como sus pactos de lealtad y amistad
Olfo no desplegó más los labios, ni en el hospital mientras le curaban; ella besó sus labios y su cara sonrojada, mientras decía que aquél chico era su héroe.
Y así fue, olfo comenzó a ser respetado en el pueblo por su valía como persona y porque la hija del alcalde iba a buscarlo a su casa por las tardes para salir en grupo con sus amigos; unos con melindres y otros de buena fe, aceptaron a olfo como uno más del grupo.
El alcalde sabía que su decisión de casarse por la iglesia, hasta que Dios los separase, con rodolfo, era irreversible... A los dos años, él con veintidós y ella con diecinueve, contrajeron matrimonio en la iglesia gótica, a la que asistió casi todo el pueblo, llenando la plaza y calles colindantes.
Rodolfo estaba totalmente integrado en la sociedad, como el siempre deseó...






                                              LAS LÁGRIMAS DE IGNEO

  

Igneo es un niño huérfano de padre, vive con su madre en una modesta casa en el campo, distante del pueblo a un kilómetro; la vivienda posee dos plantas, cuya parte superior sirve de cámara para almacenar las cosechas del huerto familiar. También tiene varias dependencias externas para guardar el ganado de cabras, gallinas, pavos y conejos; éstos son sus bienes, además de un pozo que mana un agua cristalina de sabor excelente por su pureza.
Igneo es tímido, introvertido e hipersensible, al contrario de su madre, que es abierta, espontánea y de gran fortaleza física y mental; ambos han asumido sus diferencias de carácter y se ayudan mutuamente; el aporta su trabajo en las labores agropecuarias y ella lo apoya y aconseja en sus tareas escolares.
El niño padece una enfermedad diagnosticada como el síndrome del llanto por su extrema sensibilidad hacia todo aquello que sufre, sea vegetal, animal o humano; su llanto aparece ante la honda tristeza, el sufrimiento, sea dolor físico o psíquico y se contagia miméticamente de las lágrimas ajenas, pues su propio calvario lo soporta con un estoicismo impropio de su frágil y quebradiza personalidad.
A él le gusta pasear por el campo al lado de su perrito, joven y travieso pero muy cariñoso; es el lugar donde se haya más libre y a gusto consigo mismo, entre olivos, naranjos y encinas, cuales parecen conocer al visitante, pues sus ramas se agitan y expelen sus mejores fragancias; su extrema sensibilidad analítica lo percibe y devuelve su cariño abrazando sus troncos y besando sus hojas.
No siempre lo hace, pero en algunos de esos paseos, corta algunas florecillas para regalar a su madre, mientras llora amargamente, con surcos de lágrimas espesas como la miel, quedando su rostro pegajoso hasta enjuagarse con agua; mira sus pisadas con cuidado para no dañar a cualquier animalito que se cruce en su camino, sobre todo las hormigas.
Cuando vuelve a casa, su madre agradece las flores con una sonrisa tan dulce y agradable que le produce un cosquilleo que sube del estómago a su alma...
Ella suele mostrar siempre una sonrisa, aunque sea simulada, porque si la sorprende triste o deprimida, su síndrome aparece y ella no encuentra suficientes pañuelos para enjugar ese torrente que no para hasta que sus bronquios se resecan y contraen, dificultándole la respiración.
En el colegio, como es común a esa edad, sus compañeros tratan de meter el dedo en su llaga, aunque la maestra, conocedora de su enfermedad, los ha aleccionado para que eviten hacerle sufrir. En el recreo, sus camaradas se ríen a carcajadas por su extraña timidez y el sufre pero no se inmuta; el juego más mezquino es cuando alguno finge con lágrimas su pesar o varios de ellos tumban a otro en el suelo, haciendo un simulacro de sufrimiento. Igneo queda exhausto tras sus ataques de llanto y no consigue concentrarse en los estudios; a veces han de trasladarlo a su casa para que se calme.
Su madre lloraba a solas, desahogándose, mientras su hijo estaba en el colegio; incluso tenía que recoger las cosechas sola o contratar un peón para evitarle a Igneo el llanto desconsolado al ver arrancar las plantas o cortarlas del suelo; estaba agobiada y los médicos no le daban expectativas hasta su mayoría de edad.
Pobre igneo, su sufrimiento por el sufrimiento ajeno habían convertido su vida en un valle de lágrimas. Estaba desesperado.
Una tarde, fue decidido al campo, con la intención de arrancar de cuajo todas las naranjas del árbol que más estimaba, o bien para trascender su enfermedad o morir allí mismo de una parálisis respiratoria. Miró al cielo para dibujar la cara de su madre y despedirse de ella; comenzó a cortar naranjas llorando amarga, desconsoladamente; para acabar más aprisa con su vida, decidió  morder las naranjas. El primer líquido que atravesó su garganta, comenzó a hidratarla; sintió que respiraba mejor y que sus lágrimas cesaban lentamente; advirtió que la primera sonrisa de su vida se dibujaba en sus labios distendidos; probó a cortar florecillas y su llanto no aparecía. Pero ¿cómo? si el había comido otras naranjas del pueblo y no había notado mejoría. Aquél arbolito, al que tanto abrazó y besó como a un amigo, le había regalado su salud.
Su madre, al verle con un ramo de flores grande y hermoso, sin un surco pegajoso en su rostro, lo abrazó llorando; él le devolvió una sonrisa con ojos brillosos, húmedos pero sin lágrimas y un beso largo y profundo...






                                        EL NIÑO PRODIGIOSO



Amanda y Eleuterio viven en una gran villa, él trabaja como electricista autónomo y ella tiene un pequeño comercio de vestido y calzado; su casa, de una sola planta, está situada en una calle extrarradial de la ciudad, así como su negocio.
Aún no tienen hijos, pero ella está embarazada de nueve meses, bastante ajetreados por las innumerables patadas que el crío de su estado de gracia le ha propinado sin descanso. Su establecimiento lo gestiona ahora una empleada de su confianza, pues ella comienza a sentir las primeras contracciones y su marido está alerta y la ha desplazado en dos ocasiones al hospital, donde han considerado que aún no estaba a punto.
Una mañana de septiembre, el parto se hacía evidente y fue ingresada en el hospital para dar a luz.
Los médicos observaron un vientre demasiado pronunciado, voluminoso y sospecharon la cesárea, por ser también primeriza; lo intentaron por la vía normal, pero el cabezón del niño superaba la capacidad de evacuarlo por su sitio y decidieron practicar la cesárea; al sacarlo a la luz, se sorprendieron por su gran cabeza, en contraste con un cuerpo pequeñito, brazos y piernas muy cortas y flacas. En fin, el niño lloró a lágrima suelta para desahogar el tránsito a la vida y luego se quedó dormido y lo trasladaron a incubadora durante una semana, hasta que la madre se halló recuperada y se lo presentaron; el niño, en brazos de una enfermera, preguntó ¿ mamá, cómo estás? me han tenido en una vitrina; a la enfermera se le aflojaron las manos y el niño fue a caer con suerte en la cama de su madre, que lo miraba con ojos de amor sorprendidos. ¿ cómo has podido hablar? a ver, dí mamá; mamá, yo aprendí nuestro lenguaje desde tu propio vientre, oyendo tan claro como aquí fuera ¿ cómo te han tratado los médicos, has sufrido mucho por traerme al mundo?
La madre no podía creer lo que oía, pero como era su hijo, hablaría con él con toda naturalidad.
Le dijo, ahora pasará tu padre a verte y quedará sorprendido al oírte hablar; no te preocupes, serán solo los primeros días, luego se impondrá la costumbre.
Al entrar, ella explicó a su marido que el niño hablaba y que no se asustase.
¿ cómo se encuentra mi hijo y mujer? besó a ambos y el crío contestó: bastante bien papá ¿ y tú?
no te preocupes por nosotros, te veo algo nervioso. Los esposos estaban absortos, pero empezaban a asumir aquello como un milagro de la naturaleza.
Lo realmente sorprendente, aparte del hecho en sí de hablar, es que no se trataba de un mimetismo aprendido como el de un loro, sino que el niño podía enhebrar frases con significación acorde con la pregunta, conversación o situación real ante las que respondía.
Informados los médicos por los padres, sometieron al niño a varias pruebas, incluidas preguntas y respuestas, llegando a la conclusión de que este bebé presentaba un desarrollo anatómico adecuado a su edad, exceptuando su voluminoso cerebro y su expresión hablada, correspondiente a un niño de nueve años de edad; era un caso único en el mundo y aconsejaron, tras darle el alta, que pasaran revisión cada mes o en el momento que notasen algún fenómeno más anormal que el ya presente.
Una vez en casa, los padres pasaron revisión durante seis meses, con la conclusión médica de que el niño presentaba una disfunción fisiológica paradójica, por cuanto, mientras el cerebro aumentaba, en contraste con lo normal, un año por cada mes, el resto del cuerpo presentaba un retraso de veinte días por cada mes natural; realizando cálculos biológicos, según la evolución actual, en la edad adulta de veinte años, podía tener el cuerpo de un niño de diez años y un cerebro del tamaño de una lavadora.
No alentaron perspectivas halagüeñas, por la imposibilidad de que un cuerpo tan menguado pudiese soportar el desarrollo desmesurado del cerebro.
Esta conversación se había sostenido en una habitación separada de la del crío, pero ignoraban que su capacidad sensorial seguía una evolución paralela a la del cerebro, los había oído perfectamente sin inmutarse, pues él ya lo intuía...

A los cinco años de edad, presentaba una cabeza similar al globo terráqueo utilizado en las escuelas para enseñar geografía y un cuerpo de niño de dos años y medio.
La imposibilidad de mantenerse en pie por sí mismo, a causa de su enfermedad, no impidieron que su vida siguiese adelante, en un gran sillón, adaptado especialmente para él, de modo que su columna cervical pudiese estar libre del peso cerebral, mediante unos soportes fijados desde la parte occipital y huesos pomulares al espaldar del sillón, con los últimos avances tecnológicos médicos, de forma que el niño pudiese girar la cabeza lateralmente y de abajo-arriba en menor medida.
Prodigio no conoció la infancia, sus juegos, su libertad, su armonía espiritual...su gran cerebro le hizo prisionero de sí mismo y de sus ansias de saber para alimentarlo; la casa de sus padres se convirtió en una gran biblioteca y su potente ordenador, transformado bajo sus propias indicaciones, le ayudaron a conocer el mundo, la civilización y la cultura en todo su amplio espectro del saber humano.
Su interpretación del universo era personal e intransferible, pues su pensamiento le guiaba, más que a conocer, a presenciar el universo desde una infinitesimal parte del mismo como ser vivo, a entretejer y conformar una integración en la que el propio ser se disuelve en él, de modo que desaparecen los interrogantes de la realidad, porque se es realidad misma ¿ se puede preguntar un átomo porqué es tal si el conforma su propia realidad y la de toda la masa universal existente? ¿ se puede preguntar el tejido oscuro del universo por qué existe en armonía entre las partículas de masa más simples? ¿ para qué? si ya conforman una realidad conjunta y esa propia realidad es en sí misma la incógnita ¿ se puede preguntar la incógnita sobre sí misma?
Miles de ideas pasaban por su cerebro cada día, que crecía desmesuradamente, teniendo que ir adecuándole el sillón y los artilugios técnicos que mantenían su cabeza en vilo.
Prodigio fue contratado por diversas empresas de altas tecnologías y múltiples universidades para que desarrollase sus trabajos por escrito con sus ayudantes y mediante videoconferencias, masivamente asistidas. Sus teorías y estudios, llevados a la práctica, habían desarrollado el conocimiento humano en torno a lo que él dedicaba su conocimiento: el bienestar social humano, la erradicación del hambre y la pobreza en el mundo, tecnologías en defensa del medio ambiente, para un desarrollo económico sostenible y estudios avanzados sobre materias primas energéticas, totalmente reciclables; defensor de los derechos sociales y de la paz, articuló valiosos tratados para desarmar al mundo sin dejar rastro de radiación o chatarras contaminantes y sobre organismos internacionales que hicieran posible dicha paz.
Muchos de sus propósitos triunfaron, fue reconocido nobel de la paz, pero no pudo eliminar a los ancestrales ejércitos; aún así , el pueblo llano de todo el mundo lo quería de veras y agitaban banderas con su imagen y su nombre.
A los dieciseis años de edad, los padres de Prodigio estaban orgullosos de su hijo y lo quería más que a nada en este mundo; su cabeza había crecido más de lo previsto y ocupaba toda una habitación; ahora los soportes colgaban de un alto techo y su pequeño cuerpecillo era un simple apéndice colgante de su cabeza. Prodigio se sentía solo y fuera ya de la escena orbital humana; sus ideas se iban difuminando lentamente en la relidad del cosmos y en la noción de disolver su propia consciencia, como había soñado desde niño, en la conciencia general divino-cósmica; su pensamiento se fue debilitando a medida que su cerebro comenzaba a levitar y sintió la ingravidez de su cuerpo ascendente; el techo cedió cuando ya estaba casi inconsciente; sus padres acudieron al ruido y su hijo les envió un dulce beso con su pequeña manita; todos sabían que era el final; Prodigio cerró los ojos para siempre fundiéndose con el todo universal; su cuerpo inerte siguió ascendiendo y desde todo el mundo pudieron ver una pequeña esfera atravesar la estratosfera terrestre para incorporarse al eterno espacio cósmico.
Todo el mundo lloró su pérdida y su nombre quedó grabado en la historia como el hombre más abnegado, luchador por un mundo justo y sin violencia, más bondadoso en la entrega de sus nobles conocimientos, más humilde y leal de toda la humanidad. En los días de eclipse de sol, los astrónomos ven una diminuta esfera brillante en los rebordes oscuros del eclipse; puede deberse a un gesto de agradecimiento poético de los científicos hacia un ser único....







                                       EL CORAZÓN DE LA TIERRA





Un enorme arco resplandeciente sobreiluminó en la noche la ciudad más poblada del mundo. La gigantesca bola destellante impactó en el campo deshabitado, colindante a la urbe; tembló la tierra unos instantes, la onda expansiva reventó muchos cristales, abrió puertas y aventó mesas y sillas vacías en las terrazas de los restaurantes. Era una noche de septiembre anormalmente calurosa, las calles, transitadas por grandes colas de vehículos y mayor número de viandantes, refractaban el calor diurno; no se movía un soplo de aire. La gran nube de polvo que había levantado el meteorito comenzó a descender sobre la gran urbe en forma de finísimas partículas que provocaban estornudos e irritaban las vías respiratorias.
Todo el mundo quedó sobrecogido por el tamaño, su resplandor cegador y su estruendo huracanado; los bomberos y la policía fueron los primeros en llegar al enorme cráter de la colisión: sólo había carbonizado la maleza seca del lugar deshabitado y sin árboles donde había caído; la tierra humeaba en un diámetro de trescientos metros a su alrededor y los servicios públicos de emergencia detuvieron sus vehículos al explosionar los neumáticos; dieron marcha atrás con las llantas en el suelo para alejarse del calor infernal que desprendía la corteza terrestre; desde una alta loma divisaron con prismáticos el cuerpo celeste; era del tamaño de un vehículo, de forma oblonga, cubierto en su totalidad por miles de polígonos hexagonales de idéntica dimensión; era un cuerpo palpitante, con energía propia en su interior, de su gran estructura cristalina, transparente, iban aflorando, como latidos de un corazón interno, todos los colores del arco iris a intervalos precisos.
Ninguno de los miembros del equipo podía articular palabra, sus cuerdas vocales estaban paralizadas; emitían sonidos incomprensibles con los ojos brillantes de admiración y subieron a sus vehículos de vuelta a la ciudad con las llantas en el suelo.
Al llegar a la ciudad comprobaron que la energía eléctrica se había cortado, la gran luna llena mostraba los rostros de los transeúntes que se llevaban las manos a su garganta, tosían y se comunicaban entre sí con gestos evidentes de que habían perdido el habla; sólo los edificios oficiales y públicos estaban iluminados por generadores de emergencia.
Las calles principales quedaron colapsadas por el tráfico, los agentes de tráfico se emplearon a fondo para dejar los carriles de taxis y autobuses libres y pidieron a los conductores que mantuvieran la calma ante la gigantesca nube de polvo que caía sobre la ciudad, cerraran las ventanillas y esperasen la recuperación de la energía eléctrica. La noche se hizo eterna... Al amanecer el día, el polvo estaba asentado sobre el asfalto, la corriente eléctrica y las telecomunicaciones habían vuelto a la normalidad y los equipos de limpieza se esmeraban en evacuar aquella capa de polvo.
Los hospitales estaban saturados de gente que había perdido la voz. Los médicos explicaban por escrito que ninguna persona presentaba patología alguna, tras ser sometidos a exhaustivas pruebas; sólo un leve enrojecimiento e inflamación de la laringe por la escasa radiación detectada en las calles como en el interior de las viviendas; su pronóstico era favorable, pues iría desapareciendo conforme cediera la inflamación.
Una vez enfriada la tierra, científicos de todo el mundo, hacían cola para observar lo que parecía un gigantesco diamante con energía propia de colores; se utilizaron todos los medios técnicos de análisis y medición, potentes rayos láser y radares de control radiactivo, complejos detectores de composición y estructura química, científicos de disciplinas variopintas con los más modernos sensores tecnológicos se vieron abatidos y derrotados ante la inutilidad de sus aparatos para sacar alguna conclusión que no fuera más allá de la simple vista humana y tacto para deslizarse por aquél magnífico cuerpo más suave que la seda, sin grietas, fisuras ni rozamientos !increíble¡ la densidad de masa de aquél cuerpo era tal que, enormes grúas que intentaron sacarlo del cráter partían sus gruesos cables de acero o reventaban sus bombas de presión de aceite.
La gente que se acercaba al lugar en masa, quedaban sorprendidos ante aquél corazón palpitante que les devolvía su voz y proyectaba en sus espíritus la mayor paz espiritual que habían sentido, mezclada de dicha y deseos de compartir los más nobles sentimientos del alma humana; era un corazón vivo, llegado de alguna galaxia remota para extraer la crueldad, la ruin mezquindad egoísta, el instinto violento arcaico de la faz de la tierra y expandir con su energía nuevos valores de armonía, paz y equidad, en un mundo en descomposición.
El corazón de la tierra, como fue llamado por la voz de un niño que aplaudía con ojos brillantes de alegría, contagiando a la multitud presente, sería el nombre fijado definitivamente por el pueblo para su querido meteorito.
Un año después, tras recibir peregrinaciones de todas partes del mundo, de todas las culturas, extractos sociales y religiosos, que recibían la saludable luz de la bondad, el corazón seguía emitiendo sus mismas pulsaciones lumínicas, pero su densidad de masa unida a la fuerza gravitacional de la tierra, lo fueron hundiendo lentamente hasta desaparecer bajo la corteza terrestre; según lo científicos, llegaría directamente al núcleo de la tierra sin fusionar con él, pues era un material incombustible; sus hondas electromagnéticas seguirían aflorando hasta la superficie de la tierra, otorgando a sus habitantes ese halo interno benefactor que cambiaría la organización del mundo hacia una mentalidad superior de la especie humana en pro del bienestar de los seres vivos y su amado planeta.
El lugar del cráter fue reforzado y circundado por una potente estructura de hormigón y gruesos cristales transparentes para observar la concavidad del corazón; se construyó un amplio edificio para albergar a las numerosas personas que siguieron visitando en la gran plaza central la memoria viva del corazón de la tierra... Se acabaron las guerras, las cárceles y ejércitos dejaron de tener sentido, la sociedad se hizo más global y la solidaridad mundial hizo desaparecer el hambre en el mundo; el hombre comenzó a amar y respirar la naturaleza como nunca antes lo había hecho.









                                         EL NIÑO Y EL CARNAVAL




pedrito estaba muy contento; era la semana del carnaval y sus padres le habían regalado un lindo traje de payaso. Con ocho años se miraba en el espejo de salón y se veía de cuerpo entero, con sus grandes zapatones, su ropaje ancho, flotante, ligero; su narizota roja, sus pinturas de colores en todo su rostro camuflaban su identidad, se reía a carcajadas y llamaba con sus manos, con gestos envolventes, a todos los niños imaginarios del mundo, inventaba piruetas, daba saltos, hacía muecas graciosas y se veía en medio de un escenario rodeado de chiquillos de su edad, que aplaudían y vitoreaban su nombre.
Sus padres habían salido de compras y el niño estaba solo en casa, a sus anchas, imaginando como irían vestidos sus amigos y la escena de teatro que interpretaría en el colegio ante un gran público de adultos y menores...

De pronto, el espejo se iluminó de una potente luz blanca y de él salió una voz suave y melodiosa , que dijo: pedrito, no te asustes, pues yo soy el carnaval, el amigo de todos los niños y puedo mostrarte a través de este espejo escenas, escenarios y personajes de todas las épocas y costumbres que han celebrado la fiesta que lleva mi nombre.
pedrito- carnaval, tu voz es muy amable y cariñosa, ya me siento calmado y quiero ser tu amigo
¿ por qué crees que la gente se siente más alegre y desenvuelta, como si hubieran alcanzado una libertad que no muestran en su vida cotidiana? ¿ por qué las personas no pueden ser siempre así, como se muestran de verdad tras sus múltiples disfraces?
carnaval- hijo, ahora te encuentras en una edad en que no necesitarías disfraz alguno para ser tú mismo. Te diviertes con tu disfraz porque te sientes ajeno y extraño a ti mismo; en cambio, los adultos llevan un disfraz en su vida diaria porque son actores de sí mismos en un mundo desigual, lleno de convencionalismos aprendidos para poder subsistir en el entramado social.
Para que me entiendas, ellos son actores en la vida real, se desenmascaran y se vuelven auténticas personas en la fiesta del carnaval, en esa tregua donde cada uno actúa y libera su espíritu de acuerdo a lo que realmente siente y quisiera ser. Tú, en cambio, que aún no has caído en la fina telaraña del hipócrita entretejido social, eres tú mismo con tu fantasía, tu imaginación y creatividad sin adulterar.
Los niños, al contrario de los adultos, interpretáis a personajes ficticios según se derivan de vuestra ilusión; los adultos, a través de sus disfraces, se desnudan a sí mismos.
pedrito- he observado, carnaval que, los adultos siempre utilizan trajes y caretas que simulan personajes de la vida social humana adulta, con escenas y costumbres apropiadas a sus aspiraciones individuales ¿ es que no tienen imaginación para convertirse por unos días en seres distintos de lo que son, como hacemos los niños, en estrellas, árboles o frutas, en animales de todas las especies, en ángeles, cometas...?
carnaval- ellos , los adultos, tienen asumida una escala de valores de ambición, poder, riqueza, ostentación, perpetuados a través de muchas generaciones y que solo son válidos entre individuos de su misma especie, por lo que sus disfraces son humanos, desprovistos de toda creatividad; por unos días pueden ser príncipes, truhanes, mendigos, presos, banqueros, famosos de toda índole.
Te preguntarás cómo a alguien le gustaría ser preso , mendigo o pobre; no lo hacen como muestra de compasión o reivindicación de derechos, sino porque bajo ese disfraz que en la vida real supone un suplicio, se sienten más libres y ufanos de saberse lo que no son apariencialmente; se intercambian la hipocresía de la vida real con la que le otorga el carnaval. así, de la vida real al carnaval subyace una continuación de comedia donde alternan o intercambian sus papeles de actores, una tramoya donde descargar sus pasiones e instintos reprimidos.

pedrito-¿ que te parece si hablamos solo de nosotros y me muestras en el espejo cómo se divierten los niños del mundo durante el carnaval?
carnaval- así lo haremos, hijo, pero quisiera hacerte antes una pregunta:¿ ese traje de payaso era tu disfraz ideal o fue comprado por tus padres para ti, con intención de que representes el papel protagonista en la escena del teatro escolar?
pedrito- ¿ cómo lo sabes? mis padres hablaron con los profesores hasta convencerlos de que yo tenía cualidades para ser el personaje principal; a mí me hubiese gustado el disfraz de un perrito; tenemos uno en casa y son encantadores, me saluda, juega conmigo, le hablo y me entiende, nos abrazamos cuando llego del colegio como dos verdaderos amigos. Ni el ni yo pedimos nada a cambio de nuestro amor mutuo.
carnaval- te entiendo, hijo, los animales y los niños tenéis en común un amplio abanico de emociones y sentimientos innatos, que brotan de vuestros corazones como las flores en primavera, de la humildad y bondad intrínsecas al mundo natural que no ha sido corrompido por el ser humano adulto.
Ahora, veremos a través del espejo varias escenas de la fiesta del carnaval, además de las que tú me sugieras...
Fíjate en esa tramoya que discurre en un gran salón de una mansión de lujo de las afueras de la ciudad; todos bailan al son de una música de baladas románticas; allí está reunida la mayor parte de la élite poderosa y rica de la ciudad; van engalanados con sus mejores trajes y vestidos, solo llevan un símbolo de carnaval en sus rostros: un simple antifaz que deja parte de su cara al descubierto.
Todos se conocen, intercambian parejas y no tratan de aparentar nada extraordinario; son actores consumados aquí y en la vida real, van muy erguidos y orgullosos, casi insolentes, dialogan con sus mejores dotes seductoras, tratando de entresacarse mutuamente secretos morbosos, maliciosos, picantes, que enciendan sus risas blancas y astutas... han acabado el baile, se dirigen al impresionante comedor con una larga mesa cubierta de manteles de seda y manjares exóticos, servidos por una docena de criados. Todos se quitan sus caretas y emiten carcajadas como si acabaran de reconocerse unos a otros...forma parte del ritual hipócrita. Feliz fiesta.

Detengámonos ahora en esa llanura del desierto africano; es una aldea de chozas de palos y lonas; los niños van desnudos,