miércoles, 9 de enero de 2013

RELATOS DE HUMOR

                                             


                                              EL DUELO Y LA VIUDA



El difunto lleva doce horas en el tanatorio, metido en caja con el cuerpo y cara destapada, y separado por una mampara cristalina del público, que pasea en procesión para observar su mortaja de rostro resignado  y adusto; algo maquillado para darle un color más vital.
Toda la gente del pueblo conocía y desestimaba al difunto, con salvedades como siempre en la vida.
Este hombre dejó viuda sin hijos, pues no los tuvo.
En su vida fue aprendiz de todo y maestro de nada, ya que no cuajó en ningún oficio que gozase de su aprobación, excepto el circo.
Fue estudiante, camarero, jornalero del campo, peón de albañil, ayudante carpintero, zapatero remendón, ensayó las tijeras de peluquería con mal acierto y peor atino, traficó en varios casos de corrupción siendo concejal y hasta fue camellero de tabaco rubio y hachís. No pagó cárcel por ser delitos menores
 y estar limpio de antecedentes.
Finalmente acabó en un circo como presentador y animador del público, pues tenía una verborrea fácil, seductora e irónica que asentaba la predisposición y el buen ánimo en la gente para mantenerlos atentos al espectáculo. Su muerte se produjo por un altercado con el domador de leones, pues éste, viendo el interés de Armenio por aprender el oficio, le dijo que no jugase con su vida y se dedicase a su papel de payaso; se cogieron de los cuellos y se aporrearon uno al otro, con lesiones de tipo leve. Fueron separados por sus compañeros y conminados a mantener la unidad familiar del circo.

Armenio entró un día,en el camarín del domador, estando éste ausente y cogió el látigo y la llave de la jaula de los leones, dispuesto a aprender el oficio por sí mismo y en breve.
Se encerró en la jaula y un compañero daba grandes voces para que saliera de aquél suicidio.
Los leones,tranquilos y recostados, fueron desafiados con el látigo por un desconocido ante su vista y olfato.
No le dio tiempo a emitir ningún sonido, porque la leona, echada sobre un alto podio, al verse castigada sin razón por un latigazo al aire, que descargó inexperto sobre ella, saltó como un rayo desgañitando la yugular y parte del cuello del aprendiz, que desangró su valor en pocos minutos.
Por ello, el difunto mostraba una ancha bufanda alrededor del cuello, a pesar del calor veraniego.

La viuda, Aurora, presentaba un temple firme y sereno, resignada ante la adversidad. A sus cincuenta años, aún reunía los rasgos de la que había sido la mujer más bella del pueblo. Atendía las condolencias y comentarios con una paciencia y generosidad encomiables; era hija de un general retirado y las más altas personalidades de la villa pasaron a darle las condolencias y animarle su espíritu:

Alcalde- siento mucho tu pérdida, Aurora; pero él está ya en paz con dios y tú estás limpia de pecado, porque le trataste como a un hijo descarriado, con la compasión y paciencia de un monje en el desierto.
Te casaste enamorada, cierto, pero las travesuras de hombre inmaduro, sus veleidades y desatinos en todas las facetas de su vida, errante e inconformista siempre, inconsistente y variable en su personalidad, pendenciero y engreído, parlanchín y comediante, han hecho de tu vida una travesía llena de humillaciones e infamias, a causa de quién debió luchar por ensalzar tu figura a lo más digno y honorable de esta villa.
Ahora, tenemos tú y yo la oportunidad de rehacer nuestras vidas juntos, pues yo soy viudo como tú y mis hijos viven independientes y casados...

Aurora- agradezco tus condolencias, pero quiero recordarte que estamos hablando al lado mismo de quién está de cuerpo presente, aunque no ya de espíritu. Mi marido ha tenido defectos y mala suerte, pero a mí siempre me trató con respeto y adoración.El único anhelo de su vida, que todos desconocen,  fue ofrecerme un nivel de vida y bienestar adecuado a mi status social antes del matrimonio. toda su vida , que parece errante y de hombre inconsecuente, estuvo determinada por el hecho de alcanzar un puesto en la sociedad que dignificase e hiciese honor a lo que el pensaba que yo merecía. No supo o no quiso asentar en ningún oficio que no respondiese a las expectativas que el soñaba para mí. Pasamos apuros económicos, noches de insomnio, días desesperados, pero siempre conseguía algún regalo y una frase cariñosa para devolverme la ilusión de la dicha. No tuvo suerte, no fue hombre culto y estudiado, pero me amó con fidelidad hasta el último día de su desgraciada existencia. Mi mesura, entereza y aparente frialdad, ocultan un torbellino de emociones que desahogaré en mi soledad cuando todo este ritual de masas haya pasado. continuaré el resto de mi vida junto al recuerdo de su compañía, en atención a su memoria
Alcalde- siento haber herido tus sentimientos, pero tú sabes que esta villa no tenía a tu marido en los altares, precisamente. de todos modos, tu eres la mejor juez de tu vida familiar. Paz a Dios por su alma y fuerza a ti para pasar por este trance amargo.

Médico de la villa- ¿ qué tal Aurora? ¿cómo lo llevas? Déjame que te tome el pulso, aunque te veo muy sosegada y sobrellevando el drama con buen espíritu.
Aurora- ante la muerte sólo cabe un gran respeto al difunto y mantenerlo vivo en la memoria. Ya no caben aspavientos ni lágrimas desesesperadas. es un acontecimiento natural e irreversible que conlleva la propia existencia. ha sido trágico por las circunstancias de suceso, pero, ¿acaso no es cruel para todos pasar de un ser consciente a la nada más absoluta? La muerte es una injusticia de la naturaleza, por destruir aquello que ella misma crea y sustenta con esperanzas vanas y traidoras.
médico- comprendo tu estado de resentimiento hacia la vida, pero piensa que puede haber una vida para la consciencia del alma, después de la vivencia en el mundo, tan desconocido como el que nos puede esperar.
 No es solo  cuestión de fe religiosa, sino también de lógica racional e intuición.
De cualquier modo, tu difunto cónyuge está ya en paz infinita, tras haber llevado una vida continuamente en el alambre y dando palos de ciego. ha pasado por todos los oficios conocidos y de todos ellos salió sin provecho ni experiencia.
Todos los maestros que tuvo pusieron lo mejor de sí mismos para encauzarle e inculcarle los dignos valores y ténicas de sus profesiones milenarias, respetadas y demandadas en todo el mundo. en ninguna puso su interés porque creyó que la humildad de ganarse la vida y el sustento de su familia, a través de trabajo manual, no cubría sus aspiraciones de ser un hombre distinguido y adinerado, quizás, y lo puedo comprender, para corresponderse con el extracto social de donde tú provienes.
Yo he visto más desdichados entre ricos y afamados, que en cualquier jornalero, satisfecho cumplidor de su trabajo y mantenedor de la armonía y la subsistencia humilde de su familia. con ello no voy a darte lecciones sobre la vida, pero a tu marido le pudo la soberbia y querer saber, ignorándolo todo, más que sus propios maestros. Con todos mantuvo algún conflicto y salió trasquilado, pues las heridas morales duelen más que las físicas, aunque el aparentase lo contrario por su pendenciera naturaleza. ha sido una calamidad en su vida
y...
Aurora-! vaya ánimos que me dais¡ Si el difunto nos oyera diría que no hay perdón ni después de la muerte, tras la retahíla de monsergas. Pues !valga¡ que cada hombre luche en su vida y busque su destino como le sea posible y plazca. ! se acabó mi mojigatería¡  Voy a ser clara y contundente con aquel que ose menospreciar la memoria de quién no ha trece horas que entregó su alma.
¿ quizá tu mismo, doctor, puedes hablar de moralidad personal o ética profesional?
Todo el pueblo sabe que tu mujer te la pega con el representante farmaceútico y llevas tu ornato en la testa como quien lleva una gorra; en todas tus salas de espera no se habla de otra cosa y eres mofa de tus pacientes.Tu lo llevas con estoicismo, aguantando el vendaval como si no hubieras visto nunca llover.
¿ qué dignidad es la que tu pregonas? Qué pasa con la ética cuando tratas en tu consulta  al común de los mortales con la ligereza de una fregona que limpia el suelo y te entretienes en detalles y minucias de análisis, radiografías, ecografías y todo tipo de auscultaciones en tus pacientes de primera, como son los banqueros, comerciantes, cargos públicos y demás gente de influencia. Es una vida más hipócrita y mezquina que la que llevó mi marido a pelo descubierto y a los cuatro vientos, por muy criticable que sea
Médico- ! Aurora¡ nunca había visto tal enojo y pérdida de compostura en tus maneras.El refrán lo dice, dos que duemen en el mismo colchón guardan la misma condición.
Aurora- es cierto eso y me siento orgullosa de haber mantenido la lealtad, el amor y la fidelidad con aquel que ha vivido bajo el mismo techo y en la misma cama conmigo. No puedes decir otro tanto de la tuya, pues tus sábanas huelen a perfumes ajenos más que a propios. Ahora, te ruego abandones el velatorio , pues tu no has venido aquí a duelo de difuntos, sino a revuelo de cotillas.
Salió airado y sonrojado del tanatorio

Banquero- recibe mis condolencias, Aurora. El difunto ya no siente ni padece, pero te has quedado con la penitencia de sus deudas y el desbarajuste que ha ocasionado en tu existencia.Dios acoge a todas las almas pecadoras y eso pido al altísimo por él, pero ahora es tu vida la que pende de un hilo, pues te dejó sin recursos y sin descendencia para que cuidasen de ti. Que más quisiera yo que hablar bien del difunto, pero con todo el mundo tuvo sus roces y puyas. es una villa de costumbres fuertemente arraigadas y tu difunto fue un hombre libertino y destechado, provocador y burlesco en sus maneras y arbitrario en su contenido, pues nunca hubo solidez ni sobriedad en sus criterios sobre su relación con los demás.
Fue gran jugador y mal perdedor, bebedor pendenciero y agorero de malos presagios.
En fin, fue ateo y perturbador de los fieles creyentes. Por ello requiere de más recios rezos que cualquiera.
Contigo, dice todo el mundo que hizo lo mejor que supo, aunque quisiera yo saber cual fue su arte, pues sería el único reconocido que te mantuvo fiel a la miseria de su vida; después de haberme despreciado a mí como a tantos otros hombres cultos, honrados y pudientes de la ciudad.

Aurora- para mis ascuas de cocina se queden las sabidurías honradas y los rancios billetes, arañados de avaricia y rejuntados con sudor ajeno y oscuras intenciones.
¿ cómo te atreves a hablarme de honradez y de fe cristiana? Tú, precisamente, que violaste a tu sirvienta, dejándola embarazada y negándote a reconocer al único hijo legal que te corresponde por derecho natural, pues tu mujer era infertil y murió sin descendencia, que en paz descanse.
Por soberbia estúpida de linaje, te niegas a declarar ante Dios a tu propio hijo, que ha tenido que abandonar el colegio, siendo inteligente, por falta de recursos de su madre, mientras tu mantienes a tus sobrinos a barba de príncipe, necios y holgazanes, a quienes has nominado en herencia de tus propiedades.
Siendo ateo, mi marido ha sido menos desleal ante Dios que tú; él no reconoció ninguna religión, pero tú que la profesas, la arrastras a la indecencia y la traicionas por la espalda, a ojos de Dios, que ve claramente la obra injusta y depravada de  tu vida; y ya no hablo sólo de hechos de tu vida privada, sino de la pública y oficial, que es tan denigrante o más que la otra, pues utilizas por medio de un banco, los pequeños ahorros de los humildes para dar créditos fáciles a los magnates y poderosos, denegándolo a los más desfavorecidos por la vida, que piden un préstamo para un techo bajo el que vivir o pasar un mal trance de la vida.
¿qué bandera moral propia o de ética profesional puede levantar un hombre que esquilma a los pobres para engordar a los ricos y a sí mismo, contradiciendo la palabra de Jesucristo y escondiéndote como diablo tras
la cruz?
En cuanto a las artes de mi marido, fue un amante ideal, compañero de fatigas y amigo en la escasez; he sido afortunada en la dicha espiritual de tener a un hombre a mi lado que desbarataba con los versos más hermosos que he oído y con las caricias más dulces que he recibido ni recibiré jamás, todos mis pesares y hábitos de amargura existencial, contraídos en mi rancia familia de época de soltera.
Contigo hubiese sido una mártir desgraciada, pues soy infértil  como lo fue tu mujer, a la que pusiste a los pies de todos los caballos posibles para indicarles cuál era la responsable de un desgraciado matrimonio sin descendencia. Sal despacio del velatorio y con la cabeza gacha, pues sé lo que tú crees que no sabe nadie más que tú. Salió trastabilleando y mirando al suelo para no caerse.

Comerciante- Te presento mis condolencias, Aurora, y créeme que te acompaño en el dolor, pues fue un hombre que, a pesar de su personalidad abrupta, regaló con sus versos y palabras de esperanza a las más humildes personas de esta ciudad. Siempre estuvo al lado de los pobres en sus peores momentos, ayudándolos materialmente con lo poco que tenía y reforzando su aplomo para afrontar su desolación.
Muchos ignoran que pedía en los establecimientos comeciales los productos caducados o impresentables a los clientes para repartirlos entre bagavundos  y gente pobre de solemnidad.
Fue un alma intempestiva entre los fuertes, intolerante ante los hipócritas y bondadoso y humilde con los más débiles. No tuvo buena fama entre la mayoría de gente, pero el rocío que desplegó su alma en los vericuetos más íntimos de aquellos espíritus donde caló su generosa bondad, tiene más valor que cualquier privilegio, de haberlo alcanzado, bajo el presupuesto de la apariencia de un hombre aquilatado por su fachada de rctitud, costumbres respetables, pero de alma falsa, corrupta, indecente y desleal a sí misma.

Amó su libertad por encima de todo y no aceptó ningún yugo que amordazase su naturaleza espontánea, directa, leal y enemiga de toda condición humana dúctil y maleable
Debes sentirte orgullosa por sus valores inquebrantables de libertad e insumisión a toda norma o ética ficticia, que pretendiera insertarlo en el rebaño social. Fue libre y murió enfrentándose al anhelo de libertad de un animal salvaje enjaulado. Vivió y murió bajo las premisas que le dictó su voluntad sin imposiciones de nadie. Que en paz descanse.
Aurora- me sorprenden tus halagos hacia un difunto que en vida despreciaste como los demás adinerados de esta urbe. Los comerciantes tenéis una verborrea fácil, sin escrúpulos y doblemente hipócrita, pues alabáis las virtudes de vuestros clientes con descaro e ironía para seguir criticándolos después ante otros clientes y vuestros colegas de oficio.
Ciertamente, sois los peores parásitos, junto a los bancos, que ha conocido la humanidad.  Sois los intermediarios entre el sudor de los que producen de la tierra el sostén de la humanidad y los consumidores, a los que triplicáis el precio de los artículos sin saber lo que es doblar la columna y sentir el sudor correr por vuestro cuerpo, bañando la tierra que nos otorga los alimentos con los que traficáis.
Si mi marido fue bondadoso con los pobres, en sus escasas posibilidades, han de decirlo ellos y no tú, pues llenas los contenedores de productos perecederos antes que ofrecerlos a la caridad pública y dudo si alguna vez que otra atendísteis las demandas de mi marido los cofrades de tu gremio, a los que Dios, si existe, pedirá saldos y cuentas.
Pero tú has venido aquí con tus suaves palabras para que yo me haga cargo de las deudas de mi esposo y , !esa¡ !móntate aquí en mi dedo si lo consigues¡
El difunto fenecido lleva sus deudas consigo. y, ahora, a la paz de los justos, hermano.

El domador de fieras- le ofrezco mis condolencias por la tragedia de su difunto, ya en paz de Dios.
Tengo un pellizco clavado en mi corazón por haberme dejado abierta la puerta de mi camarín aquel día aciago.Él estaba interesado en aprender el arte de domador, una de las principales atracciones del circo.
Yo le dije que por ahora no había más apaciguador de fieras que mi látigo y yo, y debía esperar mi retirada, próxima ya, para enseñarle el oficio y conseguir una de las atracciones mejor remuneradas y elogiadas por el público.
Tuvimos nuestros altercados porque era hombre impetuoso y me hirió en mi orgullo diciéndome que era un viejo pedernal para estar entre fieras y que dejase paso a un aspirante más joven que el. Yo le dije que no aspirase a ser más que payaso y nos aporreamos con lo que tuvimos al alcance. Le herí en una oreja y el me partió dos dientes del maxilar inferior. La reparación me ha costado días de sudor entre las bestias, pero no le guardo rencor porque fue una cuestión de honor entre hombres y cada cual recibió lo suyo.
Él tampoco hubiese guardado rencilla, de estar vivo, porque era un hombre que actuaba por impulsos irrefrenables de los que luego se arrepentía.
En fin, señora, en esta vida, hasta un bocado de pan hay que defenderlo y disputárselo con el vecino.
No me extenderé más sobre esta cuestión, pues estará usted cansada de tanta condolencia ajena añadida a su pesar. Dios le guarde entre sus santos mártires por su arrojo y valentía.
Aurora- hay algo que me tiene intrigada en los hechos acaecidos el día de difunto.
Usted, según mi marido contaba de su vida en el circo, era celoso y receloso en su secreto profesional de domador y el dueño del circo ya había hablado con mi esposo sobre su sucesión en el espectáculo leonino.
Usted no lo ignoraba, como sabía también que el dueño le había dado instrucciones para que fuese transmitiendo las artes de su oficio al aprendiz. Sólo le dejó entrar en la jaula con usted, en dos ocasiones y nunca le enseñó a utilizar el látigo, pues era como un fetiche sagrado. nunca puso la más mínima voluntad de inculcar a su alumno las virtudes y cualidades para manejarse entre bestias salvajes.
¿ por qué, sabiendo que un hombre se juega la vida al encerrarse con tres leones y dos leonas, no puso todo su empeño y voluntad en advertir y preparar para el peligro a quién iba a sucederlo?
Se lo diré yo: usted tuvo la suerte de tener a un maestro honrado que le instruyó al dedillo sobre el manejo del oficio, sin saber aquél, que estaba delegando su saber en alguien desconfiado, egocentrista, encumbrado vanidoso que creyó que los costurones de su cuerpo eran solo heridas de profesión y no de las garras del tiempo, que no perdona.
A duras penas podía manejar el látigo y los felinos olían ya a chamusquina de debilidad anciana, evento que la naturaleza salvaje ataca sin miramientos. Prefería morir entre rejas y fauces antes que ceder su puesto.
Por eso, usted que cerraba con doble llave su sagrado camarín, dejó la puerta abierta aquel día aciago para que el furor de mi marido cayese en la trampa mortal que tú, cobardemente, le habías tendido.
Mi cónyuge no cogerá más tu látigo de la muerte y tú serás devorado por las mismas bestias que atacaron a mi difunto en su arrojo, pero serás despedazado porque esos animales huelen en ti el olor de carroña traidora y corrompida.
Él ya está en paz con Dios, pero tú llevas la corrosión del remordimiento clavada en tu conciencia, sabes que los del circo lo sospechan, no toleran actos miserables y te juzgarán con sus leyes, peores que las comunes.
Por mi parte, que purgues tu crimen donde Dios más convenga.
El domador estaba pálido, descompuesto y sin palabras.Salió con paso vacilante y la mirada opaca y perdida en un horizonte interior cerrado y tenebroso.

Párroco- !ay, Aurora¡  ! cuánto he rezado por las almas inconfesas de tu difunto y la tuya propia¡
Dios acoge las de todas sus criaturas, aunque sean renegadas de la fe. Pon tus manos sobre las mías y recemos juntos por el difunto que está ante nuestra presencia para que el altísimo lo admita en su seno sin tener que pagar purgatorio.
Mañana a las diez diré misa solemne en su nombre y tú podrás purgar tus pecados ante confesionario y altar.
Los pobres da la ciudad, hecho que nuestro padre celestial tendrá en cuenta a la hora de juzgar, han comprado una humilde corona de flores que está bendecida y depositada en la iglesia para acompañar al difunto en su entierro.
Tiene doble valor, pues es una ofrenda de los pobres, a quienes Jesucristo ensalzó en sus oraciones, y está dedicada con una cinta, en la que puede leerse:  desde los humildes para un hombre de Dios.
Ellos, en su fe católica, han bautizado cristiano a tu marido, a través de su amor. Han rogado a Dios por su salvación mejor de lo que podemos hacerlo cualquiera de nosotros.
Estrecha mis manos y apoya tu cabeza en mi pecho para desterrar pos demonios interiores que te atormentan.
Aurora- si alguien merece mis plegarias son esos mismos pobres a los que tú relegas a la puerta de la iglesia, mientras ofreces los mejores asientos y poltronas a las almas más corruptas y despiadadas de la ciudad.
Ellos sueltan buenas dádivas para la iglesia y orondos regalos para comprar tus oraciones.
No hay hipocresía más denigrante que la fe católica en el modo en que tú y todos los vástagos de la jerarquía eclesiástica la profesáis.
No creéis en vuestro Dios y difamáis su nombre en vano, diciendo lo contrario de lo que hacéis.
Sois holgazanes y parásitos de una secta embaucadora de los más nobles sentimientos humanos, llenándolos de demonios y criaturas infernales ficticias, para proseguir pregonando que queréis extraer del espíritu aquello mismo que habéis inoculado.
No hay mayor perversión que la de haber utilizado la imagen verdadera de Jesucristo para esconder el cuerpo de serpiente venenosa que componéis desde los sacerdotes hasta el papa, erigido por su cuenta y riesgo en sucesor de Pedro, discípulo de Cristo. Habéis creado una moral católica contraria a los principios del hombre que murió crucificado, llena de complejos y culpabilidades contrarias a la propia sensibilidad  y emociones más naturales del hombre, incluida la libertad de espíritu, de sentir a Dios sin desfiguraciones o enmascaramientos, encaminados a sojuzgar y limitar la voluntad y pensamiento genuinos y libres del ser humano al nacer.
Habéis sembrado de pedruscos un sendero anterior liso, llano y recto que conducía por sí mismo a la comunicación directa con Dios.Esos obstáculos fueron puestos para que el hombre asumiera que había que esquivarlos y pedir perdón por tropezar con trampas creadas.
Tú eres una de las escamas de esa serpiente y no quiero rozar unas manos de fémina falsas, hipócritas y mezquinas. Mi marido será enterrado sin misa, ni sacerdote, acompañado por aquellos que libremente quieran lanzar una última frase de despedida, entre la tierra y el cielo, bajo el sol del universo, en el humilde camposanto de las afueras de la ciudad.
olvídate de que yo te cuente mi vida y tú la perdones con una hostia blanca de trigo, zorro ensotanado.
El cura se despidió como pudo y la honra fúnebre tuvo lugar como Aurora había adelantado, sin párroco ni ceremonias.
Sólo los pobres y humildes de espíritu acudieron con agradecida sinceridad y su corona de flores al acto del entierro, bendecido por el cielo azulado de una mañana de junio.






                                                                LAS  CONFESIONES



Herminio es un párroco de setenta y cinco años de edad que regenta la iglesia del mayor barrio de la ciudad.
Sus años, muchas misas, comuniones, matrimonios, defunciones, tantas tareas a lo largo de tantos años, han mermado su salud y se siente con una tosecilla algo purulenta que lo tiene bastante menguado. el obispo  ha mandado a un novicio para que le sirva de ayudante y vaya cogiendo las artes de la liturgia y demás quehaceres del ámbito eclesial.
Es un chico jovial, dicharachero y socarrón donde los haya. Gusta de burlas y bromas pesadas sin reparar en las consecuencias: el primer domingo ha sido presentado a misa como el hermano menor Afrasio.
Como aún no viste la túnica sacerdotal, la liturgia sagrada ha de transmitirla el anciano, quedando para él la confesión, repartir la comunión y ayudar en eventos de bautizos y bodas; además de pasar la cestilla para la limosna.
El segundo domingo ya había cogido alguna confianza con los feligreses y se sentó al confesionario dispuesto a sonrojar a más de uno y una.
Recibida la primera creyente, de unos sesenta y cinco años de edad, se dirigió a ella con voz pausada e incisiva:
Afrasio- ¿ qué, señora, cómo llevamos la lealtad y la fe de Dios? Usted sabe que el secreto de confesión ampara cualquier desvarío, por peluznante que nos parezca; hable como si estuviera dirigiéndose al altísimo; yo soy discípulo suyo y sobre mis hombros recae la responsabilidad del perdón ajeno.
Feligresa- señor Afrasio, disculpe mis lágrimas, pero tengo un clavillo en el corazón, que cuanto más avanzo en edad, más daño me hace.No me atreví a contarlo a Herminio porque es serio y de pocas palabras y nunca me animó, como usted, a descargar toda la pecaminosidad de mi alma y por propio temor a que esto no pudiera ser perdonado en esta vida, sino en la otra.
Afrasio- cuando el sacerdote entra en confesionario, Dios trasciende nuestro espíritu y al aplicar el perdón, es él mismo quien lo pone en nuestra boca y créame, no hay pecado en este mundo, por horrendo que nos parezca, que nuestro padre celestial vea más allá de una simple falta de sus criaturas. Por supuesto, la penitencia que yo imponga, es la que él me dicta y ha de cumplirse a rajatabla para quedar libre de purgas.
Feligresa- el gran tormento de mi existencia es haberle hecho creer a mi marido que el hijo que tenemos es tanto suyo como mío. en realidad padre e hijo se quieren como si lo fueran, pero el verdadero padre murió hace poco; que Dios lo haya perdonado si no confesó su pecado en este mundo. Mi marido no me dejaba en estado de gracia, que sí consiguió aquél de quien estaba enamorada de jovencita. Llevo ocultando mi desgracia, veinte años que tiene mi hijo.
Afrasio- usted ha contribuido a la procreación de la especie. El autor del pecado es difunto, está bajo amparo eterno y no hablará ya. Usted, la coautora, ha solicitado el perdón de Dios que él le concede.
Así que no tiene porqué destapar su secreto, pues su familia está en paz; lo importante, más que los genes, es el amor entre las criaturas, y éste abunda en su familia. Ojos que no ven, corazón que no siente.
Dios lo ve todo y la ha perdonado, así que deje seguir el curso de la vida.
como penitencia, Dios me ha comunicado que deberá azotarse en público durante una semana mientras reza un padrenuestro. Si alguien le pregunta dirá que es en fe de Dios y por la salud de su familia. Afrasio aireó la señal de la cruz y le dio la bendición.
Ella sintió tal descarga emocional, que se fue a preparar el cordado para flagelarse al día siguiente. A su marido e hijo les diría que había sentido la llamada de Dios, quien le había pedido esto para la salud familiar.

ante el siguiente penitente, el novicio pronunció las mismas frases de acogida y sugestión para descargar el alma de diablos internos.
Feligrés- sinceraré con usted, no porque yo crea que Dios está en el confesionario y vaya a perdonar mi maltrecha vida, sino porque veo en usted un hombre noble y de confianza a quien pedir consejo sobre el rumbo de mis perversas andanzas
Afrasio- el mismo hecho de haber pronunciado la palabra de Dios en vano, desconfiar de su capacidad para el perdón y el descaro y desvergüenza con que ha hablado en este recinto sagrado, me deberían poner a cubierto de sus supuestas intenciones sinceras y sospechar que el diablo esconde su maldad en cualquier apariencia bondadosa. Yo soy hombre de dios y, aunque de carne y hueso, he de atenerme a mi profesión de fe, que es confesar y perdonar a cualquier penitente, por escabroso que este sea.
Feligrés- siento haber ofendido con mis palabras, señor sacerdote, pero no estoy habituado a venir a misa y no soy refinado en mis palabras, por lo que pido excuse mi lenguaje. Yo voy a tratar de confesarle como sé,
si me lo permite, mi tormento.
Afrasio- ! adelante¡
Feligrés- en pocas palabras, para no ofender, le diré que soy gran bebedor, mujeriego fuera del hogar, maltratador de mi mujer dentro del mismo, mal educador de mis hijos, pero gran trabajador y amigo de mis amigos y compañeros.
Afrasio- debería ser menos amigo de sus colegas, seguro que de su misma índole y encuadrar sus mejores sentimientos bajo el marco del hogar familiar.
Ellos son los merecedores de su amor y dedicación, son carne de su carne, que es de Dios y a éste ofende usted con sus atentados, bajos y miserables donde los haya. He de hablarle sin pelos en la lengua para que comprenda bien el alcance de sus crímenes. Está usted robando la vida presente y malhiriendo el futuro de su familia. Levantar la mano contra su esposa es de vil cobarde y dejar al desamparo a sus hijos, mientras se somete a la infamia del licor del diablo, es de hombre que ha entregado su alma a éste. A Dios nada se le escapa y está observando su conducta.
El mismo altísimo me ha comunicado la penitencia para perdonar sus horrendos pecados y reconducir su vida por el sendero de un cristiano digno ante el mundo y el cielo.
No deberá pisar un bar en un mes; cuando lo haga, será con la moderación debida al respeto de las buenas costumbres; esto mismo le hará ver con mayor lucidez el tiempo que ha perdido en la infidelidad, teniendo la joya en su casa, le abrirá los ojos acerca de la hipocresía de sus amistades y le mostrará las flores de sus hijos que ha dejado de regar.
Deberá, de rodillas ante su esposa e hijos, pedir perdón a Dios por sus pecados, a diario sobre quince minutos y durante un mes. Entretanto, no deje de asistir a misa, confesarse y comulgarse para depurar su alma por completo.

La siguiente pecadora era una mujer de unos veinte años de edad;  una vez oída la frase de bienvenida, la joven comenzó diciendo:
Feligresa- venía convencida de mi valentía para confesarme, pero una vez ante los ojos  de un hombre de Dios, me avergüenzo y me siento humillada por mis propios actos; tengo un nudo en la garganta que no me deja hablar.
Afrasio- desnúdese, quiero decir, denúdese y suelte pelillos a la mar, que mis oídos están habituados a oír y perdonar costumbres corrompidas, vidas paralelas, oblicuas y obstusas, perversiones, traiciones y crímenes que serían agujas para sus oídos. Descargue sus más crudas pasiones sin reparo alguno.
Feligresa- tengo un novio algo beato, muy seguidor de la fe y costumbres cristianas, a quién he metido en el sendero más depravado y lujurioso, más contrario e indigno , según él, ante los ojos de Dios.
Comenzamos con las manitas, con los besitos, a meter mi mano en su refugio y la suya en el mío, seguimos el rumbo que lleva el éxtasis de la carne, copulando una vez por semana; era insuficiente para mí y acabamos haciéndolo a diario en un apartamento donde convivimos juntos sin bendición de Dios, como él quisiera.
Pecadora de la carne como soy, instigué y persuadí a mi concubino para que probáramos con nuestras bocas y lenguas nuestros más íntimos frutos del placer; no conformes con manteles pequeños, hemos invitado al festín a otras parejas en una orgía descomunal y grosera.Todo por mi sed lujuriosa. no sé si Dios podrá perdonar tanta bajeza moral. Mi novio no se atreve a confesarse porque cree que ha pisado ya el infierno en vida.
Afrasio- lo que peor veo, hermana, en todo esto, no es la búsqueda del placer, que es natural en el ser humano. Todo ser vivo lo requiere para tener un equilibrio emocional completo: Pero debe hacerlo según su conciencia y bajo su propia responsabilidad, sin involucrar a otros en actos que consideran indignos y humillantes. No incitar a nadie a realizar lo que su propia voluntad no percibe como natural o lo desaprueba por cualquier otro sentimiento de moralidad propia. Lo más negativo de todo lo que has confesado es que un hombre de fe, como es tu compañero, se crea en las manos del diablo y se niegue a confesarse. Eso me inquieta, porque un hombre cristiano sabe que Dios perdona y acoge todas las almas, aun no siendo cristianas.O es un hombre muy simple o está ocultando algo más recio que debería confesar sin dilación. Tu pecado lo es en tanto has forzado la voluntad de otros a cometer lo que ellos sí consideran pecado. Por lo demás no has de sentir complejo o culpabilidad. El cuerpo viene a este mundo abierto al placer y al dolor.
Si ambos son naturales no ha de haber salvación en uno o condena en el otro, pues forman parte del mismo cuerpo  y no atentan contra la naturaleza divina que Dios les otorgó. Sólo debes rezar un padrenuestro y pedirte que persuadas a tu novio a confesarse con la misma destreza utilizada para otras artes.

El siguiente suplicante llegó corriendo desde la calle y se arrodilló ante el confesionario, metiendo su cabeza algo más honda de lo normal, por lo que el párroco hubo de recular, diciéndole la frase de acogida.
Afrasio- y añado a esto que haga respeto a los santos y rehaga su cabeza hacia atrás, pues me tiene encogido como a gato.
Varios policías entraron a la iglesia descalzándose la gorra y persignándose, mientras pasaban adelante mirando a un lado y otro, entre los banquillos del edificio sacro.
Feligrés- padre, no me delate, acabo de apuñalar a un hombre que está malherido en la calle. Ha sido por la disputa de una apuesta que él se negaba a pagar, me ha cogido de la solapa y en defensa propia le he cacheado. La policía me persigue, pero el secreto de confesión le tiene a usted maniatado.
Afrasio- hijo de p...Perdón, Dios mío. canalla ¿ vas a amenazarme con el secreto de confesión?
¿quién ha socorrido al hombre herido? ¿ por qué no te has entregado a la policía que se acaba de marchar?
yo mismo voy a ponerte en sus puertas y...
El feligrés sacó la navaja aún sangrante y la puso en el cuello sacerdotal, indicándole que si subía la voz, el secreto de confesión quedaría reservado a un nuevo oficiante.
Afrasio- Tranquilícese, guarde el arma y hablemos como dos mortales que somos.
El criminal dobló y guardó la faca en el bolsillo mientras miraba a los lados. El rincón de confesionario estaba vacío.
Afrasio- el sacrilegio que acaba de cometer, amenazando a un hombre de Dios, dentro del templo de éste debería condenarlo al propio infierno, pero la infinita bondad divina perdona hasta crímenes como el suyo.
¿ cuál es la sangre que le corre por las venas para herir de muerte a un hombre, por un puñado de monedas, aunque le haya cogido del cuello? ¿ no se da cuenta de que en ese trance ha sido poseído por el diablo y ahora se siente aturdido y arrepentido por su acto criminal? Dígame, ¿ ha sido socorrido ese hombre?
¿ en qué parte del cuerpo le ha herido?
Feligrés- ciertamente, ha sido como una posesión; he perdido la cabeza y tajado a mi compañero de cartas en la parte baja del vientre. No creo que sea herida de muerte, pero ahora quien no vive soy yo. Ha quedado socorrido por una ambulancia, pues yo oí sus pitidos mientras huía por las calles seguido de la policía.
Afrasio- maldito diablo, siempre acechante en las disputas para tentar e incitar a las criaturas de Dios a cometer delito violento contra sus semejantes, que es hacérselo a sí mismos.Tranquilícese, su alma no se ha perdido, pero ha tirado por su desvarío parte de su existencia. Ponga sus manos sobre mis palmas y acompáñeme en el rezo dirigido al altísimo: padrenuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre...
Ahora, espere, voy a darle la hostia sagrada. se trasladó al altar y se acomodó de nuevo. El hombre abrió la boca tembloroso y la tomó con lágrimas en los ojos.
Ahora y sin perder tiempo, deberá comenzar su penitencia para salvar y distanciar su alma del mismísimo infierno.
Voy a mandar al monaguillo al aviso de la policía. Usted se entregará en la puerta cogido fuerte de mi mano. No tenga miedo. Yo explicaré a la guardia que ha confesado ante Dios su delito y ha comulgado en su presencia. Si ese hombre no ha muerto, a Dios lo pido, usted pagará de todos modos su pena civil en la cárcel, pero además deberá guardar la penitencia religiosa de estudiar los evangelios, guardarlos en su memoria y transmitirlos al mayor número posible de presos para remendar sus vidas delictivas. No crea que le digo esto sin pena, porque ha sido secuestrado por el del rabo largo y sólo es culpable en la medida que dejó doblegarse la entereza de su firme voluntad cristiana. Yo noto en sus ojos su fe y que quiere purgar su pecado.
El hombre asintió, asumiendo la realidad de lo sucedido y que temprano o tarde tendría que apechugar con ello. fue subido al furgón policial y llevado a calabozo.

La siguiente hermana era una joven viuda de treinta y cinco años, escultural, morenaza de ojos verdes y labios regorditos, bien dibujados con pintura roja.
Llevaba un pañuelo negro sobre su cabeza y se arrodilló en el lugar de los hombres, pues no había visitado antes el confesionario; así que cuando se desveló y su melena suelta bailó hombros abajo, ni la misma virgen aparecida hubiera sorprendido tanto al novato, que se olvidó de revueltas callejeras, traiciones y demás desengaños. No tuvo valor para decirle que el lugar de las mujeres era la ventanita cuadriculada del otro lado del cubículo, donde el se hubiera defendido mejor de aquella mirada que lo traspasaba como si fuera inmaterial y transparente. Primero se puso rojo encendido, desarmado como un niño; luego, al pasar a pálido total, fue cuando comenzó, algo tartalilla, la frase acostumbrada. Aquella fémina había cazado muchos gatos en su vida y sonrió muy levemente ante el agitado desamparo de aquel pobre socarrón.
Feligresa- como imagino, usted es hombre avezado en el oficio y no se sorprenderá de los pecados de mi vida, que usted ha dicho que el altísimo perdonará a través de su persona; comenzaré por decirle que mi vida ha sido muy agitada: he sido libertina por mi cuenta, he probado casi todas las camas más nobles de la ciudad, pero mi mayor pecado fue casarme con un hombre rico y avanzado en años, concretamente setenta,
exclusivamente por su dinero.
Este hombre perdió tanto la cabeza por mí, que me aproveché de la situación y me negué a compartir la cama de matrimonio en tanto no traspasase ante notario, sus bienes a mi nombre. Era tal la fiebre lujuriosa de aquél, ya difunto, que prefirió romper la hucha avariciosa de toda una vida, en favor de aquella ceguera pasional a su edad. No hubo día, en el año que me duró vivo, que no protagonizase un par de asaltos, en regla, a mi cuerpo; por la mañana, al alba y en la penumbra de las primeras horas de la noche. Así que pasaba parte del día durmiendo y toda la noche, después del ataque.
El servicio de su mansión nos ponía deliciosos manjares que él comía a dos carrillos para regenerar energía y seguir el ritmo de acoso; hasta que una mañana, en plena maniobra, le dio un fuerte dolor al pecho y quedó inconsciente.
Era un infarto leve, según me comunicaron los médicos; pero, añadieron que este hombre , a su edad, debía evitar el tabaco, alcohol y las mujeres; o sea, a mí misma si no era con mucha cautela y una vez al mes como mucho. Me preguntaron bajo confidencia médica, si era un hombre muy activo sexualmente. Les conté la verdad. Me dijeron que ellos trasladarían al enfermo la responsabilidad de su propia vida, que sería de la brevedad de una semana, si continuaba el ritmo de actividad que había llevado.
Así que cuando le dieron el alta, él dormía desvelado en una habitación y yo tan pancha en la otra; sólo duró una semana; aquél hombre se avalanzó a mi una noche, llorando, suplicando que vivir sin mí era una muerte más lenta y dolorosa que cualquier otra; consentí esa noche y otras dos más, y ese es mi remordimiento; me ablandé ante súplicas y promesas y murió una mañana en su empeño desatinado.
Por ello, ante ese pesar de culpa por no haber impedido lo evitable, vengo a confesarme y someterme a penitencia para purgar mi pecado.
Afrasio, que ya había recuperado la compostura y reconquistado alguna confianza sobre sí mismo, contestó:
Nunca nadie se había expresado con tan clara exposición de los hechos, ni había oído antes tanta carga inculpatoria sobre una cuestión que más que constituir una infracción religiosa, representa una visión propia sobre la interpretación moral de su actitud frente al fatal desenlace.
Usted hizo todo lo posible para que aquél hombre mantuviera a raya su promiscuidad. Él era consciente de que se estaba jugando la vida y optó por perderla antes que ceder a su instinto.
Nada hay que reprocharle a su comportamiento, salvo haberse casado por dinero y obligar al difunto a poner sus bienes  al amparo de usted. Eso es aprovecharse de un hombre mayor cegado por la pasión y utilizarlo, sin amor, como conejillo de indias para cubrir su avaricia.
Deberá hacer una penitencia que balancee en su favor la justicia y el perdón del padre celestial: Invertirá parte de su dinero en la remodelación de un convento de monjas situado en las afueras de la ciudad, que se halla muy deteriorado por el tiempo y el clima. Las monjas se lo agradecerán en nombre de Dios y usted rezará junto a ellas para liberar su alma de sus pecados. Será una obra que le reportará una gran paz y libertad espiritual.
Feligresa- nunca había oído sentencia con tanto sentido común y encajando como anillo al dedo en mi voluntad de hacer un bien ejemplar hacia los demás, máxime, tratándose de renovar un edificio de mujeres entregadas a la fe y el amor a Dios.
Afrasio hizo la señal de la cruz ante el rostro de la morena y le indicó que escuchase la misa y recibiera el sacramento de la comunión

El siguiente creyente traía una barba de semana, unos andares simiescos y un rostro que nadie querría encontrarse a solas por la noche. Tras haber escuchado la frase habitual que le entró por un oído y le salió por el otro, dijo:
Feligrés- Estimado párroco, yo nunca he estado en misa e ignoro las cuestiones religiosas, pero acabo de salir de la cárcel y me han dicho algunos colegas libres que es de buen agüero, tras haber pasado por lo civil, hacerse bendecir por lo religioso. Y a eso vengo, a recibir su bendición.
Afrasio- usted no es ignorante y sabe lo que significa una confesión y la penitencia aneja
Está en un templo sagrado y conoce el respeto y las buenas maneras cívicas que se deben al mismo, pero ha optado por la desvergüenza y grosería burlesca de quien arrastra en su mochila la delincuencia como norma; el desacato a todo orden civilizado establecido, como bandera de rebeldía, chantaje y amenaza a cualquier persona común de bien, en paz con su conciencia y con los demás.
Si quiere confesarse y guardar penitencia, sométase con humildad a las reglas establecidas en el ámbito sacro donde se halla. Si lo que quiere es simplemente la bendición, yo se la daré, pero habrá usted de digerir sus propios pecados en esta vida si no guarda penitencia.
Feligrés- siento mi forma de hablar, pero usted sabe que en la cárcel, de donde vengo, no se aprenden normas de convivencia y menos aún frases refinadas como las que acabo de oír y comprendo.
Seré sincero porque usted es buen entendedor y yo estoy dispuesto a seguir la penitencia que se me encomiende:
Ni el propio diablo hubiese cometido las fechorías de mi vida, pero yo necesito descargar el peso aplastante de mi conciencia y en usted, pues me ha brindado la oportunidad de redimirme, voy a depositar mi confianza:
yo maté a un hombre por un ajuste de cuentas de droga; a otro segundo porque dejó embarazada a mi hermana y no quiso apechugar las consecuencias; a un tercero, en la propia cárcel, por desafiarme ante mis compañeros de grupo. Ataqué a mujeres, violentándolas por la noche bajo amenaza de muerte, trafiqué con droga desde que tenía quince años, robé en un banco y en multitud de pequeños establecimientos de personas humildes. Me  hallo en libertad condicionada y aún me esperan dos años de cárcel.
Tengo una mujer e hija a las que he destrozado la vida; siento un peso tan terrible en mi alma cuando mi hija me abraza llorando...
El hombre comenzó a llorar de veras, profusamente y con quejidos de dolor, suplicando a Dios que le librase con su muerte de aquellas cadenas y cuidase de su mujer e hija.
Afrasio- estreche sus manos con las mías y pronuncie las palabras que yo diga:
Dios mio, perdona a tu siervo pecador, secuestrado por el diablo y llevado a las lúgubres tinieblas de sus posesiones, encadenado de por vida en su fortaleza. Que se haga el resplandor de tu luz en mi alma, Dios mio, quiero abrir mis ojos a tu bondad y humildad infinitas, caminando por el sendero recto de las mismas, rogarte el perdón y la paz espiritual en esta vida y ganarme, aunque sé que me lo concederás, la paz eterna de mi alma cuando se separe de mi cuerpo en este mundo.
El pecador prorrumpió en llantos aún mas sonoros y besó las manos del sacerdote pidiéndole perdón.
Afrasio- Dios ha perdonado tus graves pecados. Ahora, deberás seguir una vida digna y acorde con la confianza que él ha depositado en ti.
Deberás tratar de olvidar tu vida pasada como si no hubiese existido. En la cárcel hay muchos libros religiosos. Lee la biblia y, sobre todo, aquellos libros que hablen de la vida y obra de Jesucristo. El será tu ejemplo a seguir de aquí en adelante. Tu buen comportamiento en la cárcel facilitará tu salida y dedicarás tu vida a cuidar y entregarles todo tu tiempo a tu mujer e hija, que han estado velando por tu salud y tu vida mientras eras poseso del diablo. Te bendigo en nombre de Dios padre, hijo y espíritu santo. Recitarás oraciones por las almas de aquellos que cayeron difuntos o vivieron los actos de tu violencia.
! que la paz se haga en tu alma¡ escucha la misa y recibe el sacramento de la comunión.
Ahora, ponte de rodillas ante el altar y reza todo aquello que sepas en favor de la liberación de tu alma.

Aquel domingo fue agitado para Afrasio, pues además de tantas confesiones hubo de dar la comunión a todos los confesados y pasar el cestillo de mimbre para recibir limosna.
Su espíritu se sentía más cerca de su vocación, y el acto confesional se convirtió en prioridad suya.
A través de el podía salvar a muchas personas del precipicio...





                                           RONDO DE LOCOS





Los cuatro amigos están sentados en una pequeña terraza del internado psiquiátrico donde se hallan.
Los rayos solares calientan sus neuronas, que se desperezan dispuestas a saludar al nuevo día.
En torno a una mesa circular se miran fijamente unos a otros, esperando la iniciativa de aquél dispuesto a comenzar las largas charlas que mantienen sobre sus asuntos personales y públicos.

Raimundo- este sol que pica tanto sobre nuestras molleras traerá moscas y éstas agua.
Nicosio-No creas, mis huesos, doctores en climatología, no me anuncian temporal
Eleuterio-  yo no estaría tan seguro; mi próstata inflamada avisa nuboso con algunas gotas dispersas
Segismundo- no os engañéis, mi tortícolis me canta chubascos intermitentes, esos de culillo mal asiento, que ni viven ni dejan vivir.

Raimundo-  al margen del tiempo ¿ cómo habéis desayunado hoy?
Segismundo- Es indecente, leche con pan migado, para aprovechar  el que sobra de las comidas. El que quiere lo cata y el que no le da la bendición con el estómago vacío. Así no ganaremos fuerza espiritual para salir de aquí.
Nicosio- Y menos sin dormir. Esta noche, como otras, Blas fue encerrado  con llave en su habitación para impedir que moleste a los demás internos mientras habla solo en voz alta. Hoy tuvieron que inyectarle un sedante a las cuatro de la madrugada, pues gritaba pidiendo auxilio mientras era perseguido por seres extraordinarios. No lo creen, pero yo acerqué el oído a su habitación y oí el trajinar de quienes quieren robarle su alma. Son seres malvados que sólo adquieren forma y dimensión con nosotros, quienes sabemos de su existencia. Las personas comunes no pueden verlos porque carecen de la capacidad mental y sensorial que nosotros poseemos.

 Raimundo- Da pena mirar a mundo tan injusto. No quieren comprender que nosotros hemos traspasado la barrera común racional y nos hallamos en un estadio superior a la comprensión vulgar humana.
A quién, si no a vosotros, iba yo a contar los diálogos que mantengo con difuntos que me cuentan sus experiencias en la otra vida; algunas de ellas parecen increíbles, pero son ciertas como el sol que resplandece. Os contaré las que me ha transmitido un colega del más allá: según su boca, que fue honesta y sincera en vida, allí arriba no hay mucha diferencia del acá abajo. Allá, cada cual mantiene el oficio que tuvo en vida, con la distinción de que los bienes más valorados son los productos que otorga la tierra y cada cual trabaja por sí mismo sin ser explotado. El sustento se basa en el trueque de artículos o servicios de necesidad básica, a cambio de alimentos.
Los bancos, comercios e iglesias son inútiles allí, así que quienes oficiaran en esos cargos son barrenderos de las ciudades, recibiendo a cambio su humilde alimento. Nadie posee más que otro y todos trabajan para
sustentar su vida en un mundo justo, libre y de gran paz espiritual
.
Eleuterio- es admirable esa justicia, pero tendría que verla por mí mismo. Yo creo tu palabra, pero ¿ quién te dice que los difuntos no malforman y fantasean sus palabras ? yo he sido visitado en multitud de ocasiones por los Arpillos, seres que parecen de goma con cara de búho, y no te dejan hablar, pues son parlanchines e insolentes. Sé que son reales, pero ¿ quién los cree cuando cuentan sus historias de aventuras en los bosques, donde habitan con ciudades bajo tierra y naves que viajan por cualquier planeta, en los que conocen a multitud de civilizaciones, describiendo con pelo y detalle sus vidas, costumbres y poderes sobrenaturales ? No debemos fiarnos más que de nuestra inteligencia superior, cual nos marca con destellos luminosos los terrenos baldíos de las tierras fértiles.

Segismundo- llegará un punto en que no nos creamos entre nosotros mismos, por hacer caso de la diversidad de seres que nos visitan cada noche. Yo estoy algo cansado de un personaje indio, con su indumentaria y plumas, cargado de su carcaj de flechas y machete, que cuenta las heroicidades y poderes mágicos de su tribu, cual hipnotiza animales que se acercan a sus manos, dispuestos a ser sacrificados para servirles de alimento. Todavía esto lo creo, pero debe hechizarme de algún modo cuando carga su arco de flechas y dispara contra las estrellas, cuales explosionan, se apagan y las vemos desaparecer desde mi ventana. yo le pido que no oscurezca el cielo con sus travesuras y él dice que los astros son diamantes con brillo propio que su tribu lanzó al espacio. debo llorar amargamente para que deje a nuestras estrellas en paz y él dice que le pertenecen. Al final, se apiada de mi llanto y deja de apuntar al blanco.

Nicosio- vuestros visitantes tendrán algunos inconvenientes, pero mi interlocutor me está sacando de quicio
y temo hacer alguna locura propia de cualquier mortal común.
Se presenta cuando descanso sobre mi cama y me apremia a que abandone esta vida, pues según él , soy inmaterial y ya no debería estar en este mundo. Soy yo mismo en otra persona, pues es idéntico a mí, me habla con mi voz y piensa lo que yo pienso, de modo que yo no sé si soy yo o mi yo es el otro. Lo toco, es real y pienso que mi ser se ha desdoblado y duplicado, con la diferencia de que él entra y sale cuando quiere de este internado. Quizás quiera sacarme de aquí a través de su cuerpo, pero ¿ y si resulta que es una simple mímesis sin alma y me arrastra a su letal abismo ?

Raimundo- Deberíamos tener cuidado en nuestras conversaciones, porque me da que estos médicos y enfermeras han colocado micrófonos y cámaras ocultas por todo el hospital para tenernos controlados y saber de lo que hablamos. Si sospechan que poseemos poderes suficientes para transmitirnos con seres de civilizaciones más avanzadas que habitan el universo, temerán por el orden caduco de la sociedad humana.
Sólo diez de nosotros, ubicados en posiciones estratégicas de este mundo, cambiaríamos el entramado socio-político y económico, desmantelando los ancestrales ejércitos e imponiendo un nuevo orden de armonía, paz y justicia, eliminando la dualidad ricos- pobres, para dar paso a los ciudadanos del mundo, donde cada cual ejercería su función en pro de la colectividad bajo el principio de solidaridad; es decir, la redistribución de la riqueza mundial bajo un plano de igualdad. Esto no restaría estímulos; al contrario, cuanto más avanza el bienestar general, más se incentiva la dedicación y el esfuerzo individuales para seguir progresando.

Nicosio- cuidado en lo que hablamos, pues si nuestras ideas llegan a oídos de los jerarcas del mundo, tendremos cadena perpetua en este infesto hospital. Si ven peligrar sus puestos de mando y que intentamos abrir los ojos a las masas esclavizadas, de las que son parásitos y guias ficticios, pues su barco sale del mismo puerto para dirigirse siempre a él, nos amordazarán y atarán con cadenas bajo la excusa por la que estamos aquí, la locura peligrosa para el orden social.

Eleuterio- yo llevo tres veces, con ésta, de internamientos, me niego a creerlo, pero mi cerebro lo repite insistentemente: esta gente nos han inoculado un microchip en nuestro cuerpo, que yo no paro de tantearme y no lo encuentro, para tenernos controlados cuando salimos a la calle y auscultar nuestras andanzas e iniciativas.
Saben que los principios de justicia e igualdad están presentes en nosotros como ramas naturales en un árbol. Esas virtudes son como la peste para los privilegiados, que verían peligrar su holgazanería corrupta y sus orgíacas vidas llenas de pesadillas que su válvula de remordimiento no es capaz de evaporizar.
Se temen tanto entre sí, que para sentir algún alivio, meten entre barbitúricos y batas blancas a gente honrada e inteligente como nosotros, para sentirse fictíciamente libres de amenazas, pero el peligro está dentro de sí mismos y en sus mutuas intrigas y acechanzas.

Raimundo- !ay, amigos¡, no se que es peor, si estar en la calle o seguir aquí conversando de nuestras cosas.
si estamos aquí dentro , nuestros diálogos, sean grabados o no, serán tomados como estériles conversaciones de la locura, nos aplicarán sus fármacos para dejarnos amorcillados y lelos como son ellos, aunque también nos facilitan ropa limpia a diario, tenemos nuestros climatizadores y nos sirven la comida, unos días regular y oras peor.
En la calle hemos de buscarnos las habas y enfrentarnos a gente de mollera aún más cerrada, pues en cuanto te sales de sus carriles rectos y sin curvas, entras en terreno abrupto, prohibido y casi maldito por ellos, pues ya circulan como un rebaño por sendero conocido, sin perro y casi sin necesidad de pastor. Vamos, que les muestras la realidad y te dicen que la única es la que le han inoculado y que estás soñando y delirando como loco. quiero decir que sus hábitos están tan arraigados, que somos seres extraños a ellos y nos repelen como a molestos y picajosos insectos.
No forcemos, pues, nuestra salida, dejemos que el agua corra por su cauce

Segismundo- no va desenfocada esa reflexión. Nosotros somos como minúsculos pólenes que viajan libres con el viento, dispuestos a echar raíces donde más favorable sea el clima de la naturaleza; si éste no se halla actualmente en ningún lugar habitable, seguiremos el viaje de nuestro letargo a través del mundo, girando en torbellinos hasta que amanezca ese paraje de nuestros sueños, alumbrado por un sol de justicia y equidad.
Me temo que nuestro letargo será largo, porque el orbe actual está plagado de arbustos que han echado profundas raíces, son recios, tozudos y habituados a tiempos agresivos y arbitrarios.
Será mejor seguir en este hábitat cerrado, hasta que afloren nuevos brotes en el exterior, dispuestos a ver la realidad que les azota y favorecer el albor de un nuevo clima. Entonces, podremos enraizar junto a ellos.

Raimundo- ¿ no os dais cuenta de que estamos enraizando aquí dentro como los que criticamos del
exterior ?
Nosotros lucharemos por salir de esta prisión con ayuda de nuestros aliados y sus poderes sobrenaturales; ellos saben de nuestro deseo y voluntad de cambiar este mundo corrompido y putrefacto. Mis amigos de la galaxia XFI303 me visitan a menudo en la oscuridad de la noche con sus trajes luminosos y hablamos durante horas, a veces hasta el alba. Saben de la degeneración de nuestro planeta y están dispuestos a aportar cuatro naves intergalácticas para hacer desaparecer los ejércitos del mundo si yo le doy el visto bueno. Su poder es transformar en inmaterial todo aquél cuerpo de masa que suponga un peligro; de este modo, un ejército sin armas es un grupo de hombres indefensos y unos jerarcas sin posesiones ni bienes, simples mortales.Para mis invitados, esas soluciones serían como chasquear los dedos y hacerlo realidad. no lo he ordenado ya porque yo me siento de mi civilización y quiero que ésta encuentre sus propias soluciones; pero estoy perdiendo la paciencia.

Nicosio- tienes razón, no debemos inmiscuir a nuestros colegas de nocturnidad en estas aventuras, porque luego serían odiados sin razón. La mía me ha tentado en varias ocasiones para poner fin a la marcha agónica de nuestra humanidad hacia ninguna parte, pues ha perdido el rumbo y su tendencia es volver siempre hacia atrás, sin atreverse a encontrar nuevas rutas de navegación.
Mis compañeros nocturnos de la galaxia NFG505, me han brindado la oportunidad de dormir una noche a toda la civilización humana y, al despertar, amanecería sin recuerdos rencillosos, de odio o violentos, sólo recordarían los momentos de dicha y de paz y principios inoculados de generosa bondad,justicia y equidad.
Me parece arriesgado cambiar de la noche a la mañana los sentimientos de la humanidad, porque el orden establecido se desmoronaría y tendría que empezar de cero: además, la memoria de los ancestros fallecidos desaparecería para siempre y esto me parece una falta de respeto a los difuntos, que han de pervivir en el recuerdo. Les he pedido una idea más original, que vaya calando paulatinamente sin romper los eslabones con nuestro pasado, que toda civilización debe guardar en su memoria colectiva.

Eleuterio- no comprendo nuestra actitud; nos ofrecen mil posibilidades y ninguna nos parece buena; y es porque nuestros hábitos y costumbres nos han calado tan hondas, que tenemos mido de encontrarnos como seres extraños a nosotros mismos. Las civilizaciones han de avanzar en perpetuo movimiento, como un péndulo, y remover sus cenizas para construir y reconstruir sobre ellas nuevas expectativas o están abocadas a la extinción. Mis visitantes de la galaxia ZYX600, me han hablado de hacer desaparecer todos los hospitales donde estamos internados los más capacitados del mundo y colocarnos en los principales puestos de dirección del orbe, iluminando a su vez a las masas y ejércitos para que vean en nosotros a sus líderes naturales.
Me parecería un golpe de mano y tampoco estoy de acuerdo con ese método, pues sabéis de nuestros principios democráticos de paz y libertad. Así que , últimamente hablamos de asuntos de sus mundos más que del nuestro; mi sexto sentido me dice que comienzan a percibirnos como a gente ordinaria y sin agallas para acometer algo de calado.

Segismundo- es la hora del almuerzo y no hemos sacado nada en claro. Antes de levantarnos a la sopa, quiero comunicaros la oferta que me han trasladado nuestros vecinos de la vía láctea.
En su planeta mana la leche, donde nadan y beben al mismo tiempo. Son fuertes, altos y de carnes brillosas, saludables. Me han ofrecido la ocasión de bombear leche desde sus naves a todas  las grandes centrales lácteas y cambiar así hacia un aspecto más saludable y a un espíritu de solidaridad y de paz, pues esta leche tiene propiedades excepcionales.La gente iría cambiando paulatinamente, sin saltos abruptos, hacia una vida plena y larga, pues ellos viven trescientos años, sin mengua en sus cualidades físicas y psíquicas.
Al morir, renacen de nuevo a través de los embarazos de sus mujeres, tanto niñas como niños, en forma de clones de sus padres. Así que, como la natalidad está regulada, son siempre los mismos seres de vida infinita.
Sus mujeres producen una leche supernutritiva que fortalece a sus criaturas y protege de cualquier enfermedad durante su existencia.

Los tres amigos se acercaron a la cara de Segismundo y le preguntaron si aquello no sería un sueño. El contestó que esa misma noche probarían de la leche de una garrafa de cinco litros que le habían dejado y notarían la juventud florecer en sus cuerpos y otras virtudes desconocidas.
Con esta perspectiva ante su testa, los tres amigos estuvieron de acuerdo en que el mundo siguiera su curso y sólo los más cualificados como ellos cuatro, estarían en condiciones de beberla y así debía transmitirlo a sus amigos de la vía láctea, que no eran otros que los familiares de Segismundo



                                                               


                                                              EL  FULGOR  DEL  RAYO    



Eufigenio es tasador de seguros en una gran villa de cincuenta mil habitantes. Su trabajo comprende viajar mucho, tanto dentro como fuera del pueblo, pues es el responsable de dar el visto bueno a los partes de siniestros acaecidos en todos los domicilios asegurados y trasladarlos a su compañía. Está casado con Tania, mujer agraciada en su carácter afable, acogedora  de problemas ajenos, transmisora de buenos sentimientos, coloquial y sencilla.
Es una bella maestra de párvulos con ojos castaños y pelo negro ondulado, fisonomía bien proporcionada y un gesto en su mirada y sonrisa de amable ternura maternal, aunque no haya hijos en su matrimonio por problema de fertilidad de su marido.
Eufigenio es hombre de natural desconfiado y rencorosillo si le ponen trabas por delante, aunque bastante humano, seductor en la conversación ágil, ingeniosa y convincente; de regates cortos que dejan sin aliento, de centros largos perfectos, milimetrados y de remates clamorosos, cualidades muy útiles para su oficio.

Su cuerpo es largo y seco, de dos metros, con cierto grado de inclinación lateral escoliótica, algo enchirovado, de hombros caídos y andares espaciosos, medidos con exactitud..
Sus ojos negros son pequeños y más que mirar, auscultan; su nariz, algo luenga y ladeada, más que oler´olfatea; sus orejas, largas con lóbulos colgantes como zarcillos, van buscando el sonido  allí donde se halle.
Cejas pobladas con rabillos largos en los extremos, labios finos y apretados, siempre prestos al asalto; pómulos y barbilla angulosos y esquivos, sonrisa que aparece y desaparece con la rapidez del rayo.
Es hombre de carácter serio, algo egoísta, malhumorado y protector a ultranza de su vida privada, aunque no hay secreto que un año entero dure.

Su esposa, más que convivir con él, lo tolera, pues llevan veinte años casados y la ilusión de ella, un hijo, es inalcanzable con un hombre que, además de ser estéril, se niega a cualquier adopción o fecundación que no suponga la participación de su genética.
Él tiene cincuenta y cuatro y ella, cuarenta y dos, duermen en habitaciones separadas y ha de haber mucho deseo acumulado para que ella le permita un asalto pulcro, limpiándose cuidadosamente las migajas después del festín. No es un calvario porque cada cual lleva su vida, pero tampoco es un campo de amapolas, pues ella sabe que es mujeriego y ha quebrado muchas voluntades ajenas en sus innumerables viajes y salidas nocturnas. Más que verlo y sufrirlo  como marido infiel, lo ve como un pobre hombre que trata de cubrir con sexo lo que no puede tapar de su mediocre y monótona existencia.
Lo de ambos es un pacto tácito más que un matrimonio, aunque él sigue enamorado de ella.

Una tarde de septiembre, ventosa, de cielo oscuro y cargado, se hallaba revisando la avería de un desagüe exterior en una casa de un pueblo cercano; estaba empecinado en convencer a aquella familia de que el siniestro no lo cubría el seguro, por tratarse de una obturación por parte de los inquilinos y no una fuga natural de agua.
La tormenta estaba encima y comenzó el chisporroteo, seguido inmediatamente de los estampidos; los asegurados habían entrado a la casa para cerciorarse de la cláusula y letra pequeña del contrato, mientras Eufigenio estaba tumbado, flexionado sobre sus brazos, remirando y oteando si aquél atranque era provocado o circunstancial. El rayo que cayó fue directo a la arqueta deposicional que depuso su actitud obstructiva, desahogándose sobre el rostro y cuerpo del asegurador; éste recibió el fulgor y parte del alto voltaje, cayendo desfallecido, con el pelo y las cejas chamuscadas,hincando la cabeza y su nariz ladeada del lado del lodazal.
La familia acudió a levantarlo con el miedo en el cuerpo y la nariz resignada; intentaron arrastrar al hombre para comprobar su estado, pero no pudieron. El cuerpo se había cargado de una polaridad magnética contraria a la que poseía y las manos de la mujer y el hombre que trataban de ayudarlo, eran repelidas con finos y molestos calambres.
Eufigenio despertó cuando comenzó a caerle el torrente de lluvia; entró a la casa y fue invitado a ducharse y cambiar su ropa por otra prestada del asegurado. Le dijeron que algo extraño tenía su cuerpo, pues sus manos no podían tocarlo. Incrédulo entró a la ducha y notó que el agua corría por su cuerpo sin humedecerlo, como si hubiese una película intermedia delgadísima, aunque la suciedad sí que bajaba rauda hacia su destino.

Una vez dio el visto bueno a la avería, se dirigió a su casa y contó a su esposa lo sucedido, comprobando que su cuerpo repelía cualquier contacto, aunque para ella no suponía el menor quebranto, pues ellos se acercaban hacía tiempo con buen margen espacial. Lo peor llegó entre sus amigos, cuales, conocido el caso, intimidaban poco con él y preferían las distancias largas. Se sintió solo y recurrió a sus amoríos libertinos, comprobando que su cuerpo y sus manos levitaban sobre la anatomía femenina sin poder tocarla.
sus jefes ya sabían de su mal y lo mandaban a sitios lejanos y desconocidos, recomendándole distancias prudenciales con sus clientes.
Eufigenio se encontraba abatido, desolado y abandonado por todos.

Una tarde, al regresar del trabajo, observó, a través de los cristales del coche, un cielo negro como boca de lobo, que amenazaba con desatar toda su potente energía eléctrica y liberar el torrente de agua que llevaba encapotada; sintió un escalofrío por la columna vertebral; su intuición aún olía a chamusquina y auguraba nuevas centellas. Subió las escaleras a la segunda planta, de dos en dos, y saludó a su esposa pálido, sin voz, con un solo gesto de la cabeza, para entrar seguidamente a su habitación y meterse debajo de la cama en postura fetal, tapándose los ojos y temblando de miedo.
En esta ocasión, el rayo caló el tejado y fue a parar directamente a la pata trasera de la cama, donde el tasador se encontraba con piernas encogidas. La potencia del rayo había desahogado gran parte de su furia sobre el tejado, por lo que llegó algo debilitado, pero lo suficiente para que el fulgor energético cambiara de nuevo la polaridad magnética de Eufigenio, volviéndole la suya propia con un imperceptible aumento.
Sus glúteos, pelillos genitales y vello púbico olían a chamusquina; su esposa, aterrorizada, acudió al lugar del siniestro y halló a su marido desfallecido bajo la cama.
Cuando volvió en sí, ella tenía  sus manos cogidas para intentar sacarlo de su postración.
Desde aquél momento, ambos sintieron como un nuevo flechazo. Él, secretamente, no había perdido su amor por ella, pero Tania sintió a partir de entonces que algo especial le atraía de su esposo.
Aquella noche durmieron en la habitación de ella por el fortuito accidente y se encontraron nuevamente; degustaron los entremeses, paladearon el pavo y menudearon en los postres, dejando que las migajas corrieran por sus barbillas. Habían sentido la pasión de dos adolescentes y dejaron el tejado roto durante algún tiempo hasta que decidieron comprar una cómoda cama de matrimonio y reparar la techumbre de su reencuentro.

Esta atracción no era exclusiva de Tania; sus amigos y clientes quedaban encantados cuando estrechaban su mano; sus amantes sentían una atracción explosiva hacia él, pero un enamorado no tiene ojos más que para su amada y ésta era su propia mujer. No hubo más infidelidades y llegaba del trabajo para cuidar y dedicarse a su esposa. A los dos meses, ésta sintió la inequívoca intuición de que estaba embarazada y acudió al médico a confirmarlo; así fue; no había otra respuesta más que la recuperación de la fertilidad por su marido, pues ella no había tocado extremos extraconyugales.

Así que, para no espantar a su marido, le aconsejó, con caricias y persuasiones, que se hiciera una última prueba de fertilidad, porque en la vida nunca se sabe a cierto lo que puede ocurrir.
Él decidió someterse a este capricho de su mujer que consideraba inútil.
El médico comunicó a Eufigenio, una tarde fría de enero, que no sólo era fecundo para mayor gloria de la especie, sino que iba a ser padre de dos gemelos que su mujer llevaba en su vientre.
El último rayo fulgurante que chamuscó sus partes íntimas, pasó por la intuición de aquel hombre, ruborizado como un adolescente ante su mujer y el médico
Ahora, pensaba Eufigenio, sí que valía la pena seguir auscultando tuberías por todo el universo.
dio gracias a Dios, besó a su esposa y echó su brazo por encima de sus hombros, atrayéndola firmemente hacia sí.





                                                         ABOGADO DE DIVORCIOS      




El abogado tiene instalada una mampara ante su mesa escritorio, que sólo deja al descubierto su rostro solemne y desconfiado. Sus ojillos vivaces se esconden tras unas gafas de aumento que amplifican su mirada huidiza.
La mampara hubo de colocarla tras recibir varios golpes de objetos que se suelen lanzar las parejas entre sí cuando entran en estado de agitación y revancha. es un hombre con experiencia en los trámites de divorcio y en los actos de reconciliación que paralizan a los anteriores. Aún así no ha conseguido crear unas variables que se ajusten a un estandar común de comportamiento entre sus clientes, para evaluar y prevenir su conducta y así poder afrontarlas con aplomo y cierto margen de dominio sobre las situaciones estresantes que se producen en su consulta.

Los primeros clientes del día han solicitado reconciliación, aunque él, tan psicólogo por necesidad, como abogado, vislumbra, intuye la tensión que se avecina.

Abogado- buenos días, bienvenidos a su reconciliación. Lo habrán pensado bien porque iniciar un nuevo trámite de divorcio, conlleva nuevos costes y honorarios. Ustedes deben firmar este documento dando el visto bueno a seguir en convivencia mutua en su misma casa

Ella- no sé, esta mañana, al subir al coche juntos, me ha salido una carrera en una media, que me pone de los nervios, por un tornillo que hay en el embellecedor de la puerta y no lo atornilla, como si fuera a posta.

Él- A mí si que me da mala espina que hayas dejado la leche y el desayuno frío como en nuestros peores momentos; además, has olvidado fregar los platos, sabiendo que me estaba afeitando y tú ya habías salido del baño, teniendo tiempo para ello.

Ella ¿ tú has limpiado el cuarto de baño al salir y has ordenado todo, como estaba cuando yo acabé?
Me reprochas los platos y dejas la cama revuelta, la ropa tirada en el armario sin colgar, tus libros, abiertos sobre la mesita de noche, después de tener la luz encendida hasta las dos de la madrugada, y luego a roncar.
No podemos seguir juntos, si no dormimos cada cual en su cama individual; total, nuestra vida sexual quedó en el recuerdo y nuestros tres hijos pequeños dormirán en mi habitación y tú en la otra más pequeña.

Él-hablemos claro, nosotros vamos a reconciliarnos haciendo un gran sacrificio para que nuestros hijos se sientan en una familia estable y en paz; para ello, debemos mantener una estricta disciplina y no sacar a flote antiguas rencillas, difíciles de olvidar, pero debemos tragarnos esos sapos en favor de nuestros vástagos.
En caso contrario, una guerra abierta ante los ojos de los infantes sería peor que una separación.
Tú no instalarás a los niños en tu habitación, seguirán en las suyas propias para no crear un ambiente de privilegios y marginación. Yo trasladaré mis cosas a mi habitación y tú quedarás con las tuyas en la propia.
Utilizarás tu propio coche para el trabajo y yo el mío. uno servirá el desayuno y otro recogerá los platos, así como en el almuerzo y cena, alternando dichas funciones cada día. Las camas de los niños se harán por ambos y...

Ella- qué desfachatez; estás mostrando ante el abogado el careto más hipócrita que he conocido, dibujando un modelo de hombre que aconseja, protege y respeta las reglas de convivencia como un licenciado en ciencias sociales. Eres egoísta genético, prepotente y fanfarrón, peor amante, marido inmaduro, compañero desconfiado, amigo de la falacia, rencoroso y vengativo hasta el más nimio detalle que se cruce en tu voluble personalidad. La ceguera adolescente es el peor consejero de una jovencita para dejarse iluminar por artificios de su ingenua mente y llegar a donde he llegado.

Él- me duelen tus palabras, es cierto; debí haber hecho caso a mis padres, cuando me insistieron hasta el infinito, que tú no eras trigo limpio, que eras cabra de monte y dada al enredo y crear conflictos donde no los había; llevas razón en la estupidez de la adolescencia para escoger pareja.
Yo tuve novia antes de salir contigo y estaba encantada con nuestras relaciones sexuales; pasó meses amargos cuando la dejé por ti, y, Ahora, resulta que eres experta en amantes y yo soy mediocre en relación a los que pasaron por tu experta entrepierna, que sabe catalogar tan bien a sus pupilos. Espero que estos licenciados en amores de turno fuesen diplomados por ti antes de casarnos, aunque ya no estoy seguro de una insaciable cabra monteña. Es humillante para un hombre oír ese menosprecio de su propia mujer, muy duro de sobrellevar sobre las espaldas, pero lo peor es que me cargues la mochila del egoísmo, rencor y venganza, tú, que sólo ves la vida y aquellos que te rodean bajo tu mirada egocentrista, engreída sabihonda, capaz de pasar noches de insomnio tramando artimañas, trampas e iniquidades morales para herir a tu enemigo imaginario en lo más profundo de sus sentimientos. Lo tuyo no es venganza, es macabra crueldad sin motivos ni paliativos.
Será duro ver la transición de la vida de nuestros hijos, compartidos por separado. Cuando sean mayores sabrán juzgar que fue lo mejor para sus vidas y las nuestras; podrán evaluar con detalle los actos de cada uno de nosotros. Recibirán historias diferentes, pero su sentido común abrirá los ojos a la verdad.
Por mi parte, señor abogado, este acto reconciliatorio es nulo y debe seguir el trámite de divorcio.

Ella- los dos nos conocemos muy bien y sabemos donde está nuestro mutuo talón de aquiles. Alargarnos más en disquisiciones sobre nuestra personalidad es una burda letanía que el señor abogado no se merece.
La vida te enseña a veces que camino has de tomar en el último segundo, y a Dios doy las gracias porque nos haya abierto a ambos los ojos para saber que nuestra convivencia sería una guerra de trincheras con nuestros hijos de por medio. Siento haber mencionado tu faceta de amante, pues para mí, todos los que tuve
antes del matrimonio fueron rematados, sin sensibilidad, dulzura y carencia de entrega espiritual. sólo predominó el instinto de sus cerebros sexuales.
Dicho esto, nosotros somos incompatibles por razones de más peso que el devenir de la tan cacareada sexualidad. La incapacidad para ponernos de acuerdo en el más normal de los actos cotidianos de cualquier matrimonio, es indicio suficiente para imaginar qué ocurre al contrastar puntos de vista, pespectivas, enfoques sobre la vida , proyecciones sobre el presente y futuro de nosotros y nuestros hijos...
Es imposible y estoy de acuerdo en que el trámite de divorcio siga su curso. Un último asunto que propongo a mi marido: ¿estás de acuerdo en que adoptemos unos puntos de lealtad y respeto mutuos en cuanto al régimen de visitas y educación de nuestros hijos?

Él- de acuerdo, con la condición de que cada cual en su tiempo y dedicación a ellos, muestre su amor a su modo y sus convicciones morales sobre la vida.
Ella- por supuesto, eso entra en la libertad de cada padre para con sus hijos. ellos sabrán escoger de ambos lo mejor para sus vidas

Los siguientes clientes entraron muy agitados y discutiendo entre ellos.

Abogado- acomódense en sus asientos y relájense. Mis oídos están abiertos a sus propuestas y peticiones.

Ella-hemos venido a solicitar el divorcio, pero temo que esto sea un trámite pasajero porque siempre volvemos a la reconciliación y de nuevo a pedir divorcio. hemos recorrido todos los abogados de la ciudad y ya nadie admite nuestras demandas. Es la última oportunidad y esta vez va en serio.
Esta misma mañana, me ha abofeteado ante el espejo del cuarto de baño, mientras me pintaba y arreglaba para venir aquí. Sus celos no ven más que fantasmas por todos lados y piensa que mi esmero en cuidar mi imagen es para provocar a los hombres. Es un machista y no se ha dignado en preparar el desayuno mientras yo estaba ocupada. Ha cogido la tostadora y la ha estrellado contra la pared, manchándola de negro; me echó mano al cuello por quedarse en ayunas y me defendí pinchándole un tenedor en la parte alta de la espalda. Es una guerra abierta a diario. Yo estoy ahora parada, quiere que sea su criada y amante sumisa, que me despreocupe de mí misma, deje de salir con mis amigas para dedicarme solo a él.
Es un hombre egoísta, anticuado como sus padres pueblerinos, que prefiere verme sin trabajo, antes que suelta y libre, disponiendo de mi propia vida. Cuando hemos trabajado ambos, ponía excusas y se hacía el remolón para evitar las tareas compartidas del hogar. Su idea de igualdad de género, de convivencia, respeto mutuo, derechos y deberes compartidos, es la que ha mamado desde su niñez y juventud con una familia de ancestrales costumbres, en la que madre e hija eran servidoras del bienestar machista.

Él- mi familia es más digna y honrada que la tuya, dijo, mientras se abalanzaba y la zarandeaba cogiéndola del cabello y ella le echó mano a los genitales, pegando el hombre un aullido mientras soltaba a su presa y ésta a su vez libraba los colgantes. El abogado conminó a guardar la compostura en un sitio público y pidió sosiego para volver a la cordura de la palabra y el diálogo civilizado.
Él- mi familia puede estar en los altares, ejemplar, honrada y trabajadora, querida y respetada por todo el pueblo. La tuya, siendo moderna, es inmoral y aborrecida en su barrio por sus conflictos vecinales, fichada por la policía por delincuencia de robos y drogadicción de tu hermano y difamada por la profesión de tu sobrina en un club de alterne. A ti he de tenerte bajo control, porque de casta le viene al galgo y disfrutas emperifollándote, acudiendo a fiestas nocturnas y ya tienes cierta adicción al alcohol.
Me casé enamorado de ti, cierto, pero no se puede convivir con una persona egoísta que idolatra su cuerpo y malgasta nuestros ahorros en modelos de moda al día, cremas y perfumes de todo tipo para rejuvenecerte, adornos y alhajas que no podemos permitirnos, mientras tienes la lavadora llena de ropa sucia, la limpia sin planchar, la casa a su suerte y las comidas que preparas, indigeribles.
Únicamente tienes el don de ser buena amante, juguetona y traviesa, creativa danzarina del deseo y la pasión en la cama. Es lo único que me mantiene atado a ti y me ha creado adicción.
Por lo demás eres ignorante, engreída y estúpida de calado.

Esta vez, las hostias sonaron en todos los pasillos del edificio. Ella abofeteó ambos lados de su cara con palmadas bien sonoras. El se levantó de la silla, parsimonioso, y le propinó, metódicamente, una gran hostia tras de otra con el anvés y el revés de la mano derecha, mientras la sujetaba del cuello para evitar sus tambaleos. Ella pidió auxilio y el abogado acudió a socorrerla, interponiéndose entre ambos, que se habían enganchado de los pelos y estrujaban al abogado, que quedó aprisionado entre sus cuerpos, faltándole la respiración y pidiendo socorro. Acudió una secretaria y cesó la batalla.
El abogado se recompuso el cabello y las gafas y les indicó que iba a tramitar el divorcio sin dilación.
Entonces, la pareja sintió un hormigueo de ansiedad, se miraron fijamente a los ojos y se abrazaron fogosamente, con besos desesperados, mientras sus manos se magreaban mutuamente como adolescentes.
El abogado quedó atónito. Al acabar la escenita de pichones, les dijo que no volvieran a su consulta y salieron abrazados de la misma.
Qué oficio más arriesgado, pensó el abogado mientras esperaba otra sorpresa.




                                                 EL FILÓSOFO Y EL PASTOR



El filósofo y el pastor son dos grandes amigos de la niñez, que suelen entretenerse dialogando al aire libre entre encinares, mientras las cabras pastan a sus anchas por el campo
Braulio- ¿ qué piensas acerca de los misterios de la vida, cómo crees que surgió ésta?
Igneo- aún son insondables para el hombre, pero mi discreta opinión piensa que somos producto de una civilización de otro mundo que jugó con sus experimentos de laboratorio a crear vida, importada de sus conocimientos, hacia donde antes no existía; es decir, en nuestro planeta. De tal palo tal astilla; los humanos intentaremos crear las condiciones de vida en otro mundo. Aquellos que inocularon las primeras moléculas capaces de evolucionar y crear estructuras complejas, pensaron que podrían controlar el proceso, pero una vez la existencia se abre paso, tiene múltiples posibilidades de reinventarse a sí misma para seguir su curso involutivo.
Los seres que a día de hoy deben estar comprobando su obra, habrán caído en la cuenta de su gran error moral e intelectual; el primero es evidente en una civilización avanzada, que no puede jugar a ser Dios y debe evitar intervenir de modo alguno en mundos totalmente vírgenes y autónomos; en cuanto al segundo, una vez metieron su pipeta donde no debieron, podrían haber realizado una obra más digna y justa.
No es comprensible que Dios halla llevado a cabo obra tan chapucera como la vida sobre la faz de la tierra, donde el equilibrio natural se basa en la cadena alimenticia de unos seres vivos sobre otros: la depredación de la savia y la sangre, que nosotros mismos, los humanos, practicamos porque somos eslabones de cadena dentro de un entramado ecosistémico global, completamente terrorífico y salvaje si lo pensamos detenidamente
Una infinitesimal parte de la energía solar, como ocurre con los vegetales, hubiera sido suficiente para mantener a todos los seres vivos, aunque hubiesen tenido que adoptar otra arquitectura biológica.

Braulio- entonces, ¿ Dios no existe? ¿ por qué los humanos somos diferentes?

Igneo- Dios es una noción abstracta para definir a un ente que creó la dimensión cósmica, pues el tiempo es una creación humana para comprender o establecer una relación entre el enfoque desde el que nosotros percibimos el universo y nuestra propia existencia como seres vivos surgidos de la materia orgánica.
Dentro de nuestra limitada precariedad, hemos establecido unas variables científicas que analizan el universo de un modo subjetivo y parcial.
Dios no es creador, sino que es parte, está presente en la propia creación cósmica; energía pura, materia y vacío interconectados. La vida artificial y caduca es lo que denominamos materia orgánica; la real y perenne, que se transforma y renace de sus propias cenizas, es la materia inorgánica. Nosotros y el entorno natural caótico de la vida somos una involución del orden universal expresado en Dios mismo.
¿ quién puso las bases para que surgiera esta tozuda degradación? pudieron ser seres de energía cósmica intrínsecos a la propia existencia del orden universal, pero con cierta degeneración de su pureza espiritual primigenia. Alcanzaron estabilidad y consciencia de ser entes autónomos con capacidad de autoreproducirse y crear, de transformar la materia. Cuando hablo de conciencia, también incluyo a la propia creación cósmica, pues esta se regula, ordena, estabiliza, muere, se transforma y renace de sí misma a través de una auto consciencia inteligente de donde procede nuestra noción de Dios.
El hombre sufrió una mutación genética de envergadura que le hizo pasar de los árboles a crear artefactos de la materia, adaptarlos a su desarrollo y supervivencia, hasta llegar a la tecnología actual, que no busca sino escarbar y descubrir sus orígenes, ascender ansiosamente hasta la espiritualidad de aquellos seres híbridos que crearon la vida en la tierra, mirarlos cara a cara y encontrarse con que éstos aún se hallan buscando en sus propias raíces sin haber hallado una respuesta. Ciertamente, esto ocurrirá en algún momento de nuestra involución, pero se abrirán incógnitas aún mayores que las que nos agobian, pues nos habremos situado en un escalón superior, que mostrará un espejo, pero no a nosotros mismos. Como somos un error no podemos hallar la solución, que no es sino nuestra vuelta a la materia inorgánica, a la vida real y plena de la integración en la consciencia cósmica

Braulio-¿ y la vida terrestre en general, las plantas y animales?
Igneo- ellos, al igual que nosotros, aún estando en este entramado artificial de la vida orgánica, estamos regidos imperceptiblemente por las reglas que emanan de esa inteligencia cósmica, pues somos materia al fin y al cabo.
Ellos, los animales y plantas, están más cerca de Dios que nosotros, porque no rebuscan en su conciencia de ser entes independientes y autónomos, no reflexionan acerca del porqué y el  cómo de su lugar en el mundo, simplemente son  y sienten que son parte de algo mayor y deconocido, pero viven su vida artificial con variables instintivas que les permiten estar, hasta fundirse, tras su muerte, con esa señal intuitiva que les comunicaba en vida con el orden cósmico universal.

Braulio- ¿ no te parece algo simple tu visión de la complejidad de la vida y el cosmos en su conjunto?
Igneo-  sé que lo es, pero ¿ quién me dice a mí, que tú, siendo filósofo, vas a encontrar respuestas más certeras, por más imbricadas y obstusas que sean tus teorías? un solo prolegómeno sobre las teorías de Darwin o de la relatividad de Einstein nos llevaría toda la tarde.
El ignorante ve el bosque y los primeros árboles desde lejos y lo describe según su enfoque a golpe de vista; el sabio se adentrará en él, analizará toda su fauna y flora, auscultará en seres microscópicos y seguirá avanzando por claroscuros de la arboleda, se perderá en su intrincado laberinto y quedarán sus pies enredados en la maleza, comprendiendo finalmente que cuanto más ha abundado en sus conocimientos, infinidad de fronteras inéditas y misteriosas se han abierto ante sus ojos, llegando a la conclusión final de que su ignorancia es inconmensurablemente mayor que al principio. Ciertamente el desconocimiento no ayuda al progreso y bienestar humano, pero ¿ son estos más apetecibles que aquellos frutos que cogíamos libremente con nuestras manos de los árboles que los otorgaban incondicionalmente?    





                                                          DIÁLOGO DE INFANTES



Adam-¿tú piensas que nuestros padres sospechan que sabemos todo lo que ellos creen que no deberíamos saber?
Robert- tontos no son. Están imbuidos de ciertos hábitos y costumbres armados en la razón lógica, cual dictamina su forma de ser y comportarse en sociedad, de modo que su pensamiento está ligado a su subsistencia en un marco común impuesto. Saben perfectamente que fuera de ese cuadro no hay nada y deben adaptarse a todas sus convenciones, incluida la educación, para posibilitar nuestra integración en el rebaño social.  Lo mismo que hicieron con ellos harán ellos con nosotros. Ellos fueron niños y saben que estamos en un estadio de libertad muy superior al suyo y que somos conscientes que se nos irá usurpando con el tiempo, al compás de la imposición de una personalidad compatible con la sociedad imperante.
Adam-¿entonces, por qué no hablan con nosotros de tú a tú?
Robert- si nos trasladasen a otro país, aprenderíamos su idioma, recordaríamos el nuestro, pero ya no podremos utilizarlo. Ellos se han trasladado al mundo adulto y recuerdan el dialecto de su niñez, pero en su ámbito, ese lenguaje es ingenuo y pusilánime, objeto de desprecio; podrían utilizarlo con nosotros, sus hijos, pero no lo hacen porque es inútil; ellos no pueden volver atrás y saben que si no adoptamos su lengua, nuestra suerte estará echada, quedaremos sin futuro.
Adam- ¿ crees que ellos saben que nosotros conocemos sus vidas mejor que ellos las nuestras?
Robert- comprenden que nosotros jugamos con camioncitos, grúas, bicicletas y otros artilugios, no porque eso satisfaga nuestra realización vital, sino porque no encuentran otra forma de canalizar nuestra capacidad creativa, dicho con modestia. Sus vidas son una monótona letanía: el trabajo reglado al milímetro, el ocio concertado, el sexo, dividido a los tres años en camas separadas con algún asalto esporádico, mecánico, sin creatividad alguna, pues yo escucho a veces, sin proponermelo, el quejidillo perruno de mi padre y algún suspiro, para animar la velada, de mi madre, más para calmar su recurrente vida estresada que por amor y disfrute del sexo.
Adam- entonces ya no están enamorados ¿ por qué siguen juntos, pues ?
Robert- el amor es tan pasajero como las estaciones, y de ellas sólo quedan las hojas caídas en otoño, las nieves que deja el  invierno, los pólenes de la primavera y los matojos secos que quedan en verano.
Los frutos de dichas estaciones somos nosotros y el resto son nostalgias pasajeras que se cubren con un poco de cariño y amistad si sus caracteres son compatibles, sino sólo queda el estoicismo de una convivencia forzosa o la separación definitiva.
Adam- ¿ y no te dan pena sus desdichadas vidas?
Robert-  me dan lástima ellos y toda la humanidad adulta, por haberle tocado vivir en un mundo sin escrúpulos, agresivo y egoísta, vendedor de ilusiones y sueños materialistas, no como medio, sino como fin en sí mismo de la dicha y el bienestar de los seres humanos. Están sujetos con pesadas cadenas y sin esperanza de ser liberados; pero también me da pena nuestra propia vida, porque la historia no cambia de la noche a la mañana y nosotros somos firmes candidatos a seguir sus desgraciados pasos.
Adam- pero, y ¿ nosotros nos sentimos a gusto en nuestros propios cuerpos?
Robert- Hemos de aprovechar esta etapa infantil porque no habrá un tiempo mejor en nuestra vida: se nos alimenta, se nos viste y calza, recibimos regalos sin pedirlos y nos miman con todo su amor.No habrá mayor sensación de libertad, en adelante, que la que poseemos ahora. Nuestro cuerpo en desarrollo nos ofrece sensaciones nuevas cada día. Nos levantamos con la alegría de descubrir nuevas emociones, horizontes llenos de ilusiones que se hacen reales mientras inventamos juegos para atraparlas, cuando charlamos entre nosotros y hacemos realidad lo que los adultos consideran utopíasy sueños de niños, mientras hablamos con nosotros mismos o con la naturaleza y se nos responde a todas nuestras incertidumbres, cuando avistamos las estrellas y ellas nos hacen un guiño de complicidad o miramos con amor a los ojos de nuestros padres y sentimos que ellos nos responden con igual intensidad, como niños secuestrados que son.
Adam- tenemos una responsabilidad, la del colegio, que es obligado; ya tenemos una imposición.
Robert- !toma¡ esa y, cuando tus padres te dicen que hables bajo, que no grites, que te sientes de tal modo, que cojas los cubiertos con disciplina, que no discutas con otros niños, que seas respetuoso y educado, que no interrumpas a los mayores mientras hablan... y un sinfín más de cursilerías.
El colegio forma, asimismo, parte de ese protocolo preestablecido de iniciación a la vida de los adultos; pero es un mal menor: allí escribimos y leemos, aprendemos cosas curiosas sobre la naturaleza y la civilización humana, tenemos nuestros recreos para jugar a destajo y charlar en diversión animada con nuestras guapas amiguitas, atendemos con atención simulada mientras miramos de reojo a la chica más guapa de la clase y al formidable trasero de la profesora cuando se pone a escribir en la pizarra, y sonreímos cuando ella nos lanza esa mirada protectora y amable de madraza de todos. Es un tiempo que no olvidaremos jamás y hemos de vivirlo con toda la intensidad de nuestros sentidos.
y ¿ qué me dices cuando nos llevan de excursión al campo en esos días grandes y soleados, corremos entre los árboles y saltamos entre las flores, cantando canciones cogidos de las dulces manos de nuestras compañeras, devoramos nuestros deliciosos bocadillos preparados con cariño por nuestras madres y nos reciben a la vuelta en casa como si hubiésemos estado perdidos en la selva, con ojos húmedos y brazos abiertos?
Nuestra etapa es entrañable, dulce, cariñosa, emocionante, impresionante.
Adam- creo que me has convencido plenamente ¿ qué te parece si pintamos el cielo y las estrellas en aquella explanada con arena ?
Robert- ! qué buena idea ¡ Tú pintarás el cielo y yo las estrellas ¿ quieres?
Adam- de acuerdo.




                                                       EL CONVALECIENTE



Ferlosio ha caído enfermo en fase terminal por un tumor de vejiga y se halla en la cama de su casa sujeto a una sonda para evacuar su orina y pasar sus últimos días en su tierra natal.
No ha tenido hijos en su matrimonio y ha derrochado afecto y simpatía por todo el pueblo, con su gran sentido del humor y gran capacidad de atraerse las voluntades ajenas para empaparse de lo que es su pasión, la vida privada, hasta lo más íntimo, de las gentes de la localidad.
Ahora, se halla bajo cuidado de su esposa y presenta un aspecto consumido, pálido con grandes ojeras y la voz debilitada, pero sin perder la compostura y el aplomo para seguir indagando en las vivencias de sus convecinos.
Su casa es una procesión de gente; todos los días es visitado por entre diez y quince personas y esto lo mantiene despierto y alerta, a pesar de su gravedad.
Hoy, por la mañana, ha venido a visitarlo su amigo Amancio, quien saluda al enfermo y se sienta a la cabecera de la cama, aunque hay sillas repartidas por toda la habitación para las visitas de varias personas a la vez
Amancio- ¿ cómo llevas la vida; qué tal la salud y la esperanza?
Ferlosio- la vida juega con nosotros a la oca, ayer aquél y hoy a mí porque me toca; y uno se pregunta ¿ qué habré tomado, aparte dos copas de vino antes de comida, que tú sabes, y agua limpia de mi pozo, para tener un quiste purulento por donde pasa todo líquido corporal?  Pues aquí tienes, ya puedes haber vivido como santo y haber guardado todas las penitencias, que si la vida marca tu fin con el dedo, es ya sentencia firme. Mi esperanza es la de un marrano que huele a cebolla hervida cerca de su cubículo.
Amancio- no seas tan trágico y no digas zape hasta ver pasado el último gato. Peores casos que el tuyo han revertido y vuelto a la salud por su acérrimo apego a la vida y su fe en la bondad divina.
Si te apocas y crees que tus días están contados te estarás marcando tu propio destino. Piensa en tu trigo y olivos que están esperando ser cosechados y nadie sino tú irá a recoger sus frutos; y tu mujer ¿ qué será de ella sin ti ?
Ferlosio- Tú sabes bien como yo que mi voz sale de las catacumbas de mi alma más que de mi garganta. Yo no pierdo fe, pero veo boca de lobo y sus fauces no perdonan. Mis trigos y mujer no me preocupan, son recios y espigados, aptos para las embestidas de la vida. Por cierto, me han dicho vecinos de visita que tu mujer e hijos habían dejado de hablarte por la mojama que cogiste el sábado pasado, que te llevó al burdel junto a los solteros del pueblo ¿ aún sigue el enfado ? ! qué mal ejemplo diste ante tus hijos ¡ Qué rabillo de diablo te picaría para meter a un hombre prudente como tú en semejante cenagal; en cuanto a las lindes con Tomás, habéis hechado mano de escopeta para lidiar sobre un palmo de terreno ¿ has perdido la cabeza desde que ha dos meses me hallo enfermo?
Amancio- la gente aventa la crítica sin atenerse a la verdad y desconociendo las causas. En confidencia, como es costumbre entre nosotros, te explicaré donde están clavadas las raíces de tales abrojos. Un hombre de cincuenta años, como yo, necesita desahogar sus humores corporales y mi mujer ve eso ya como un juego de jovencitos, máxime teniendo a dos chicos en casa. El alcohol te suele destapar los instintos más guardados y aquella noche me llevó a desahogar los que más me picaban; así que pagué por primera vez a una mujer para descargar todo el lastre acumulado, y !vaya, si salí limpio de polvo y paja¡ mis hijos lo comprenderán cuando sean mayores. A mi mujer sólo le preocupan ellos, así que el enfado por lo mío es más por las habladurías ajenas que por sentirse afectada ni engañada.
En cuanto a las lindes con Tomás, sabes que es hombre tozudo y egoísta. Ya lleva tiempo metiendo reja en mi parcela, así que puse señales de hormigón para delimitar bien las lindes; ni por éstas; me ha trepado tres indicadores con los arados, así que para tajar esto de una vez, cogí la del gatillo y me dirigí al tajo, donde estaba haciendo su faena y parte de la mía; apunté a la cabina del tractor y él que llevaba el arma a su lado apuntó a mi cabeza. Disparé a la parte derecha y volaron los cristales de la cabina, llegándole algunas plomadas a su rostro. Bajó del tractor sin escopeta, pidiendo perdón y asegurando que repondría las señales y araría cuatro palmos más allá de mi linde. Hay veces, en que si no das un paso al frente, tienes que echar diez para atrás; y éste era el momento de atajarlo. No creo que denuncie porque está bastante acojonado y en justicia no las tiene consigo. Haz caso mío y no te amojames. Vendré a visitarte de nuevo , hasta que te vea con más ánimo y mejor cara. Ahora debo ir a dar el biberón a los corderillos que perdieron su madre al nacer. Ya te contaré...
Ferlosio estaba pensando en las vueltas que da la vida en tan poco tiempo, cuando entró su amigo el peluquero, sentándose en la misma silla de la visita anterior.
Peluquero- traigo poco tiempo porque dentro de un cuarto hora tengo citada a una señora. Mi peluquería la tienes en frente y estoy a tu disposición para todo lo que necesitéis. ¿qué, cómo va el ánimo? parece que noto la bolsa de orina más transparente que ayer. Los médicos creen que son dioses ¿ qué sabrán de la capacidad del cuerpo humano para saltarse todos sus pronósticos?
Ferlosio- !qué más quisiera yo¡ los milagros escasean y mi pinta sabes que no apunta nada bueno. No es que yo me haya resignado a lo peor, sigo en mis trece de mantenerme firme ante la adversidad, hablando con unos y otros, que es mi deleite, pero soy consciente de mi estado y cato lo que se avecina, voy perdiendo el miedo y aceptaré mi destino sin pataletas inútiles.
¿ cómo va el negocio? la feria del pueblo está a vuelta de esquina y noto por la ventana más ajetreo de gente.¿ conoces últimas novedades?  ¿ tu yerno ha  decidido por fin hacerse la vasectomía?
Peluquero- me da buen olfato que quieras estar al día  de la vida del pueblo. Tu abnegación, preocupándote por el temple de tus conciudadanos, reforzará las defensas de tu organismo para lanzarle un ataque definitivo a la enfermedad. La cuestión más secreta del pueblo, que le he podido sonsacar a la mujer del mayoral de la finca los machos, mientras le hacía un marcado de pelo, es el embarazo de las dos hijas gemelas del alcalde por parte de su hijo. Yo la notaba seria y preocupada, contrariamente a su carácter; su marido y ella están bien avenidos, así que enfilé por la ladera de su hijo, preguntándole qué tal andaba de amores, pues yo ya sabía por otras bocas que lo habían visto en un reservado de la discoteca, a diestro y siniestro, con ambas rubias, cuales a día de hoy sólo las distinguen sus padres y él mismo, por sus íntimos secretos y caprichos.
Así que confesó, pidiendo me llevase el secreto a la tumba, que ambas madres, ella y la de las gemelas, habían hablado de cómo solucionar el entramado del trío. Pensaron en el aborto de una y el casamiento de los otros dos, pero los vínculos de sangre son tan poderosos, que las gemelas o se casaban juntas o abortaban juntas; como lo primero es imposible en nuestro código civil y religioso, han decidido lo segundo y que purguen sus pecados con el párroco ante secreto confesional; así que en paz y jugando. A la larga todo el pueblo lo sabrá y algo intuye ya, pero nosotros, a quienes todos recurren para estar informados, haremos como que nos ha cogido por sorpresa y callaremos hasta que florezca por sí mismo.
Lo del cura Blas lo sabrás porque es público...
Ferlosio- algo sé, como las peanas que coge un tiempo acá sin respetar el lugar sagrado donde dice misa o lo intenta, pues los monaguillos, según dicen, deben sostenerlo disimuladamente para que lea la liturgia y enderezarle algo el pulso para que reparta las hostias. En cuanto al confesionario, dicen que huele como a bodega y los pocos que van a confesarse, no se atreven a liberar los nudillos más gordos, por temor se pueda ir de la lengua: ciertamente me da pena ver en esa situación a un hombre tan prudente y disciplinado en sus costumbres. Él, como yo, más de dos copas no bebía antes de comida; algo que cala más hondo de lo público debe haberle sucedido; quiera Dios que tú hayas investigado algo, porque compartiremos secreto a la tumba...
Peluquero- esto es muy serio Ferlosio y quiera el altísimo que mantengas tu palabra, porque el cura se está jugando el puesto ante el obispo. Mientras echaba un tinte a la mujer de la iglesia, la que regaba las flores y fregaba su interior, le pregunté por la salud del párroco, su ausencia de los bares y por la nueva joven beata, que antes pertenecía a otra parroquia y ahora vive junto a sus padres en nuestro pueblo. La pregunta vino a pelo, pues estaba deseando descargarse con alguien; así que me soltó todo lo que sabía e incluso sospechaba: me dijo que esa chica ha pervertido a todos los párrocos de las iglesias donde ha trabajado; dos curas han sido destituidos ya por el obispo, pero la joven se mantiene en su puesto, cobrando de la iglesia, por cierto pecadillo del mitrado con su madre; así que me ha contado que la  chavala riega las plantas, se agacha para limpiar los bancos, se sube al altar para purificar de polvo las partes altas, con unas faldas tan cortas y braguitas tan transparentes, que levantan el ánimo de cualquier anciano; y casi eso es Blas, pues ha cumplido sesenta y cinco años. Los movimientos de caderas mientras friega, las posturas a cuatro pies mientras riega y sus ascensos para sacar brillo a los ornatos sagrados, han dislocado las hormonas del cura y su compostura; habla a traspiés, tropieza en lo llano, dialoga consigo mismo y está agotando las reservas de vino sagrado en una agonía por ahogarse a sí mismo antes que caer a su edad en la tentación que hasta ahora había vencido. Que una pelagata haya venido a sacar de quicio a nuestro querido blas desde otro pueblo, no lo podemos permitir. Hemos de ir maquinando algo, Ferlosio, para que esa niñata abandone la iglesia y si es posible, el pueblo. Ya tienes algo en que entretener tu pensamiento.
! ah, se me olvidaba ¡ Y ya me voy que he visto pasar a la clienta; lo de mi yerno se debe a las pocas luces de mi hija al casarse con un porro de encina, cabezón e ignorante, con menos cerviz que un murciélago. Ya tienen cinco niños correteándome por la peluquería y el baturro dice que ponerse condones es de cobardes. Así que, como ya casi no puede mantener a los que tiene, mi hija ha decidido convencerlo de que se haga una leve intervención quirúrgica para evitarle padecer más adelante la enfermedad de la próstata, de la que murió su padre y él teme como maldición; le practicarán la vasectomía  para dejarlo estéril sin que lo sepa, al menos por ahora, hasta que pierda un poco el hambre de achuchar y arremeter a la buena de Dios; cuando se le vengan los cinco espárragos arriba, se dará cuenta de su mantenimiento y su responsabilidad; si no fuera porque es un bonachón ingenuo, me daría pena mi propia hija. En fin, Dios reparte suertes y nosotros las jugamos. Hasta mañana ferlosio.
Ferlosio estaba ya dibujando algunas trazas para el problema del cura, cuando entró el carnicero

Carnicero- hoy te veo como más despierto, con más vitalidad. ahí he dejado a tu mujer unas chuletas de cordero, de ternera y lomo de cerdo para que te las ponga a la plancha y te reabran el apetito, que me ha dicho que tienes menguado; tú, de puertas para adentro ¿ cómo te sientes, has notado alguna mejoría que nos de esperanzas ?
Ferlosio- es cierto que mi cuerpo no admite comidas gruesas y sólo permite algunos potingues de purés, pero agradezco tu gesto, pues esa carne, picada y molida fina con un buen caldo levantará mi ánimo.
Yo me noto igual que cuando llegué del hospital, no mejor, pero es esperanzador no hallarme peor, pues esta enfermedad suele devorar a sus víctimas en cuestión de semanas. He levado mis velas al viento y seguiré navegando en tanto Dios lo permita ¿ cómo te va con la clientela, pusiste fin a las largas listas de débitos de quienes seguían llevándose carne para comer como sultanes, mientras en tu caja no caía un céntimo ?
Carnicero- qué caradura tiene la gente, pasan con sus buenos coches ante tu establecimiento, con los mejores ropajes y cargados de bolsas de supermercados y vienen aquí a entrampar a un hombre que ha luchado toda su vida para criar y educar a sus hijos en el único oficio que sé y me gusta. La gente son como lobos, cuando te ven debilitado por la competencia, vienen a hincarte el diente de sus trampas, que son mi ruina. Colgué varios carteles donde puse: no se servirá nada nuevo sin haber pagado lo viejo y se servirá bajo previo pago al contado. Desde entonces vienen algunos menos clientes, pero saben que la calidad fresca de mi carne es incomparable con la envasada y plastificada de otros sitios.
Ferlosio- la gente ha perdido la honradez y las buenas costumbres ¿has oído alguna novedad de la vida del pueblo, entre los comentarios de tus clientes?
Carnicero- las comedillas de turno, aunque sí me llegó algo al oído de dos clientas que estaban hablando de algo insólito, pero que refleja bien la sociedad corrompida en la que estamos inmersos. Estaban parlando en una esquina del mostrador mientras yo atendía a otra clienta, pero sabes que mi oído es de cazador nato.
El murmullo se refería al hijo del mayorista comercial, quien sabes que no se habla con su padre por asuntos de droga y éste le tiene prohibido cualquier acceso al dinero en su casa, de modo que no puede adquirir la cocaína que le tiene subyugado y adicto a la misma. Este, con el síndrome de abstinencia a cuestas no sabía como iba a conseguir su dosis y donde extraer el dinero. Pensó en cualquier establecimiento comercial que cogiera descuidado; así que vio al de frutas y hortalizas descargando cajas del furgón, algo distraído y entró con paso decidido a la caja, mientras la mujer estaba en la cocina y desfalcó todos los billetes que halló.
El frutero no se alarmó porque es un chico conocido del pueblo, aunque algo raro por su nula relación social, y cuando se dirigió a atenderlo, ya iba calle abajo con paso normal y despreocupado. No había duda, allí no había entrado más que el chico; en vez de denunciar el robo se dirigió antes ante su padre, explicándole la obviedad de los hechos. Éste, en lugar de salir en defensa del hijo a ultranza, devolvió al hombre lo robado por su vástago, explicándole el motivo de la drogadicción que le impulsó a tan vergonzoso acto. Le pidió que guardase secreto, pues el estaba tratando de encauzar a su hijo hacia una vida más digna y honesta. Esto aún no ha salido a la calle y te ruego no lo pongas en circulación hasta que bocas incautas no lo destapen a los cuatro vientos de la ciudad
Ferlosio- te agradezco el detalle de la carne, pero sobre todo que hayas regalado mis oídos con tan inusitado caso. espero estar en pie para estar al tanto de lo que sucede. hasta mañana, amigo.
El siguiente en llegar fue el tabernero de la plaza mayor, que saludó a Ferlosio como a cliente y amigo.

Tabernero- ¿cómo te encuentras, amigo? No he traído vino en atención a tu salud, pero sí un licor de manzana sin alcohol, que es digestivo y depurativo. Todos los que frecuentan el bar y te han visto dan buenos augurios sobre tu salud, y yo veo por mí mismo que estás menos alicaído. Tu palidez continúa, pero el brillo de tus ojos denotan optimismo y fortaleza ante la lucha que mantienes contra tu enfermedad. No te amorrilles ni bajes la guardia y verás por ti mismo que no hay nada imposible ante la tenacidad y la perseverancia; he visto a tu mujer en la cocina y parece estar algo más animada, signo de buena esperanza, pues tu sabes mejor que nadie de su gran intuición, capaz de adelantarse a los acontecimientos.
Ferlosio- si lo sabré yo; poco antes de caer en picado, ella miraba mis ojos y ojeras, diciéndome, que rogaba a dios que no, pero que tenía un mal pálpito sobre mi salud; y así fue, a la semana, me diagnosticaron en el hospital lo que creen irremisible. Aunque, a decir verdad, a día de hoy no creo en sentencias humanas, sino divinas, y entre todos me estáis aportando la fuerza de fe que necesito.
Ahora, ante la proximidad de la feria, estarás más ajetreado, colgando guirnaldas y adornos, ayudado por mujer e hijas en la cocina y la barra. Menos mal que tienes un buen plantel, de buena cepa y simpáticas criaturas. Las dos hijas siguen en la universidad ¿ qué tal llevan los estudios, tienen novio ?
Tabernero- una de ellas tiene novio formal, muy abierto, campechano y capaz; por cierto, vendrá a echar una mano en estas fiestas; el de Lucrecia, la menor, no acaba de cuadrarme; es apocado, reservado y falto de iniciativa; no te mira a los ojos cuando habla y eso no me gusta entre los hombres.
Ferlosio- tú fíjate en los hechos más que en los gestos. Hay hombres tímidos, ahí tienes como ejemplo a Vicente el herrero, que no habla más de cuatro frases con nadie, desviando la mirada, no por desafección o antipatía, sino por su gran timidez que, a veces le hace perder la noción de lo que quiere explicar y se queda sin palabras y en blanco. Sin embargo, como todos sabemos, es un hombre humilde, leal con sus amigos, servicial donde lo llames y cumplidor de su palabra, aunque tenga que olvidarse de quehaceres propios para cumplir con los ajenos. No te fíes de las apariencias, pues tú ya sabes, por tu trato diario con el público, que éstas engañan.
Tabernero- Qué cierto es eso. A mí me pasó un tren con el distribuidor de vinos, al que yo creía hombre ejemplar por su aparente formalidad, honradez y entereza moral. en una ocasión me descargó en el almacén quince barriles y me cobró diecisiete; yo, empeñado a su lealtad, no hacía comprobación de los barriles que dejaba y cobraba, pero mi mujer, más astuta, si contrastaba la factura y me lo comunicó; se lo dije al propio vendedor y le vi algo turbado, justificándose en un error contable de la oficina: yo sabía que era un error en beneficio de su bolsillo; me devolvió el dinero, pero quise ponerlo a prueba para cortar definitivamente con él; así, que, tras descargarme diecisiete barriles, le dije que este mes había sido flojo y le pagaría al mes siguiente; me contestó, tras trece años de servirme vino, que los pagos deberían realizarse al contado: Le contesté que cargase los diecisiete barriles en el furgón y no volviese a pisar mi restaurante, ni siquiera como cliente; se puso a disparatar malhumorado y le eché mano del gaznate; palideció en el acto, cargó sus vinos y partió echando humos a otra parte. En fin ,a unos les toca esta carga  y otros llevan otras a sus espaldas. Lo importante es tener salud para sobrellevarlo y a ti te la deseo, para que estés pronto animando la vida del bar, que se halla triste y falto de esa espontaneidad y fino humor tuyos.
Al marcharse el tabernero, entraba el párroco Blas, ambos se saludaron y cada cual tomó su dirección
Al entrar el cura, Ferlosio notó enseguida que traía la cara roja y los ojos encendidos. Había bebido y su sonrisa abierta y deseosa de parla, así lo delataban.Ahora tenía el enfermo la oportunidad de meterle el sacacorchos, extraerle los más íntimos secretos y darle los consejos que había estado rumiando para liberarlo de su problema

Párroco- vengo como amigo y como sacerdote, para confesarte y comulgarte, ya que no puedes asistir a misa; primero vamos a hablar como amigos y al final te daré la bendición de Dios ¿ cómo llevas la salud corporal y el ánimo espiritual, que es el mejor ayudante de aquélla? A decir verdad, yo observo compostura más firme, rostro menos pálido y apasado, mirada más objetiva y atenta, hombros más sujetos y en cruz y manos más serenas. Voy a destapar la sabana y ver la orina; ciertamente, como me han dicho , está algo turbia, pero la oscuridad de los primeros días ha desaparecido. Tu mujer está cumpliendo como fiel creyente lo que prometió ante el altar... Ante lo bueno y lo malo...Y está siendo esposa, enfermera y soporte espiritual tuyo. A ver esa voz, como sale del barril, quiero decir de tu pecho y garganta. Quiero oir los graves, agudos, bajos y contrabajos para deducir de su tonalidad la de tu mejoría.
Ferlosio- si pudiese tomar una copa de buen vino y aclararme la garganta, seguro que saldría limpia y melodiosa; pero ha de conformarse uno con lo que es y tiene, y a mi me sobra todo aquello que no suponga recuperar la fuerza para ir yo mismo a confesarme y rezar a Dios ante el altar. Pero dejémonos de sermones de sacristía y hablemos un poco de hombre a hombre.
Párroco- vaya voz de tenor; ahora veo que a tí no te tajará esta guadaña y menos aún si presta su ayuda un hombre de fe que es curandero de yerbas, llamado Eufronio, que vendrá a visitarte porque yo le he avisado; es de un pueblo pequeño próximo al nuestro. Espero no te moleste mi iniciativa pero me han hablado de que ha conseguido auténticos milagros; el último, salvar de la muerte a un desahuciado por cirrosis hepática avanzada.
Ferlosio- Como me va a molestar una iniciativa en pro de mi salud. Agradezco tu buenanueva de que me veas y sientas mejor, pero creo y, como he dicho, vamos a hablar sin cortapisas, que al curandero lo vamos a necesitar ambos, si tú sigues el camino que has iniciado, pues según me han dicho buenas lenguas, no dás una misa a derechas y eso no es por falta de experiencia, sino porque has tomado demasiado al pie dela letra que el vino es lsangre salvadora de cristo; está bien que tomes una copa, pero no que lo dejes exangüe.
Tú no has podido cambiar de la noche a la mañana; yo no tengo la cualidad del secreto confesional, pero tienes mi palabra de hombre que está en trance de pasar más cerca de Dios, que no hablaré si me cuentas lo que realmente te trae con la lengua estropajosa y la nariz roja de beodo a cada paso y traspiés.
Toda tu vida has sido hombre prudente en las costumbres y moderado en el beber, pues has brindado codo a codo conmigo y no más de cuatro veces por día y antes de comida. Algo ha enturbiado, como mi orina, tu vida, y es un quiste que te trae vagabundo por tu propia casa que es la iglesia, santo lugar donde no puede haber fantasmas ni almas en pecado que te martiricen.
Párroco- !ay, Ferlosio, que tú sabes algo¡ y ya lo debe saber todo el pueblo, porque el alcohol huele a distancia y marca el rastro de la tinaja; se levantó y cerró bien la puerta; me voy a confesar a ti como a santo, pues estás más cerca de Dios que yo, no porque estés enfermo, que te curarás, sino porque has mantenido tu fe inquebrantable durante toda tu vida, sin dejarte tentar por artemisas ni orquídeas.
El diablo ha usurpado mis sentidos, colocado ante mí a una tierna, hermosa y descarada jovencita que ha derrumbado la estructura sobre la que descansaba toda mi entereza moral y mi juramento de amor y lealtad a Dios, bajo mi hábito profesional de sacerdote. Ella ha descorchado los instintos pasionales más bajos y lujuriosos en un hombre de sesenta y cinco años, intachable en su entrega y amor espiritual hacia los demás e inquebrantable en su castidad, que temo perderla en un ataque de locura y violentación hacia la que me está provocando a diario, martirizándome durante mis noches solitarias y ahogándome en alcohol para no cometer una miserable tropelía. Blas comenzó a llorar sobre las sábanas que tapaban las piernas del enfermo, ahogando sus suspiros en ellas para no ser oído.
Ferlosio- no sigas, Blas; alguien me ha contado todo esto, pero necesitaba escucharlo de tus labios para saber hasta que punto te ha picado el alacrán y ponerle remedio, cual está a tu alcance si tú lo aceptas: un grupo de mujeres de todo el pueblo, se alternarán cada semana, para cubrir cada día, en equipo de tres, toda la limpieza de la iglesia. Tu avisarás al obispo por escrito de esta voluntariedad de tus feligresas y solicitarás el traslado de esta joven a otra parroquia por ser innecesaria aquí su presencia.
Párroco- cómo no voy a aceptar que mis fieles hayan decidido voluntariamente a decentar la casa de Dios, que es la de todos; gracias , Ferlosio, por devolverme a la esperanza; yo escribiré al obispo hoy mismo. Entretanto rezaremos el uno por el otro; yo por tu salud y tú porque salga pronto de mí ese clavo ardiendo de la pasión terrenal que tengo clavado en mi corazón.
Te confesaste poco antes de ponerte enfermo y estarás limpio de pecado; si tienes alguno grave que confesarme, adelante; si sólo es tu habitual de saber de las vidas ajenas, ya te he repetido muchas veces que no es pecado si se interviene para hacer un bien en ellas, como acabas de hacer en mi vida.
Ferlosio- entonces, no hay nada más que confesar
El sacerdote extrajo de una cajita la hostia sagrada y el enfermo la tomó emocionado, mientras recibía la bendición en nombre del padre , el hijo y espíritu santo. Amén.
En estas que salía el párroco, llegaba con un gran maletín de madera, el curandero Eufronio, quien saludó al cura por conocerlo y le hizo pasar, presentándole a Ferlosio, quien quedó sorprendido por la extraña cara de duende y la baja estatura de aquél hombre, de apenas ciento cuarenta centímetros de altura. El párroco se despidió y dejó a ambos cara a cara; Eufronio abrió sobre dos sillas su gran maleta de yerbas, dió un pequeño salto y se aupó a la silla más próxima al enfermo.
Eufronio- no me extraña su gesto de sorpresa al ver mi rostro; yo mismo eludo el espejo lo que puedo, pero Dios reparte caras y a cada cual toca la suya. Pero vamos a lo que nos aproxima, que es su dolencia de vejiga. Le voy a hablar claro y directo para que no nos llamemos a sorpresas. Usted, según me ha dicho el señor Blas, está desahuciado por los médicos y le han enviado a su casa para que se despida de sus allegados y ponga su alma en paz con Dios...
Ferlosio- ¿ usted qué es, cura, médico o ambas cosas a la vez?
Eufronio- su tono irónico y burlesco dan fe de que no está tan mal como aparenta. Es buena señal para su salud, pero mal signo para la disciplina y seriedad que tendrá que mantener conmigo, lo cual debe aceptar de buen grado porque yo he venido aquí con la voluntad y determinación de expurgar el mal de su cuerpo.
Así que lo primero que...A estas entró la esposa de Ferlosio, quien saludó al doctor y se presentaron.
Pues bien, como le estaba diciendo a su esposo, usted podrá ayudarme, vamos a destaparlo, retirarle la sonda y descubrir su cuerpo de cintura abajo; le recostaremos suavemente boca arriba, pues voy a palparle, tantearle y masajearle la zona afectada. Así lo hizo. Ferlosio quedó con la mirada fija en el techo, mientras unas pequeñas manos milagrosas, untaban de romero y tomillo la zona enferma. La habitación entera quedó perfumada con aquél saludable aroma.
Vístalo usted, que vamos a incorporarlo sentado en cama, ponerle la sonda y taparlo. La mujer quedó sorprendida de la destreza y refinada sensibilidad de aquel pequeño hombre, pues su marido no emitió ningún quejido. Le recetó tomar dos litros diarios de cebolla hervida y dormir, no boca arriba, sino del lado izquierdo lateral del cuerpo. A la semana de masajes diarios, el enfermo pudo orinar sin sonda... Al mes de dicho tratamiento fueron a consulta de un urólogo especialista al que nunca habían visitado y le comunicaron que tenía una vejiga normal y en perfecto estado.
El nombre de Eufronio quedó grabado en la calle principal que daba a la iglesia. El sólo aceptó un pequeño obsequio de Ferlosio: un diminuto y precioso crucifijo de sus más remotos antepasados, que habían heredado de padres a hijos.






                                             LOS MILAGROS DE EUFRONIO



Cirilo
- ¿cómo llevas tus curas, enmiendas o tuerces?
Eufronio- noto cierta burla en tu pregunta, como si mi oficio no fuese el más digno, altruísta y desinteresado, en bien de la salud humana
Cirilo- me refiero a si has curado a muchos enfermos este último mes, yo se que es muy difícil que se te vaya de las manos algún caso por complicado que sea.
Eufronio- Algunos se trasponen, no por mi falta de fe y tacto para sanarlos, sino porque Dios así lo dispone.
La mayoría de quienes pasan por mis manos, vienen en último recurso, tras haber pasado varias consultas médicas, donde los dan como casos perdidos, bien porque son desahucios sin esperanza o porque no tienen nada y por tanto nada pueden hacer por ellos.
Yo acojo a todos por igual; sobre los primeros pongo mi fe inquebrantable y en los segundos mis artes sanatorias, siempre efectivas, porque realmente son ellos mismos quienes sanan, pues están saludables como pera, sólo les falta el empujoncito de mis yerbas y pócimas, que son como oraciones sugestivas para sus infundios mentales.
Cirilo- entonces ¿quieres decir que tú sanas a gente sana? es una burla y un fraude a sus bolsillos.
Eufronio- ché, amigo !cuidado¡ yo sólo cobro la voluntad, que siempre es buena cuando se ven libres de sus dolencias y éstas son fantásticas, creadas por su testa, pero hay que saber decorchárselas ¿ por qué vienen de los médicos a mí ? ¿ crees que si realmente no se sintieran mejor iban a venir a ver mi rostro de duende?
yo noto en sus ojos su mejoría, la liberación de sus ideas, que les hacen temer más lo que pueda sobrevenirles, que lo que realmente padecen , que es ilusorio.

Realmente, Eufronio tiene rostro algo misterioso e inquietante: ojillos vivaces y relampagueantes, tan pequeños como perlas de alfiler, cejas anchas y espesas, con cerdas gruesas como pelo de jabalí; nariz picuda, tan pegada al labio superior, que se mueve al compás de este cuando habla, pómulos y barbilla angulosos y sobresalidos, cuello inexistente, pues su cabeza se roza con sus hombros, con giro muy limitado, por lo que debe virar el cuerpo para mirar a los lados; orejas altas y puntiagudas, que se rozan con los parietales y se inclinan hacia los temporales cuando sonríe; boca grande con dientes pequeños y afilados, pero muy separados, propios de un socarrón; chico de estatura, de ciento cuarenta centímetros, con piernas curvadas y andares a la redonda.

Cirilo- y con los que realmente están enfermos ¿ qué haces?
Eufronio- si las personas tienen enfermedades, cuya causa u origen no pueden determinar ni tratar los médicos ¿ qué pueden mis yerbas contra eso? si los doctores las consideran enfermedades raras e intratables y vienen a mí a por un milagro, yo sólo puedo recetar algunas infusiones en nombre de Dios y rogar por sus almas; si el milagro se produce, será bendición divina y no obra mía, pero ellos me lo agradecen a mí con sus dádivas y yo al altísimo en su nombre. Eso es todo y ahora perdona, que empiezo la consulta a las diez. Ahora, tienes la oportunidad , sentándote a mi lado como si fueras ayudante, de ver por tí mismo mi obra en pro de la humanidad.

Ciertamente pasaron a una pequeña habitación de la casa, mal ventilada y alumbrada, por la escasez de luz y aire que entraba a través de una pequeña ventana, situada tras la mesa rectángular repleta de yerbas, potingues, un jarro de agua y un vaso para beber,en el centro de la mesa consulta; una camilla a la derecha de la habitación y un armario a la izquierda, con puertas abajo y una gran abertura en la parte superior, que contenía grandes carpetas como en las consultas médicas; eran para anotar fecha de visita, nombre del enfermo y tratamiento aplicado, que anotaba a la salida de cada visita con caracteres sólo inteligibles para él, pues no había pisado la escuela en toda su vida.
Dos candelabros con varios brazos de velas ardiendo sobre el tapete superior de dicho mueble y dos velas pequeñas a ambos lados de la mesa consulta.
El primer visitante tocó la puerta y contestó !adelante¡; era un hombre de unos cuarenta y cinco años, alto fornido y con gesto de suplicio; Eufronio le invitó a sentarse, preguntó su nombre y le animó a descargar su dolor , que era, según explicó en la zona inguinal y llevaba tres meses padeciéndolo

Eufronio- usted debe decirme si ha sufrido antes este dolor y sus problemas familiares, de vecindad o amistad que hayan surgido últimamente. Dígalo en confianza, pues el secreto médico la ampara y este compañero es del oficio.
Enfermo- jamás en mi vida había notado dolor tan tenso y fino. No me hablo con mis hermanos por un problema de herencia. Amañaron las cuentas con soborno de notario y se quedaron con parte de mi dividendo.
Eufronio- ahora, sin ningún tipo de remilgo, descúbrase de cintura abajo, que voy a palparle la zona afectada. El hombre, sonrojado, se aflojó el cinto y calleron sus pantalones hasta sus zapatos y levantó la mirada a las telarañas del techo. Eufronio se calzó dos guantes de silicona, de los que se usan para lavar la vajilla y él usaba para todos los enfermos masculinos; con gran descaro y desfachatez, sin asomo de pudor alguno, palpó el centro y las zonas colindantes; se quitó los guantes y se sentó en la silla, indicándole al paciente que podía cubrirse y sentarse.
Eufronio- no tiene erupciones, inflamación o mancha alguna; no palpo nódulos internos; lo suyo no es grave, es un caso común de herencia genética.
Enfermo- ya suponía que algo tenía que ver la herencia con esto.
Eufronio- voy a entregarle un preparado para hervir, colar y tomar a diario, de dientes de león, que sin duda alguna cortarán en seco el dolor hereditario; es amargo de tomar, pero gran depurativo de cuerpo y espíritu. No se preocupe y vuelva el mes próximo para tentar su evolución.
El paciente, conocedor, como todos, pues había un cartel indicándolo en la puerta, de que allí se pagaba a voluntad, dejó un billete sobre la mesa; Eufronio se puso en pie y despidió al hombre con una palmadita por encima de la cintura, pues más lejos no llegaba.
Cirilo estaba sorprendido y algo abochornado de ver la soltura y desfachatez de aquél hombrecillo ante un hombre cuadrado de cerca de dos metros.
Con Eufronio trabajaba su sobrina Elga, joven muy agradable y gran conversadora, encargada de citar visitas y repartir el orden de los números de entrada, desde un pequeño mostrador situado en un extremo de la amplia sala de espera. Elga invitó a pasar a la siguiente paciente, una morenaza con pelo hasta la cintura y cuerpo escultural que cojeaba con gesto doloroso.
Cuando Cirilo vió aquella mujeraza entrar en aquella celdilla, se quedó boquiabierto. Con la característica desenvoltura y frialdad suyas, Eufronio saludó a la joven dándole la mano y llamándola por su nombre, pues era paciente antigua que había llegado, según contó mas tarde a Cirilo, en silla de ruedas, sin que los médicos hubiesen encontrado ninguna afectación neurálgica para dicha incapacidad.
Llegó acompañada de su madre y ambas se sentaron en dos estrechas sillas, pues la habitación, calculadamente hecha a propósito, no daba para más. Allí se sentían los enfermos algo turbados, impresionados ante un rostro de aquellos rasgos en semipenumbra permanente.
Eufronio- me alegro de ver a madre e hija ¿ cómo está la enferma? noto que vas andando con más soltura  ¿el dolor ha bajado de intensidad? ¿ te has bañado en agua caliente a diario con las yerbas relajantes y analgésicas que te mandé?
Enferma- sí, doctor, he seguido sus indicaciones a pie de letra.
Eufronio- bien, entonces, como sabes, descúbrete del ombligo para abajo; puedes colgar la falda en el perchero de la pared y descálzate también; túmbate sobre la camilla y relájate que vamos a tantear esas caderas y demás articulaciones. Cuando Cirilo vio aquella chica en braguitas rosadas, transparentes y tumbada tan pancha sobre aquella cama, no sabía donde esconder su mirada y se refugió en la de su madre; ésta lo miró como a novato, se sonrió levemente y dirigió su mirada a las manos milagrosas del doctor, cual empezó tanteando los dedos de sus pies, apretó y masajeó sus pantorrillas y muslos, haciéndole flexionar las rodillas; la tumbó de lado y cacheó toda la zona de una cadera, apoyó firmemente sus manos sobre los glúteos, presionándolos e hizo la misma operación con la otra cadera; todo ello con mirada y gesto serio, frío y concentrado, sin el menor atisbo de lujuria. La chica soltaba unos suspiros de alivio, que erizaron las hormonas de Cirilo. Luego procedió a aplicarle un  aceite de romero, masajeando fuerte y con cachetes, desde los pies al ombligo. Aquella niña tenía una mancha en la entrepierna de sus braguitas que no era de romero, sino de su propio lubricante; prorrumpió en suspiros y quejiditos de tigresa enrabietada; Eufronio se lavó las manos con toda naturalidad, en el pequeño fregadero que había tras su sillón y le indicó que se vistiera; la chica se vistió aturdida, con el rostro sonrosado.
Eufronio- tus articulaciones y cadera están preparadas para que andes totalmente derecha y sin cojear. No debes ceder al dolor, pues es tu mente quien te lo provoca; andarás todos los días durante media hora, sin analgésicos; tu cuerpo derrotará el dolor en dos semanas con ayuda de los baños de tomillo que he preparado. Madre e hija besaron al doctor al despedirse y soltaron un billete de buen valor, pues de sus vestidos y composturas se desprendía que eran gente acomodada. Cirilo estaba pálido, con la boca seca e inmóvil en la silla; su maestro le ofreció agua y la bebió con avidez. No pronunció palabra.

La siguiente enferma era una mujer de unos sesenta años que decía no haber mejorado de su dolor de caderas y Eufronio, hombre avezado, la había visto salir de consulta derecha como una torre y moviendo sus caderas como jovencita. Sospechaba que ésta, venía a por los masajes, pues no tenía nada; en fin, el recibía su buen donativo y su alta ética profesional no podía permitirse desatender a paciente alguno, ficticio o real;
así que la tumbó sobre la camilla y le dio unos masajes con aceite romeral que la dejó relamiéndose; soltó su buen donativo y se marchó tan calentita. Cirilo seguía sin pronunciar palabra, entumecido en su silla.

El siguiente paciente era nuevo y traía una jaqueca que lo estaba volviendo loco y los médicos no daban con la causa.
Eufronio- dígame si ha sentido este dolor antes de ahora y cuanto tiempo lleva actualmente con el mismo;
así mismo, debe indicarme cualquier desavenencia habida con sus familiares, amigos o vecinos. Hable con franqueza porque está ante dos profesionales que no recuerdan nada cuando salen de consulta.
Enfermo- yo llevo con este dolor dos semanas , que no me deja descanso de día ni de noche; estoy tomando fuertes analgésicos que me lo rebajan algo, pero sin librarme totalmente de el. Me han realizado pruebas de todo tipo y no dan con lo que es. En cuanto a mi amigo, lo encontré hace, casi el mismo tiempo que llevo con este dolor y ahora caigo, hallé, como digo, a mi mujer y mejor amigo revolcándose en mi propia cama. Esa imagen no la puedo borrar de mi cabeza y lo peor es que no sé cual de los dos es el más culpable, incitador y conspirador para borrarlo de la vía pública.
Eufronio- !ché, amigo¡ tenga cuidado, que yo no admito en mi consulta a potenciales asesinos; si usted quiere curarse es porque tiene esperanza en la vida; si mata a alguien se acabó su deseo de vivir en paz y sanarse. Deje a la justicia, pues para ello está, que ponga a cada cual en su sitio; a su mujer en la calle, dejándole a usted libre como toro campestre y a su amigo, que no lo era, despeñándose en su aberrante traición. Una vez esté libre del dolor que lo atormenta podrá mirar con mayor perspectiva y comprender que demasiado tiempo vivió engañado y confiado en quienes, por un paseo por la lujuria, perdieron su amistad y lealtad; es duro verlo en su crudeza, pero le han hecho un favor al desenmascarar sus rostros para que pueda rehacer su vida de nuevo.
Enfermo- ni un sacerdote me hubiera convencido, pero usted ha puesto ante mis ojos el único horizonte de de esperanza, adecuado a mi situación. En cuanto a este intenso dolor ¿ qué puedo hacer?
Eufronio- yo le mandaré una cataplasma diaria de tomillo y romero para que la coloque sobre su frente durante dos horas diarias de una semana y pronuncie la frase: ! me siento libre, mi dolor se está marchando¡
Ahora, recuéstese sobre esa camilla, que le voy a tantear la zona afectada; se colocó sus guantes y masajeó con aceite toda la testa de aquél hombre durante quince minutos, dejándole el poco cabello que tenía embadurnado en aceite; le dio una gran palmada en la calva y le dijo que volviera al mes siguiente; dejó su voluntad sobre la mesa, que no era poca para espantar su mal y se marchó.
El siguiente enfermo que pasó estaba realmente pálido amarillento con ojeras amoratadas y un temblor perceptible en sus manos; explicó que le habían diagnosticado cirrosis hepática aguda y que le quedaba un mes de vida.
Eufronio- nadie, por muchas cátedras que tenga, puede saber con certeza el tiempo que ha de vivir una persona; eso sólo lo determina Dios. Ahora, dígame el tiempo que lleva empinando el codo sin descanso y si el dolor de hígado es a intervalos o es permanente.
Enfermo- llevo veinte años tomando, pero quince han sido a destajo; tengo cuarenta de edad; mi dolor es permanente y orino algo oscuro; siento que algo me está abrasando por dentro y me veo ya en el más allá que en el acá.
Eufronio- amigo, si usted ha perdido la esperanza de vivir y la fe en Dios, ciertamente estará usted donde dice antes de lo que cree.
Si ha venido a mí es porque tiene fe en su curación y quiere seguir en el más acá; así, que lo primero de todo es olvidarse de que existe el alcohol; botará usted de ansias por tomarlo, pero piense que es el mismo diablo en forma líquida lo que toma; cuando le de el tembleque, beba agua como purgante hasta sentir el estómago repleto y mastique los hinojos que le voy a entregar; además deberá tener al alcance de la mano, una botella con extractos hervidos y colados, de cebolla y ajo concentrados que tomará cada vez que piense en la bebida; si la prueba, no venga a visitarme más porque será imposible su curación; si no la prueba y yo lo sabré, venga a visitarme dentro de diez días; yo se lo diré a mi sobrina para que lo anote; ahora, túmbese sobre esa camilla y desvístase de cintura arriba.
Sacó una mezcla de aceite romero- tomillo, que desprendía un agradable y relajante olor y le masajeó el hígado inflamado durante quince minutos. Eufronio le pidió que por Dios no probase el maldito alcohol.
Yo me voy a emplear a fondo en su caso; no se preocupe de la voluntad hacia mí; lo que yo deseo es ver la tenacidad que pone sobre sí mismo; si nota un empeoramiento, venga a verme sin pedir cita.

Era el último paciente de la mañana y el más complicado; por la tarde seguiría su trabajo, pero ahora daban las dos y era llegada la hora del almuerzo. Cirilo, ya más recompuesto, preguntó a su amigo si creía en la curación de este último paciente
Eufronio- ese hombre no ha seguido los consejos médicos y ha continuado bebiendo sin tomar la medicación; olía a alcohol mezclado con elixir de boca; se está engañando y matando a sí mismo; si consigue , que Dios lo quiera, dejar el alcohol, esas plantas son muy depurativas y el hígado es un órgano muy regenerativo; yo rogaré a Dios porque este caso no se me vaya; si se me va para siempre, a pesar de cumplir con mis recetas y sugerencias, me sentiré afectado; es un pobre esclavo del mismísimo diablo disfrazado en alcohol.
Ambos amigos se despidieron y Cirilo se fue impresionado por un hombre que se había formado a sí mismo, que contrapunteaba la sensibilidad con la frialdad, lo grotesco de su arte con la delicadeza al aplicarlo, su aparente indiferencia con el amor paternal sobre sus pacientes, su avaricia con la generosidad, pues estaba ayudando a financiar un centro de acogida para huerfanos como él mismo había sido desde pequeño, más la austeridad y disciplina con que llevaba su vida, pues sólo disponía de aquella amplia casa, enfocada a sus pacientes la planta baja, y la alta, para él mismo, ya que no estaba casado; un coche con diez años de antigüedad y una forma de vida sencilla y humilde. La pequeña habitación de consulta estaba construida de tal modo, pequeña, pero acogedora, baja y en semipenumbra, para que los pacientes sintieran al salir la primera liberación de sus dolencias.
Cirilo sentía que su desconfianza hacia aquel amigo, se iba disipando, ganando su espacio un mayor afecto, sinceridad y lealtad. Lo visitaría próximamente.






                                                                LOS MENDIGOS




Siempre hay personas pidiendo limosna por todas las ciudades. en nuestra ciudad, éstos son los mendigos que nos llaman la atención con sus diálogos:

Aspasio- ¿cómo te va, Hernio?
Hernio- la vida achucha, pero yo aprieto los talones contra el suelo y sujeto con mi espalda todos los edificios públicos de mi calle , que ya hay que tenerlos bien puestos para aguantarlos durante doce horas diarias. La gente ya no lleva telillas en el corazón, sino esteras de esparto; pasan con la mirada perdidad y el gesto fruncido como si sus problemillas fuesen a poner en riesgo el orden universal; te miran de reojillo como a perro echado y alguna vez que otra sueltan centimales más manoseados que la cestilla de hinojos donde caen. y a ti ¿ cómo te va en la calle de los leones?
Aspasio- no bromees, hombre; por allí pasa lo más lucido de la ciudad; trajes a medida, corbatines de seda, mujeres de infarto, con delgadas y finas telitas de modelo, moviendo sus caderas y despojando unos aromas que te tambalean como a borracho de feria. A veces te pasan tan cerca, que tienes que encoger las piernas, pues ellas no bajan la vista del cielo. Algún que otro torbellino de aire levanta milagrosamente sus faldas, enseñando sus braguitas de bordados y dejando su aroma natural de arencas de mar; a esa gente altiva y arrogante tienes que ponerle cara de mal humor, porque si le dibujas gesto sumiso y suplicante, no reparan en ti, pues están acostumbrados a verlo en sus casas y propiedades;alguno que otro mira desafiante por tu desfachatez, pero otros sueltan la perla por tu osada gallardía.
Hernio- entonces, has encontrado un buen tajo; te veo ahora más brilloso y de carnes más prietas ¿ cuánto llevas sin manosear en los contenedores?
Aspasio- hombre, que yo vea y huela los fragores de la riqueza que pasea mi calle, no hace que la cate ni se me suban cantarines a la cabeza; yo soy fiel a mi oficio como el que más y planeo por todos los edificios públicos de trasiego, cambiando y recambiando mi posición: de pie, algo encorvado y con la mano en cuenco, en cuclillas y la palma abierta, con rodilla en el suelo y las palmas hacia arriba, como quien vela armas, sentado y con el cestillo entre las piernas y las palmas unidas mirando al cielo como mártil petrificado. En fin, utilizo todas las artes sabidas o inventadas a vuelapluma para ganarme la vida como tú, en la calle feligreses. Sí, rastreo menos en los despojos, pero tú sabes que esto es un rondo por sorteo en todo el gremio y la próxima semana sabe Dios en que calle me hallaré. A él ruego no me toque la calle hospicios, porque en ella están grabados mis peores recuerdos; allí no hay día que no tengas que disputarte con la gente el surtido de los contenedores, todos al acecho del cierre de supermercados para quitarle de las manos lo que van a volcar en los depositarios( los contenedores) de nuestra existencia. En esa calle perdí los dos incisivos de la boca por defender con uñas y dientes, el fruto de mi trabajo de todo un día de cuarenta grados a la sombra, que llevaba guardado en el falso bolsillo de mi calzoncillo, la parte inviolable de una criatura, que ellos ultrajaron con nocturnidad y alevosía; así que no te quejes de tu destino y ensalces el mio porque hoy estamos aquí y mañana Dios dirá
Hernio- por cierto, quien dicen que está viviendo como sultán en la calle del paraíso, es Anastasio. Yo me alegro por el pobre, pues ya tiene sesenta y cinco y está muy maltratado por la vida, tiene algo de mal agüero en la próstata y se halla muy pálido y encogido como pasa. La gente de la calle, aunque humilde, es la más solidaria de la ciudad, saben que el pobre está en las últimas y resuenan las palmas de las monedas en su cestillo; aunque me da que él ya no tiene aliento ni para dibujar sonrisas de agradecimiento y menos en besar las monedas para atraer la suerte del día siguiente. Como gesto de solidaridad, creo que deberíamos cederle esa calle hasta que Dios acoja su alma, la más honrada y leal defensora de nuestro oficio.
Su ejemplo de firmeza y entereza espiritual, haciendo ruego de ronda por la calle larga, cuando apenas puede sostenerse en pie, dignifica y realza el honor de nuestro trabajo y debemos guardarlo en nuestras memorias para siempre. Que dios le de salud y temple para afrontar los últimos compases de su existencia
Aspasio- tu que estás en una calle de enlace, sabrás de los problemas que tuvo ferlosio en la calle ministerios.
Hernio- sí, hombre, eso ha sonado por toda la ciudad y ha puesto las leyes en su sitio; Ferlosio es hombre prudente y respetuoso, pero si le tocan su moral y dignidad, se despeina con el más pintado.
Estaba haciendo su ronda por las escaleras de los ministerios, como se suele hacer en estos sitios, con el cuidado exquisito de no molestar el paso de nadie, o sea, en el último escalón de arriba y pegado a un lado u otro del frontispicio, según esté el sol, para que te observen bien la gente, y tú sabes.
Aquél día, en el ministerio de fomento había un chulapón de porra y pipa guardando el edificio y la tomó con Ferlosio, no por el lugar que ocupara, que esa fue la excusa, sino porque hay gente en este mundo, tan estúpida y engreída, que se sienten, más que perros guardianes, como dueños de aquello que han de preservar. En fin, que la molestia del uniformado era más por soberbia y desprecio que por cualquier infracción de la normativa, en cuanto que todos los edificios públicos son de todos los ciudadanos, sin distinción de pelaje o pecunia.
Así que la tomó con Ferlosio y quería expulsarlo de una parte del frontispicio y nuestro compañero se iba a la otra, y así sucesivamente, hasta que al gorras le picó por levantar la porra amagando a nuestro hermano de fatigas; éste le echó mano de los genitales y aquél aullaba como perro con el rabo pisado. Tanto apretó nuestro colega su presa que tuvieron que trasladar al guardián al hospital, diagnosticándole traumatismo testicular inflamatorio con tumefacciones en los escrotos externos.
La policía detuvo inmediatamente a nuestro colega, fue algo maltratado, apaleado y enchironado durante cuatro días, hasta que un abogado de oficio, que los hay de talla y vocación, intervino en su amparo.
Ferlosio salió libre y absuelto de aquella disputa, porque se hallaba en un lugar público y sin molestar a nadie. Algunos testificaron a favor de él y contaron los hechos como fueron: el guarda amenazó a un hombre y éste actuó en defensa propia antes de asumir el porrazo.
Aspasio- sabrás, entonces, también, del roce que tuvo armando con un militar en la calle del triunfo. Esto fue menos grave, porque actuó un policía de paisano, sino pudo haber alguna defunción.
Tú sabes que en aquella calle abundan los militares retirados y también los hay en servicio. Allí, para ganarte la vida bien, sin apremios, has de llevar un traje caqui, bien curtido y desgastado y una gorra de recluta pelón, sin galones, para no crear recelos; has de saludar continuamente con la mano a la frente, manteniendo la barbilla alta, arrogante en el gesto, la postura derecha y firme, los pies juntos con la mirada al cielo. Te relajas cuando pasan los paisanos, pero sin perder mucho la compostura, pues en aquella calle todos mantienen una disciplina y respeto mutuo, yo diría que algo exagerado; allí nunca se da mal el día, porque los militares tienen buenas pagas y lo suyo le tira mucho; el ver a un  hombre uniformado con una cestilla de mimbre pidiendo misericordia les ablanda el rigor del corazón; incluso algunos responden al saludo militar.
Uno de los que fue más autoritario en vida activa, pilló un día a Armando descuidado, en cuclillas, con el dedo en la nariz y la otra mano rascándose la sobaquera; cuando el militar salió y vio a la puerta de su casa, aquella postura imprudente de nuestro colega, no pudo contenerse y gritó: ! maldito indecente, cómo te atreves a llevar el uniforme de nuestras fuerzas armadas¡
Armando, herido en su dignidad, contestó que él se preocuparía más de la decencia de su casa, pues él veía entrar a diario a un paisano en su mansión, mientras el castrense se jugaba los cuartos al dominó. Esto es cierto, lo sabe todo el barrio y el propio afectado, que lleva impasible el peso de su propia testuz; pero como la verdad directa duele tanto como una bofetada en público, este hombre se echó mano al cinto donde llevaba la pipa y apuntó a la cabeza de Armando; el propio amante de su joven mujer, un policía de paisano, que llegaba a la hora del dominó, doblo el brazo del militar, descargando el arma de su mano y rodeando con el otro brazo el pesado encéfalo del general.
Los tres fueron a comisaría a declarar; el de las estrellas sabía que saldría estrellado si explicaba la causa, pues tenía delante al amante de su mujer y al testigo que podría delatarlo públicamente y de oficio; el amante sólo conocía los hechos pero no la causa; así que fue nuestro colega quién salvó la situación, explicando que padecía de una irritación prostatal  que le provocaba una sobrevenida de orina y tuvo que descargarse por necesidad sobre un poste de la fachada del general; éste, que le vio evacuando sobre los cimientos de su morada, expelió ofensas de todo color y forma por su boca; se mentaron las madres y a raíz de ello sacó el laureado su pistola, sin ánimo de disparar; los dos implicados se pidieron disculpas sin presentar cargos y cada cual siguió el sendero de su efímera existencia. Desde aquello el general saluda a Armando y suelta una moneda diaria en sus mimbres; éste le devuelve el obligado saludo señalándose la frente.
Hernio- lo que sí se de primera mano, pues mi calle colinda con la calle hermandades, es el conflicto diario que se vive allí por parte de nuestro jefe de gremio y el hermano mayor cofrade. Este último se niega a retirar sus pedigüeños de aquella calle porque dice pedir en nombre de Dios para todos los santos, que no son pocos y poder vestirlos con telas finas bordadas y brocajes de oro y plata para que reluzcan cada año en las procesiones de semana santa para gloria de Dios.Nuestro jefe mantiene que dar limosna a los pobres es anterior, pues Jesucristo, que antecedió a todos los santos, predicaba en favor de los necesitados, despreciando todo tipo de lujos, pues él iba vestido con similar indumentaria a la nuestra, trapo abajo trapo arriba y recitaba oraciones de fe en beneficio de los humildes y caídos en miseria, profesión de fe que nosotros seguimos al pie de la letra como víctimas de la pobreza.
Además, nuestro maestro mayor defiende el derecho a la antigüedad, pues nosotros crecimos entre los primeros cimientos de la ciudad y ellos han llegado ha pocos años imponiendo sus velas y humos.
En fin, ha hilvanado razones tan sólidas que el cofrade ha decidido retirar a sus penitentes de la calle y que la gente done voluntariamente en la sede de la hermandad, lo que crea oportuno de conciencia.
Aún así, nuestros dos colegas que están asentados allí como pareja de refuerzo, han tenido que lidiar con niños de las propias familias del barrio que piden en nombre de Dios; son listos y avispados, pegando sus talones y sus plegarias a los transeúntes, de tal modo, que no le otorgan la paz si no es a cambio de su generosidad; el cofrade se las sabe todas y nos ha puesto entre la espada y la pared; si perseguimos a los niños, que corren como gamos, podemos echarnos encima a los padres, de los que vivimos nosotros y si presionamos al cofrade, nos pueden crecer más enanos. Nuestro jefe ha decidido que trabajemos en esta calle en pareja y a destajo, mientras los infantes están sujetos al colegio; a todos ha pedido unión y fortaleza para defender este bastión, aunque nuestros estómagos regurgiten más de la cuenta; y mucha paciencia, don natural en nosotros e insoportable en la mayoría; caerán por el propio peso de su impaciente inexperiencia, ha sentenciado nuestro maestro;esperemos que se cumpla.
Aspasio- debemos volver a nuestros puestos, que estos no cayeron del cielo, nos han costado sudores y lágrimas mantenerlos y sabemos que hay muchos deseando ocuparlos ! a buena hora y buena suerte¡






                                                    EL SACERDOTE




Nadie se atrevía a desafiar en público o privado los sermones del sacerdote de la iglesia mayor de la ciudad. Todos los feligreses son asiduos asistentes a las misas de domingo, han confesado sus vidas íntimas, se han casado, bautizado a sus hijos, asistido a los funerales de sus difuntos, bajo sus bendiciones o plegarias; sabe de sus vidas íntimas más que ellos mismos, pues las familias confiesan por separado lo que no se atreven a desvelar en la intimidad del hogar.
Afrasio, sacerdote experimentado lo sabe y no juega con la fe de sus creyentes, pero tampoco puede evitar un carácter temperamental y socarrón que, lejos de auyentar a sus feligreses, los magnetiza y hace sumisos y condescendientes con todas sus desmesuras.
Este domingo se celebran cuatro bautizos y las madres van advertidas de que deben llevar toallas; las ocurrencias del párroco no dejan de sorprender a los feligreses y todos acuden con la mosca tras la oreja; ante la pila bautismal, los dos monaguillos asistentes se colocan a ambos lados del cura, cual les da dos palmotazos en ambas cabezas para que estén ojo avizor y no se distraigan en musarañas.
Los maridos, que sujetan las toallas, se colocan al lado de sus esposas; la ceremonia comienza y Afrasio indica a la primera madre que desnude al niño totalmente y lo introduzca en la pila; va a ser bautizado como Jesucristo en el río Jordán; la mujer se aturde y balbucea palabras incoherentes; comienza un abejorreo sorprendido y los padres y demás madres se atreven a decirle que esto no es normal, los niños van muy bien ataviados y pueden coger una pulmonía.
Afrasio- !guarden silencio en este recinto sagrado¡ Estos niños van a ser bautizados, no simbólicamente humedeciendo su cabeza, sino bañando su cuerpo entero de agua bendecida por mí esta mañana y calentada sobre un horno de la panadería, en dos barreños que los monaguillos ya acercan hacia aquí ! ábranles paso¡
La gente se arremolinaba y alzaban de puntillas para observar lo nunca visto en un bautizo. Los cuatro niños gritaron al principio durante el alboroto y el frío de su desnudez, pero callaron durante el baño de agua templada, con el cuerpo sumergido en la gran pila bautismal, mientras Afrasio enjugaba sus rostros y cabeza suavemente con sus relucientes manos. Los niños fueron secados, se quedaron relajados y dormidos con sus chupetes en los brazos de sus madres; algunos hicieron amago de aplaudir el evento extraordinario, se oyó un fuerte schisss del párroco que abortó lasw palmadas; los padres, llenos de dicha espiritual al ver la de sus hijos, elevaron sus cabezas orgullosos y satisfechos por el privilegiado bautismo.

Una vez concluído el acto, todos se sentaron en los banquillos de la iglesia, los bautizados en primera línea frente al altar.
Afrasio- estamos aquí reunidos, tras haber celebrado el acto litúrgico sacramental más bendecido por Jesucristo, par hablar de la vida espiritual y terrena, pues mientras pisemos la arena de este mundo, a ambos espacios, terrenal y divino pertenecemos.
Todos los aquí presentes conocen mi lenguaje directo y sin ambajes, a veces algo chocante, pero no tengáis duda de que el pastor quiere a su rebaño más que a sí mismo y con vosotros estaré siempre para afrontar esta vida con la esperanza de nuestra común fe en otra existencia más plena, tanto en los momentos de luz, paz y estabilidad como en aquellos otros de tenebrosos escarceos del alma, perdida y sin rumbo.
Son muchos los feligreses que han descargado en el santo espacio confesional, sus penalidades materiales y, como consecuencia, morales por las que están pasando en estos tiempos actuales de medración, especulación y de egoísmos particulares que acaparan la mayor parte de la riqueza mundial. La mayor fortuna de todas es poseer salud junto a la virtud de generosidad para repartir de la abundancia aquello que no necesitamos; como vivimos en un mundo injusto, pervertido en sus valores morales, no podemos quedarnos en las simples palabras y esperar que la esperanza venga a nosotros; hemos de luchar por ella y perseguirla con todas nuestras fuerzas en conjunción; sin violencia, pero sin temor, con prisa y sin pausa, perseverancia y tenacidad contundentes. El cristiano es capaz de poner su otra mejilla, si quién ofende no sabe bien lo que hace por ser un pobre descarriado, pero si éste viene a malherir y robar el futuro de nuestras familias, su mano quedará paralizada en el aire, doblada y puesto de rodillas ante nosotros. Yo soy hombre de Dios y estoy en el mundo para socorrer a aquellos que están soportando la violación de sus derechos naturales de vivir con dignidad bajo un techo y con recursos suficientes para criar y educar a sus hijos. Me pondré en primera línea de esta batalla y hablaré en nombre de la cristiandad, con los grandes almacenes de vituallas y vestidos para que provean a todos mis feligreses en sus necesidades básicas; para ello expediré un carnet con el sello de la iglesia, mi firma y el documento acreditativo de quienes se hallan parados y sin recursos.
Si nuestra solicitud de solidaridad no es atendida, enarbolaremos la bandera con el símbolo de la cruz y nos apiñaremos a la puerta de estos desalmados recitando la palabra de Jesús. Habrán de expeditarnos con la fuerza y no opondremos resistencia, pero volveremos día tras otro hasta que cale en la opinión pública y se sensibilice en nuestra causa; lucharemos sin descanso hasta alcanzar nuestro justo objetivo.
En cuanto a los desahucios, jueces y policías deben apelar a su objeción de conciencia cristiana para negarse a firmar y ejecutar toda orden que dicte el desalojo de sus viviendas a personas que ya soportan el dolor de carecer del mínimo sustento para mantener a sus familias; es como rematar a un herido que pide auxilio. De los bancos usureros es mejor no hablar. Si la justicia ejecuta sus órdenes estará en el mismo plano de igualdad que dichas sanguijuelas.
Pero no nos rendiremos, nos encadenaremos al mobiliario de las casas y tendrán que sacarnos uno a uno, la mayoría acogerá nuestra causa y el pueblo unido será imbatible. La banca, el peor parásito de la sociedad, deberá esperar a que estas personas tengan trabajo e ingresos para pagar unas deudas sobredimensionadas.

Si aquellos que están en el poder, gracias al pueblo y al servicio de éste, vislumbran y presienten nuestra debilidad, intimidación y pasividad, sin duda alguna, como lobos que son, ellos y sus acólitos, intentarán amedrentrnos y acorralarnos, promover acciones y leyes para usurpar derechos y libertades que nos harán más vulnerables de lo que somos y retrotraernos a tiempos pasados en que sus privilegios e inmunidades, creadas por y para ellos, emergerían con fuerza renovada, como un fantasma colosal, envolvente y enajenador de nuestras voluntades.
El voto es un instrumento útil si se sabe utilizar; no debemos entregarnos a pasiones pasajeras o ficciones emblemáticas mediatizadas para persuadir al electorado; el historial, los hechos de cada personaje son su mejor o peor presentación y a ellos debemos atenernos y no a las promesas futuras, a la hora de depositar un voto, que si es equivocado, se nos puede atragantar   durante cuatro años que se harán siglos. Ahora, antes de proseguir la liturgia de la misa, el púlpito está a disposición de todo aquel que quiera hablar en su propio nombre o de una comunidad vecinal.
Un hombre de unos cincuenta años, subió al estrado y tomó la palabra:
Parado- señor Afrasio, la comunidad de parados y desahuciados, unidos por lazos de solidaridad común para luchar en defensa de nuestros derechos, estamos agradecidos sinceramente por sus consejos y apoyo para ayudarnos a salir de esta situación desoladora en que nos hallamos. Estamos dispuestos a luchar hasta conseguir nuestros objetivos con la fuerza de la fe cristiana y la que emana del derecho natural; la que regula que todo ser nazca libre y lo sea para sustentar su vida y la de su familia desde unos recursos otorgados a la tierra por Dios, a todas las especies vegetales y animales sin distinción. La ley artificial del hombre ha privatizado recursos; si esta ley no consigue equilibrar la sociedad con medios y trabajo colectivo para vivir dignamente, hemos de tomar la senda de la ley anterior natural y coger con nuestras propias manos los medios de donde emanan los recursos. Lo haremos, como usted ha dicho, sin violencia pero sin poner la otra mejilla.
Una vez terminado el discurso, Afrasio prosiguió la misa, comulgó a los asistentes y palmeó suavemente sus mejillas para conjugar el cuerpo de Cristo con un ánimo espiritual abierto al recibirlo.
Los monaguillos pasearon la cestilla de mimbre por el templo para recaudar limosna en favor de los necesitados...

Al siguiente domingo, el párroco estaba algo inquieto porque era otro día especial; se celebraba la primera comunión de cincuenta niños y niñas. El órgano, el coro, los monaguillos, él mismo debían estar impecables; el altar y la imagen esculpida de Jesucristo crucificado en el ábside, esplendorosas; los altavoces y el micrófono, en su tono acogedor habitual; las campanas, movidas en una asimetría rítmica, volteaban con celeridad sus ecos de bienvenida, que se oían por toda la ciudad.
Se esperaba un lleno total, con las grandes puertas exteriores abiertas, mucha gente en pie, tanto dentro del edificio sacro, como fuera, en la plaza. Sí, ciertamente, Afrasio se encontraba como en su primera misa. No obstante, su ocurrencia de hoy aconsejó que las madres de los niños viniesen preparados con una higiene bucal meticulosa y un enjuague de agua bendita que él había proporcionado; además, las madres deberían venir provistas de una servilleta completamente blanca, sin bordados ni artificios de colores.
Una vez en el púlpito, rodeado de sus dos monaguillos y con la gran imagen de jesucristo tras de sí, el cura fue cobrando seguridad en sí mismo y esa paz espiritual luminosa que desprendían sus ojos, denotaban su gran vocación sacerdotal.
Afrasio- queridos convecinos y hermanos de fe, agradezco en nombre de Dios vuestra masiva presencia para celebrar y compartir, junto a estos cincuenta ángeles, los niños, el sacramento instituido por el propio jesucristo, la eucaristía, por medio de la cual, nuestro espíritu es trascendido por el de cristo fundiéndonos en alianza de dicha y paz espiritual otorgados por Dios padre.
Tras el bautizo, este sacramento es el segundo gran paso para afianzarnos sobre el recto sendero de la fe cristiana con los ojos puestos en la salvación y la presencia de nuestras almas en la dimensión divina. El acto confesional ha sido muy positivo, por cuanto invita a los niños a ser partícipes de un hábito purificador del espíritu, animando su confianza hacia el sacerdote, simple oído intermediario que eleva al altísimo sus incipientes inquietudes vitales, pero es un simple trámite para ellos, porque están limpios de pecado; sus ojos curiosos comienzan a tantear y auscultar el mundo adulto que los rodea, asimilando costumbres sociales y culturales compartidas por todos nosotros; deberíamos evitar conducirlos bajo preceptos educativos, sean cívicos o religiosos, que direccionen su voluntad según nuestra perspectiva; deben tener opción de elegir aquellas variables que mejor se adapten a su carácter y futura personalidad, acompañados por nuestras mejores virtudes par iluminar el camino que , paulatinamente, su razón e intuición le van señalando como propio. No debemos confundirlos, presionarlos, agobiarlos para que adopten nuestras pautas conductuales y se conviertan en niños maduros; necesitan entablar la simbiosis de su naturaleza interior con la exterior, crecer y desarrollar las aptitudes naturales que Dios otorga a cada criatura.
Es una etapa crítica de la vida y positiva si se la deja crear y encajar su cauce natural sobre el terreno que mejor se adapte a sus posibilidades.
Los niños son como esponjas de mar, absorben lo bueno y lo malo; sus padres deben aconsejar pero no encauzar su torrente hacia un itinerario interesado que puede ser equivocado; los conocimientos que adquieren a esta tierna edad serán el tesoro o el desengaño y la amargura en la edad adulta, pues la adolescencia será una etapa de transición a la madurez, en la que se afianzan aquellos valores que ado, ptó libremente de niño, fortaleciéndose; por el contrario si fue subyugado y condicionado a perseverar en conductas impuestas, se generará una rebeldía contradictoria interior, la disyuntiva de ser aquello que le han impuesto o la faceta de lo que siente que quiso ser y aflora como propio, pero ya inundado por los hábitos que han inoculado en su personalidad, originando la inestabilidad y el resentimiento.
La infancia es una etapa crucial de la vida; de estas raíces y tiernos brotes surgirá el árbol adulto y sus frutos futuros.
Tras este sermón, el párroco se dirigió a la  colectividad de los afectados por la crisis del paro y la amenaza de desahucios.
Afrasio- queridos fieles de la colectividad en la que yo mismo estoy integrado: hemos de felicitarnos porque nuestras demandas han sido atendidas por empresarios cristianos que están dispuestos a colaborar en la beneficencia de esta parroquia. Los carnets que poseeis serán el salvoconducto para adquirir todos aquellos bienes básicos, con la prudencia y mesura que os caracteriza. Os daré la lista de empresas solidarias que os acogerán con los brazos abiertos.
No puedo decir otro tanto de los bancos, que quieren cobrar los plazos hipotecarios sin dilación alguna o demandarán los desahucios. Los jueces y policías no pueden ejercer el derecho de objeción ante una legislación que los políticos no se atreven a modificar por su temor congénito al capital.
Hemos de recabar el apoyo del mayor número posible de personas de esta ciudad para presentar un frente común cristiano ante cada desahucio que estén dispuestos a ejecutar.
Me he puesto en contacto con algunos medios de comunicación y estarán presentes ante nuestro encadenamiento masivo a la estructura y mobiliario interno de cada vivienda que intenten desocupar.
Cuanta más resonancia tenga la resistencia pasiva de un párroco y sus feligreses contra la extorsión bancaria, más directamente afectará al honor y dignidad de aquellos políticos que se muestren insensibles ante tal injusticia; nuestro esfuerzo conjuntado y tenaz dará sus frutos; hemos de ir preparando nuestros mecanismos de defensa y resistencia, que será dura y reiterativa en el tiempo.
Tras llevar a cabo la liturgia de la misa, los infantes se colocaron en primer lugar y en una fila que ocupaba todo el pasillo; los monaguillos se situaron a ambos lados de Afrasio y le acercaron el recipiente con las hostias sagradas; indicó a las madres que tuvieran las servilletas bendecidas preparadas, pues debían limpiar los labios de sus hijos, uno a uno, frente al altar, antes de recibir la primera comunión; además debían sujetar la servilleta debajo de la barbilla del niño al tomar el sacramento, por si éste resbalaba de la boca de alguno, no fuese a caer al suelo, algo insoportable para el párroco. Así, fueron desfilando y recibieron su hostia sacramental y la palmadita sonora del cura en cada mejilla, que los críos asumieron con valentía y pudor...
El órgano y el coro emitían una música que inspiraba aún más el recogimiento espiritual de niños y adultos, que paladearon en lo más íntimo de su ser, el cuerpo y la sangre de Jesús.
Al acabar la misa, todos salieron en silencio de la iglesia con un respeto reverencial; en la plaza de la iglesia se oía un murmullo contenido y mesurado, de corazones alegres y plenitud espiritual...

El tercer domingo no fue menos multitudinario e importante para el sacerdote, que debía enlazar en matrimonio a una pareja muy conocida en el barrio; ella era hija del mayor banquero de la ciudad y él, hijo de un gran empresario.
El párroco presentaba un ojo amoratado por el altercado con la policía, dos días antes, ante un desahucio que no pudieron llevar a término porque la masa popular se hizo un bloque compacto ante el edificio. El banquero y empresario preguntaron cortésmente en la sacristía por su lesión ocular, pues algo había llegado a sus oídos; Afrasio contó con pelos y señales la lucha que mantenía junto a los parados y en riesgo de desahucios de su comunidad de feligreses. Ambos hombres prometieron, bajo palabra de católicos, buscar una solución, mediando con otros bancos, para que los feligreses que pertenecían a su parroquia, pues más allá no alcanzaba su poder, siguiesen instalados en sus casas hasta encontrar trabajo e ir saldando sus deudas; el cura dio las gracias en nombre de Dios y les deseó salud y felicidad para sus familias.
Todos los preparativos estaban a punto; la iglesia y la gran plaza rectangular, abarrotadas de gente de todos los extractos sociales, pues eran chicos sencillos, amables y muy cercanos en el trato con toda la gente del barrio;además existía el morbo de ver los trajes, los peinados y la singular belleza de una mujer que iba embarazada de cinco meses.
La entrada de novios y padrinos fue triunfal; los acordes del órgano y las voces del coro entonaban el himno nupcial que se hacía eco en las bóbedas de crucería y en la gran cúpula y ábside del altar.
los niños que sostenía en vilo la cola de la novia, sonreían con esa pureza infantil que endulza de pudor y espontánea elegancia cualquier acto solemne.
Una vez ante el altar,el párroco inició la liturgia matrimonial, indicando a todo el público que se pusiera en pie; se acoplaron los anillos, se juraron lealtad mutua y se besaron en las mejillas, como el cura les había dicho. Una vez sentados los novios, padres y padrinos en primera línea, Afrasio comenzó su escueto sermón:
¿ hay algo más sublime, para dos personas que se aman, que ser unidas bajo el sacramento del matrimonio bajo la sagrada imagen de Jesucristo y bendecida, a través de mí por la voluntad divina?
no, por cierto. Este matrimonio no oculta el fruto de su amor que ella lleva en su vientre y es obvio; es un gesto de humildad y sinceridad plena ante Dios y los hombres; no sólo no es pecado, por cuanto el matrimonio tiene entre sus virtudes principales la procreación de los hijos, sino que además dignifica a quienes sin tapujos ni artimañas deben levantar orgullosos sus ojos al cielo, donde encontrarán la complacencia del altísimo.
Ahora, en un gesto de concordia y paz, bésense los unos a los otros las mejillas y entrelacen sus manos mientras suenan los acordes y el canto nupcial en respeto y felicitación al consagrado matrimonio; en nombre del padre, hijo y espíritu santo; sonó una respuesta clamorosa: amén
La pareja delante, los padrinos y padres detrás, salieron envueltos en una atmósfera de reverencia y euforia luminosa que se entremezclaba con una melodía que elevaba los espíritus de la pareja, en volandas majestuosas por todo el templo gótico, se entretenían en las miradas de admiración de la muchedumbre y salieron a la calle entre lluvias torrenciales de trigo dorado bendecido por Eufrasio.
Todo había salido bien y había una buena recaudación para los necesitados; el párroco sentía un extraño hormigueo recorrer todas las venas de su cuerpo; su fe resplandecía por sí misma, sin necesidad de invocarla; sus manos se apoyaron en las cabezas de sus monaguillos con cariño protector mientras miraban a sus feligreses salir del templo ordenada y respetuosamente...

El último domingo de este relato fue el más triste para los asistentes a misa, pues se trataba de un funeral y los familiares, allegados y amigos se hallaban afligidos por el suceso natural de la vida.
El difunto tenía setenta y cinco años y había sido funcionario de correos, querido y apreciado por todo el barrio; la viuda, los hijos y nietos se encontraban en primera línea frente al altar. El rostro de Afrasio mostraba cierta reverencia solemne, pero sin rasgos de tristeza alguna, pues este era el tránsito más feliz de la última etapa de la existencia, en la que el alma se desprende del cuerpo y alcanza la majestuosa y eterna dimensión donde Dios se hace presente ante nuestro espíritu.
Afrasio tomó la palabra desde el púlpito e indicó a los monaguillos que desanclaran la tapa superior del féretro y dejasen el cadáver al descubierto para que el difunto pudiese ver su cuerpo desde el cielo y escuchar su propia misa sin tapujos; los familiares y el público quedaron algo sorprendidos, pero guardaron silencio porque tampoco era algo antinatural la anatomía de un difunto en su estado natural.
Afrasio- queridos familiares, amigos y asistentes al acto litúrgico del funeral, estamos aquí reunidos, no para llorar por la muerte de un ser querido, sino para rogar a Dios como cristianos por el alma de Euladio, que, sin duda alguna, está en la dicha eterna de esa dimensión divina, imperceptible para nuestros sentidos humanos, solo traslucible para esa intuición inmaterial, el alma que todos poseemos, cual se separa del cuerpo en el último trance y alcanza su plenitud de ser en el espacio divino, eterno, de felicidad suprema. Es natural, desde nuestra perspectiva racional humana, sentir pena y tristeza, por la ausencia definitiva de un ser querido que ha estado presente durante toda una vida, infinitesimal para el alma. Es consustancial, también, a nuestros sentimientos más nobles, mantener al difunto en la memoria colectiva y valorar en su justa medida una vida de afecto y dedicación a los demás; pero todos nosotros sentimos, aún más aquellos que mantenemos viva la fe, una pulsión, una voz, una intuición interior que sobrepasa nuestra escala material  caduca y nos advierte de una existencia atemporal que nos comunicará al final de nuestra vida, con todos los seres queridos de nuestros recuerdos.
Multitudinariamente, recitaron, junto al párroco, las oraciones de súplica por el alma del difunto, de rodillas y las manos de unos entrelazadass a las de otros; repartió la comunión y las hostias sagradas de sus manos en las mejillas de la gente para recomponer los espíritus; advirtió a los asistentes, que este día, por respeto a los familiares, no era adecuado para sermones de la cruda vida cotidiana.
Ciertamente, el banquero y empresario habían cumplido su palabra de cristianos y los desahucios de los parroquianos de Afrasio habían sido paralizados. Todo el gran barrio y parte de la ciudad sentían admiración y cariño sinceros por el sacerdote Afrasio, hombre de una pieza, algo socarrón, pero entregado en cuerpo y alma a su vocación de amor incondicional hacia los demás.






                                           EL   PELUQUERO



Martín, el peluquero, maneja las tijeras a compás de la lengua. De bigote grueso y espeso, ojos descarados y socarrones, mandíbula apretada y sonrisa cínica, es hombre experto en el arte de su oficio. Es creativo en los peinados y cortes innovadores de los jóvenes, clásico con retoques de identidad propia en los maduros y caritativo y pulcro con las canillas ancianas.
Su lengua es diestra en el capotazo largo para introducir al cliente en el lance; amable, seductor, halagüeño si éste entra al engaño con humildad y entrega; testarudo, osado, incisivo con aquél o aquella que no admite más puyazos que el de su propia embestida. Con todos ellos, numerosos clientes de la ciudad, mantiene cierto grado de complicidad y confianza mutua sobre el devenir de sus vidas.
María es una mujer jubilada, viuda, que vive con su hija soltera, algo beata, de treinta y cinco años.
Martín está lavando suavemente su cabeza, presionando sobre los puntos débiles para sonsacarle sus secretos más tapadillos.
Martín- María, tu hija sigue contando nudillos de rosario y ya tiene treinta y cinco tacos; si hubiese sido monja y amante de Cristo, estaría muy bien su inmaculada virginidad, pero ya que está entre los mortales, debería dedicar a Dios su espíritu y dejar para el hombre lo que éste anhela, su cuerpo, que será un día pasto de gusanos. Es bella donde las halla, generosa, humilde, te cuida y mima como a santa; estás rejuvenecida gracias a sus manos; haría feliz a cualquier hombre formal y honesto que la quiera para toda la vida, como yo, que estoy soltero y tengo cuarenta primaveras. No sale de casa, excepto para ir a misa y de compras; no viene a mi peluquería, prefiere ir a la de pepita, sabiendo ella y tú que mi técnica artística es superior, dicho con modestia y sin desmerecer la profesionalidad ajena.
Me has invitado a tu casa en varias ocasiones a tomar café de tarde y he intentado, con todos mis recursos lingüísticos y gestuales más audaces, indagar en el misterio de su corazón, sonsacarle alguna frase, mirada, sonrisa que me orienten en la estrategia a seguir para asediar su baluarte, pero siempre me corta el paso con encrucijadas donde me pierdo y quedo desorientado, desarmado; qué fina inteligencia, qué astucia en una mujer autodidacta; me rechaza con exquisita delicadeza, que duele más que un abrupto corte en seco; pido a Dios que también se apiade de los corazones enamorados.
María- no te hagas el santo, pues tienes más correrías que un galgo cazador de conejos; eso lo sabe todo el barrio y parte de la ciudad; no te has casado ya porque no has querido y prefieres una vida libertina para catar y mojar en todos los platos posibles sin echarte responsabilidades encima.
No es criticable la vida del placer y la diversión en un hombre joven, pero tú ya comienzas a sentir la necesidad de sosiego y tranquilidad, vas comprobando que es bronce lo que relucía como oro y aspiras ahora a sentar tu cabeza en una familia estable. Y no es poca tu ambición, pues para rematar la faena de tu vida, quieres hacerte de una tacada con un trofeo inmaculado de plata pura y reluciente, donde no se han posado ningunos labios, ni para probar el mejor vino añejo de bodega antigua.
No quiere decir que un hombre haya de ser un pazguato santurrón para acceder a una mujer honesta, pero ésta ha de ser precavida con quien está habituado a manjares variados de rápida digestión y eructo fácil. Mi hija no habla conmigo de su vida íntima ni me pide explicaciones sobre la mía.
Yo sé que está empecinada en su soltería, aunque cuando menciono el nombre de Martín, noto en ella cierto sonrojo y desasosiego en su mirada y gestos; no quiero darte esperanzas vanas, pero si dedicaras más tiempo a cuidar de tus padres ancianos, fueses más hogareño y menos ave volandera, muchas mujeres de bien cambiarían de opinión respecto a ti.
Martín- !ay, María¡, si yo supiese que tu hija me acepta con ese cambio de actitud, ofrecería un costal a la virgen de semana santa y otro a mis padres y a todos los santos que ella tiene en tu casa.                                            
María- para empezar con buen pie, asiste a misa todos los domingos y te sientas en el banco de la iglesia junto a mí, que será estar al lado de ella.
Martín- lo que sabéis las madres; será un trago amargo soportar las burlas de la gente cuando me vean como beato en misa, pero una mirada suya de aprobación, valdrá más que mil ironías ajenas.
Una vez modelado el pelo de María, se despidieron afectuosamente.
La siguiente cita era con un hombre de unos cincuenta años, alto, calvo, con bigote y escaso pelo plomizo en la nuca y los laterales del cráneo.
Martín-¿ Qué tal Domingo, te aplico el corte medio sin guardabarros en las orejas, o prefieres rasurado total, a lo moderno, que compagina con tu hermosa y brillante mollera?
Domingo- no, prefiero el corte antiguo para pasar más desapercibido; una cabeza completamente calva atrae muchas miradas, aunque sean fugaces.
Martín- ¿ cómo va tu familia, aún no hay embarazo?
Domingo- ni hay ni tengo esperanza, pues ahora que estaba sometido a un tratamiento de fertilidad, cogí a mi mujer, en mi propia cama, con un hombre de raza negra, cuando yo llegaba a hora imprevista del trabajo por un cólico nefrítico; el espasmo del riñón desapareció de súbito ante el espanto de mis ojos al ver la escena del negro, que salió a medio vestir corriendo calle abajo, desvelando su secreto a todos los vecinos y tú lo debes saber muy bien por entrar al meollo de la gestación. Es un escándalo que me tiene humillado, con la cabeza gacha y el alma en un hilo, pero sobrellevaré esta baja cornada con resignación, pues a no engañarte, sigo enamorado de mi mujer, a pesar de la traición.
Llevo impotente dos años por la ansiedad de no poder cumplirle su deseo de un hijo. Ella se siente amargada y su desvarío ha sido más por venganza hacia su destino que por un momento de placer; ella siente en lo más profundo de su alma ese acto de bajeza moral y yo lo noto en sus ojos, pues no nos hablamos o lo hacemos con frases tan cortas, que es más fácil interpretar los silencios que los sonidos.
La gente murmulla y me mira con gestos burlescos o despectivos, en el trabajo, los bares y la calle.
Estoy herido de muerte, Martín.
Martín- si tú quieres a tu mujer y ella está sinceramente arrepentida, pronto volveréis al remanso y, aunque a ella no la disculpo, tú has de poner de tu parte aquello por lo que una mujer se siente dichosa, amada y respetada: regálale flores de vez en cuando, bésala a menudo, dialoga con ella sin recovecos del motivo de tu impotencia, del tratamiento que sigues, bájate al pilón y saborea su abertura, degusta sus fluidos, menudea en su chipirón con tu lengua y juguetea con tus dedos en sus conductos, hasta que veas salir vapor de su cuerpo; eso te reanimará el pajarillo aletargado y sentirás nuevas sensaciones; descubriros vuestros secretos más íntimos, sed cómplices en el juego erótico y en la vida cotidiana, amigos y amantes.
Domingo- hablas con tanta propiedad, que yo diría que no hay pieza que se te escape. Has debido bajar al pilón tantas veces, que la ronquera y tosecilla crónica de tu garganta te delatan. Cada miembro del cuerpo tiene su función y yo no voy a comer la sopa con un tenedor ni mojar sopas en caldos para cucharas. Los jóvenes de hoy no utilizan cubiertos y comen y chupetean precocinados sin tener idea de su alimentación; son libertinos transgresores, temerarios e irresponsables. Nosotros correspondemos a otra generación más mesurada.
Martín- allá tú, los jóvenes de hoy son sanos y fuertes, tienen a sus hembras contentas y dichosas, utilizan sus preservativos y se saborean mutuamente sin dejar ningún rincón secreto de sus cuerpos y espíritus sin auscultar, desvelar y degustar; son más abiertos y directos que nosotros y carecen de los complejos y moralidades artificiales que nosotros llevamos tatuadas a flor de piel.
Deshinhíbete, prueba mis sugerencias y deja tu anticuada mojigatería, que te puede acarrear más sorpresas inesperadas; tu mujer se sentirá encantada de ver a un hombre nuevo, con renovadas recetas de pasión fogosa, sin melindres ni arcaicas supersticiones; libérate a ti mismo a través de tu esposa.
Mi faringitis, una vez se ha hecho crónica, vivirá conmigo en paz hasta que la muerte nos separe.
Domingo- está bien, intentaré probar esos nuevos métodos; ya te contaré como me ha ido.

Martín comenzó a frecuentar la iglesia con tanta asiduidad, que algunas tardes ponía cerrado por una hora para asistir a los rosarios de las mujeres junto a madre e hija, ambas marías. Era evidente su amor por la bella beata y no le importaban ya las burlas irónicas de sus vecinos, que le llamaban san Martín y sus clientes le preguntaban en los sillones de peluquería ¿ qué tal el celillo, martinillo?
Cogió muchos sofocos al principio, pero aprendió a seguir el juego de la gente, colgándose un corazón y un crucifijo, visibles sobre el pecho, rezando oraciones y recitando poemas de amor mientras peinaba y pelaba, de modo que su sarcasmo sobrevolaba todas las burlas. Los peores tragos  que pasó en público fueron los domingos en la iglesia de santa María, donde el párroco Afrasio, con un lenguaje tan directo y socarrón como el suyo, hizo encender colores que nunca se habían visto en su rostro.
En varias ocasiones apeló a esas personas que bautizadas, comulgadas o casadas bajo la fe cristiana, sólo acudían a la confesión, al perdón divino, al techo de aquel recinto sagrado bajo los efectos del amor o del desbordamiento de sus almas corroídas por el pecado, echando miradas encendidas, mientras hablaba, a cuales habían estado mucho tiempo apartados del rebaño cristiano.
O cuando María, su novia, le pidió que se confesase para purificar su alma y tuvo que enfrentarse cara a cara con el sacerdote y contarle todas sus andaduras y secretillos más perversos. No obstante, tras comulgar, se sentía más liviano y descargado de pesados fardos emocionales que lo angustiaban; llevaba su crucifijo y su corazón con orgullo y no ya por despecho y pidió la entrada, al estilo antiguo, a la casa de María para ir a visitarla como novio formal.
En el año que duró su noviazgo, jamás pasaron de las manitas y besos adolescentes, con algún magreo cortado en seco por ella, que llegó virgen al matrimonio un domingo primaveral glorioso, dulce, emocionante, repleto de gente que llenaba la iglesia y la gran plaza; sonaron los acordes del órgano y las voces del coro en una armonía que trascendía lo puramente humano para hacer levitar las almas a un estado espiritual de comunicación compartida.
Martín, hombre curtido en la vida, hubo de ser ayudado por el sacerdote, cual cogió su mano temblorosa para ayudarlo a introducir el anillo en el dedo anular de una novia morena, de ojos negros brillantes, dichosos de paz espiritual, que miraban a los de Martín, azules, húmedos de emoción y tímidos como los de un adolescente que acaba de ver la imagen de sus sueños vestida de un blanco resplandeciente, sedoso, turbador.




                                                   EL  INCIENSO



Aquel domingo de ramos, la iglesia estaba repleta. Tras la liturgia,  el parroco movía el incensario con oscilaciones cadenciosas, recorriendo todo el amplio pasillo central, para bendecir a los fieles que portaban su ramito de olivo en sus manos oferentes; la gran puerta exterior estaba cerrada por el frío y solo el portín del postigo era accesible a cualquier alma cristiana que quisiera asistir al evento de la ceremonia festiva.
aquel incienso tenía un olor peculiar que extrañó al propio  cura y a los monaguillos que caminaban a ambos lados. Cuando llegó la hora del sermón popular, la iglesia estaba cubierta de una espesa neblina de humo que empezaba a cambiar los humores de los feligreses.
Unos comenzaron a sentir una euforia desatada, otros una pesada somnolencia y los restantes, visiones alucinatorias que transfiguraban la realidad; el sacerdote sintió la posesión de un trance visionario celestial: veía a los monaguillos cual dos ángeles blancos, inmaculados y alados, custodiando ambos lados de un altar blanco, de luz fulgurante que ascendía hasta la cúpula, donde la imagen representada de Dios, cobraba vida propia; los monaguillos, el coro, el organista y gran parte de los fieles, sintieron la euforia vital terrenal, sin otro deseo que la risa, el jolglorio y la dicha del cuerpo que pedía marcha y acción.
La otra sección popular sintió la transgresión alucinatoria variopinta, por cuanto cada uno luchaba contra sus propios fantasmas internos o alcanzaban ilusiones fantásticas que cobraban vida propia.
Aquel recinto sagrado se convirtió en un gran teatro donde cada cual era el actor principal de su propia obra; unos reían a carcajadas de otros que hablaban con sus difuntos, dialogaban de rodillas con la virgen y los santos o corrían por los pasillos perseguidos por seres demoníacos.
El órgano y el coro tocaban y cantaban canciones de baladas, de pop y rok, mientras sus acólitos bailaban al compás de la música, insertos en el éxtasis total; en las baladas unos bailaban con otras, magreándose y besándose apasionados, algunas faldas y sostenes volaron por encima de los somnolientos, que estaban en sueños de otro mundo; durante la música de pop y rok, los eufóricos se desmadraron y saltaron de banco en banco, ocuparon el confesionario y subieron las escaleras del altar, entre convulsiones de baile agónico y grandes voces que animaban el espectáculo.
Los que estaban en trance de fe, vieron a esta gente como diablos infernales que tocaban a las puertas mismas del cielo para ofenderlo, violarlo y poseerlo; los que luchaban contra sus propios diablos vieron en éstos a otros añadidos a los suyos; así que se organizó una batalla campal entre los extasiados eufóricos y los delirantes de sus pasiones. Hubo golpes, tortazos a cara descubierta, bolsazos , sostenazos y hasta braguetazos. Todos perdieron el pudor y se descalzaron los zapatos y correas de sujección de los pantalones, que caían al suelo y allí quedaban sembrados, mientras en calzoncillos y velillos descubiertos, se azotaban y zapateaban sin misericordia. Las ramitas de olivo fueron armas eficaces y lambreantes.
Entre todo este jolglorio, Dios en la cúpula se tapaba los ojos y señalaba con su dedo índice al cura, cual daba grandes voces para apaciguar a la multitud desabrida, en nombre de Dios y de los ángeles, mientras observaba incrédulo a los dos ángeles- monaguillo bailar piezas de rok, desvestidos de sus hábitos y en pelotas de cara a la multitud. Pensó que los demonios se habían transfigurado en ángeles,pues éstos bebían vino a raudales y comían hostias sagradas como si fueran patatas fritas; no se atrevió a levantar la mano contra ellos por lo que representaban, aunque estuviesen endemoniados, y se puso a rezar con dicción acelerada y la vista elevada a la figura divina, dormida ya entre plumajes de algodón para no ver tanta corrupción.
Ante la llamada de unos fieles, en sus plenos cabales, que asomaron su cabeza a la iglesia para ver el origen del escándalo, dos patrullas de novicios seminaristas y dos ambulancias llegaron al escenario de la batalla.
Estaban unos dormidos sobre otros, unos en pelotas y otros a medio vestir, tendidos en los pasillos y uno sobre el techo confesional, los monaguillos en la sacristía y el sacerdote, doblado medio cuerpo sobre el altar. Cuando despertaron de su sueño y se vieron ante el grupo de rescate, quedaron alucinados al verse a sí mismos desharrapados o heridos con arañazos o moratones; no hubo que ingresar a nadie en el hospital. El obispo encargó una investigación sobre el suceso y se descubrió que aquel incienso importado de oriente, contenía alucinógenos para uso farmaceútico.
                                                        ! buen domingo de ramos¡




                                 OÍDOS EN LAS ANTÍPODAS



Sisebuto y Sisenando son dos hermanos que cojean algo del oído, pero además se hacen los sordos cuando dialogan juntos para salirse cada uno con la suya; viven en dos casas colindantes junto a sus dos esposas, pues sus hijos trabajan o estudian en la ciudad, distante del pueblo a veinte kilómetros.
Sus padres viven con ellos alternándose cada semana en una casa, ya que requieren ser cuidados por problemas degenerativos mentales y artrósicos. En términos generales, ellos y sus cuñadas mantienen buena relación, aunque cuando se enfangan en la testarudez son capaces de romper y no hablarse durante días; son hortelanos de frutas y hortalizas, que venden en una gran frutería de ambos socios.
Hoy están reunidos en el gran salón de la vivienda de Sisebuto, a media tarde; su jornada de trabajo en el campo acaba a mediodía y en la gran frutería trabajan cuatro dependientes contratados por ellos; los padres se hallan en dos sillones frente al televisor, entreteniendo su demencia senil y sus esposas han salido a pasear y tomar un café en la cafetería del parque, con gran terraza soleada, donde se rumían todas las comedillas del pueblo.

Sisebuto- ahí tienes a nuestros padres; toda su vida luchando por sacar a flote a dos besugos como nosotros y ahora que podrían vivir desahogados y disfrutar algo en su retiro, se hallan con setenta años corroídos por la artrosis y viajando en el velero a la deriva de su demencia senil ! qué injusta es la existencia¡ los sabios consejos de nuestro padre hacia nuestra profesión y sus alegorías que transportaban nuestras vidas y desengaños a las de lechugas, berenjenas o tomates, en una sabia descripción de las frágiles raíces de nuestra existencia en relación a los vaivenes y caprichos de la naturaleza; aquella fina ironía de nuestra madre cuando no queríamos lentejas y decía que eran finas chinitas cribadas de la tierra, endulzadas y enternecidas con el agua de lluvia, que robustecían los músculos de los hombres y los hacía invencibles e imperecederos; o aquella humilde generosidad de ambos cuando los pobres acudían a nuestra puerta y ellos llenaban sus cestos vacíos de hortalizas y frutas, las más sanas del mundo.
Sisenando- el mundo es un desengaño. Fíjate en nuestros padres, creían que sus manjares de huerto iban a recorrer las américas por sus cualidades y fama, pero nosotros seguimos con sus mismos aperos de labranza, cultivando las mismas tierras que nuestros tatarabuelos; sin más variación que algunas tuberías de goteo y unos motocultores en lugar de azadas para barbear las mismas legumbres, hortalizas y frutales que ellos sembraban y cuidaban; mi decisión de pedir el préstamo y montar el establecimiento ha sido el único avance en muchas generaciones. Nuestros viejos no ahorraron ni para reconstruir su casa en ruinas; suerte que han dado con nosotros, que a pesar de haber sido educados a base de cinto y alpargata, sacados a temprana edad escolar para trabajar a destajo, les hemos acogido como samaritanos en nuestras casas y nuestras esposas los tratan como a sus padres, y ! hay que tener aguante¡ cada vez más a menudo se enrabietan y obsesionan con ideas fijas reiterativas que ceden cuando las flotillas bélicas se retiran de sus cerebros; quejidos durante toda la noche e insomnios compartidos, pues mi mujer ha puesto una cama en su habitación para suministrarle analgésicos y tranquilizantes, ya que no recuerdan tomarlos, ni saben donde se encuentran realmente, si en su antigua casa o en las nuestras y confunden a nuestras mujeres. A Dios pido que nosotros no debamos pasar por ello, y comprendo que ellos no son conscientes de la realidad y sólo atienden sus dolores y obsesiones propias, pero ciertamente esto secuestra y subyuga la vida de un matrimonio; menos mal que nos terciamos esta dura responsabilidad, pero es dura de pelar.
Sisebuto- ¿ a pelar dices?¿ no sabes que el peluquero está en la cárcel, tras aguijonear a su esposa con un cuchillo de cocina en el vientre? ella no se sabe si saldrá de ésta, pero él tardará tiempo en coger el peine y las tijeras, si no es para rasurar a los presos.
Ha sido un hombre honrado, leal a sus amigos, respetuoso y cabal con sus clientes, ejemplar para sus hijos y jamás hubo una disputa sonada en su casa.
Cogió por sorpresa a su mujer con el camarero de la cafetería El Sol, la del parque, a donde suelen ir todas las mujeres casadas, incluídas las nuestras, a parlar de sus cosas y las ajenas mientras toman sus cafés. El camarero ha sido despedido, pero se halla libre y a sus anchas por el mundo, pues ha abandonado el pueblo por temor a ser linchado, pero ambos esposos han arruinado sus vidas y las de sus hijos adolescentes.
Para las mujeres, el sexo es un medio para el fin de sentir sus cuerpos idolatrados, acariciados con la sensibilidad y maestría de artista que tantea con extremo deleite una pieza escultural de museo; necesitan sentirse amadas por lo que ellas en su imaginación creen y sienten que son y no por la simple entrepierna que los mortales comunes rastreamos como fin último en ellas; no buscan un macho que las cubra tres veces insípidas al día, sino un acto de amor cuerpo - espíritu pleno, donde sientan su aspiración de ser poseídas no sólo como hembras, también como diosas; cualquier hombre con el magnetismo suficiente en sus ojos para desnudarlas espiritual y corporalmente, puede secuestrar su voluntad  sin grandes esfuerzos; estos tipos suelen ser clarividentes en cuanto a sus presas, mujeres insatisfechas en su amor e irrealizadas femeninamente.
La mujer del peluquero calló en las redes de su tejedor y el peluquero en las propias del secuestro emocional cegador, que busca una venganza irracional, controlada por el instinto más salvaje y depredador humano
Sisenando- los hombres, aún estamos en un arcaico estado de machismo, por mucha hipocresía que utilicemos; ello es debido a que la naturaleza no va tan de prisa como nosotros y está en desfase con nuestro desarrollo sociocultural; pero aquella sigue marcando las reglas y los impulsos más ancestrales varoniles. Ciertamente el hábito hace la costumbre y ésta se generaliza y va creando unas pautas de comportamiento, paulatinamente asumidas y enraizadas en el consciente colectivo; cuando se desbordan los cauces civilizados y se entra en la ceguera pasional, el hombre pierde la noción consciente de la realidad y entra en un estado de trance animal reptiliano que bloquea el arraigo cultural, desplegando un abanico de soluciones trágicas desde la óptica racional, pero liberadoras desde el ángulo puramente natural, por cuanto descargan al organismo de una ansiedad enloquecedora.
Por ello, algunos sujetos, despiertan de su secuestro emocional, incrédulos ante sus propios actos; de cualquier modo injustificables, pues nadie debe atentar contra la vida ajena ni bajo el amparo de la locura. El hombre alberga un cerebro impositivo por naturaleza, cuyo actor principal se haya agazapado en el subconsciente para no ser descubierto.
El género masculino es posesivo, tanto en su aspecto material como sentimental; el poder de dominio es en él un fin y no un medio para alcanzar objetivos más útiles para la vida, que sí se da en la mujer.
El hombre posee por ostentación y la mujer para sustentación. Para él la mujer es una conquista, un triunfo de sus dotes masculinas y un trofeo en sí mismo; su cerebro sexual no le permite comprender que la hembra está más dotada biológicamente para la vida que él.  Este es más fuerte física y puntualmente; ella es más recia, correosa y constante. El es impulsivo, irreflexivo, con lagunas de genialidad; ella es consecuente, realista e inteligente para afrontar los problemas de la vida y no utiliza el sexo como fin en sí mismo, sino como medio de alcanzar cotas más altas de afectividad y espiritualidad compartidas más allá del acto animal instintivo. La mujer se levanta del fracaso y aprende del mismo; el hombre se hunde y ha de ser ayudado por ella a incorporarse.
Sisebuto-hace poco acaba de incorporarse el sargento Mastienza al ejército de infantería.
No defiendas a las mujeres, pues en este pueblo no salimos de una infidelidad cuando entramos en otra. Y todas por culpa de ellas, cabras de monte. El sargento estaba tan enamorado de su novia, que se puso enfermo depresivo en varias ocasiones y le dieron la baja temporal para venir a verla; ella se ve que sólo buscaba el uniforme, pues a las primeras escaramuzas de otro donjuan, su amor cambió de dueño y le envió una carta al militar con el finiquito, que hubiera sido el de su vida si no fuese por la suerte o desgracia de que el tiro que se pegó en la cabeza entró y salió sin dañar parte vital alguna; eso dicen los médicos y tendrán razón, pero su herida sentimental ha calado más honda que una bala.
Ese hombre, habiendo sido despechado y traicionado, sería capaz de abrazarse de nuevo a ella si ésta lo admitiera. Tal es la lealtad de su amor, que decidió volarse la tapa de los sesos sin rozarle a ella un solo cabello.
No ha salido de su casa ni hablado con  nadie fuera del ámbito familiar, en dos meses de convalecencia; yo le vi casualmente en el estanco, donde coincidimos y solo pronunció un leve saludo, pálido, demacrado anímica y físicamente, perdida su mirada en algún lugar que él solo conoce. No le pregunté nada; su rostro humillado, abatido y huidizo, así lo aconsejaba.
¿ quién es capaz de ponerse al lado de una mujer falsa, interesada e hipócrita hacia un hombre que ella sabía muy bien que estaba perdidamente enamorado, de cuerpo y alma? ¿ por qué siguió alimentando su fuego durante tres años si no estaba enamorada?
Las mujeres son frías, calculadoras y carecen de la sensibilidad masculina; por un capricho de su mente volátil, juegan a la ruleta rusa con los sentimientos ajenos, a sabiendas del terrible daño que infligen a sus víctimas. Tendemos a poner la balanza sentimental a favor de las víctimas amorosas, sin saber el origen y las causas de tales acontecimientos. Si ésta mujer hubiese sido agredida, él sería un maldito machista; pero sin justificar ninguna agresión, debemos indagar meticulosamente en las raíces de tales cardos. En este caso no hubo violencia y por tanto no hay justicia; que el río corra por su cauce ¿ acaso no es transgredir los valores morales, donde no interviene la justicia, la tragedia de una persona, abocad al suicidio por la traición de otra, que ha jugado caprichosamente con los nobles sentimientos de su víctima?
Sisenando- sobre las víctimas, sobre los hechos, es donde actúa la justicia. Los hombres poseemos el control de la voluntad y la razón, en plena libertad si no ofendemos o atentamos contra las ajenas; antes de ser esclavo de tus hechos, tienes las riendas del autocontrol personal para disuadir a tu instinto animal. No se puede juzgar sobre supuestos porque nadie sabe la intensidad sentimental y la fortaleza o debilidad del registro emocional de cada cual. Si hubiese un perfil psicológico y un baremo emocional e instintivo del carácter individual de las personas, habría más ingredientes para sopesar, en justicia, el origen y las causas de un suceso, pero ciertamente perderíamos nuestra intimidad y por ende nuestra libertad personal. Y aún así, la mente de una persona es variable por sí misma, máxime en circunstancias y objetivos determinados que influyen en sus actos. Por tanto, son estos en definitiva los que definen a un individuo y por los que debe responder si transgrede las normas de convivencia.
Las mujeres no utilizan la violencia, no porque carezcan de capacidad para ella, sino porque saben que es un instrumento inútil que vuelve como bumerang al punto de partida; por supuesto, su configuración del mundo y de la vida es distinto al nuestro; su perspectiva es más espacial que temporal, viven el presente, son pragmáticas, conciben la existencia como algo transitorio y fugaz, su sentido de la libertad es más pleno y sus sentimientos, desinhibidos, tienen sus alteraciones naturales y no estarían nunca con un solo hombre, a no ser por la losa aplastante de las jerarquias parentales creadas por los varones. Bien asentadas en el mundo, ellas saben que son responsables de que la vida humana siga adelante en su incierto camino, pero no toleran que el machismo les indique cual es el itinerario que deben escoger para ser mujeres y madres.
sisebuto- las madres deben tener como prioridad a sus hijos, y cuando los tienen, el marido pasa a un plano superfluo y secundario; entonces podemos estar algo más fiados en su fidelidad, pero yo no echaría el sombrero a volar tan alto como tú, no sea que al bajar no me entre en la cabeza.






                                            LOS GEMELOS



El día del parto hubo que practicar la cesárea. Los gemelos venían unidos por el cuero cabelludo y los cirujanos efectuaron una leve intervención para separarlos.
Tras un mes de convalecencia en el hospital, fueron trasladados a su domicilio junto a sus padres.
Lloraban a compás en cunas pegadas la una a la otra, hacían sus deposiciones a dúo y debían mamar cada uno de un pecho de su madre al mismo tiempo; si no era así, quién quedaba esperando su turno, irrumpía en tal torrente de llanto y griterío que desquiciaba los nervios al matrimonio, cual iba advirtiendo que estos niños actuaban al unísono en los gestos y detalles más simples, desde sonreír hasta llamar la atención con sus lágrimas, dormir y despertar al compás, cambiarse de posición y emitir sonidos guturales idénticos.
No había un detalle en su cuerpo que pudiera diferenciarlos; eran copias exactas en su anatomía y fisonomía, incluso el lunar que tenían en un cachete estaba en el punto exacto en cada niño; dieron los primeros pasos y pronunciaron los primeros sonidos comprensibles de mamá y papá al unísono, con el encanto peculiar a esa tierna edad...
Los primeros días de colegio fueron divertidos paras los demás, alumnos y  maestra, sorprendidos cuando advirtieron que preguntaban y contestaban a dúo en una sola voz milimetrada. El problema comenzó al aplicársele tareas diferenciadas en los cursos escolares y de educación física, pues sus mentes y cuerpos estaban tan interconectados que ambos hacían los mismos deberes y saltaban o corrían juntos, pegados como lapas; debían acudir al servicio unidos y respondían exactamente igual  las preguntas de los exámenes, fuesen aprobados o suspensos.
Los padres hablaron con los profesores, explicándoles que era un fenómeno de la naturaleza y debían ser educados como si de uno solo se tratara...
Cuando pasaron la adolescencia, tortuosa para ambos, pues los anclajes de la personalidad arraigaban con fuerza en sus esquemas vitales compartidos, salieron a flote mínimos matices diferenciados, apenas perceptibles, pues ambos eran alegres y abiertos, si bien uno de ellos era algo más tímido que el otro, aunque sin perder la extraña compenetración de sus cerebros para actuar con idénticos dictados e impulsos.
Cuando se enamoraban de las chicas, sus genes y el amor se quedaban en tablas y la ansiedad de quedarse, cada cual con una diferente, les producía el síndrome de la separación y la impotencia, así que decidieron solventarlo con mujeres del oficio, donde una sola acogía a los dos por igual, quedando ambos satisfechos y la mujer con paga doble.
Cumplieron con sus estudios obligatorios y se diplomaron en el arte de la peluquería; solteros por su extrema convergencia con las féminas, decidieron montar una peluquería de caballeros que luego ampliarían también a las mujeres.
Su primera etapa fue algo embarazosa, pues no podían pelar, arreglar o afeitar barbas, recortar bigotes al mismo tiempo, ya que sus impulsos cerebrales intercomunicados eran directrices de sus acciones, y en unos casos uno emulaba al otro o viceversa, de modo que si actuaban juntos y un señor quería un pelado rapado y el otro una simple descarga de cabello, uno de ambos recibía un corte que no había pedido y comenzaron los conflictos con los clientes.  Así que para solucionarlo, instalaron una habitación reservada para uno de ellos, mientras el otro ejercía su trabajo en el amplio salón; se alternaban a cada cliente y en tanto uno pelaba realmente, el otro hacía el mismo trabajo ficticiamente con un maniquí en el reservado instalado a tal efecto.
Pensaron que si ponían mamparas cristalinas transparentes, esto, aunque algo bochornoso para ellos, significaría una atracción para el público y ganar clientes. Así fue, la gente, unos se tronchaban de risa y otros miraban admirados la completa y detallada mímesis de ambos hermanos. Una vez comenzó la complicidad y la confianza con los clientes, éstos se ponían de acuerdo cuando querían el mismo trabajo de peluquería y ambos gemelos comenzaron a desarrollar su arte sobre dos personas al mismo tiempo, quedando encantados de la simetría, perfección hasta el mínimo detalle en sus cortes; contrataron a un nuevo profesional para todos aquellos clientes que se salían de lo común, pero también por la carga de trabajo que tenían.
Cuando abrieron un nuevo salón adyacente para señoras, propusieron ofertas en los catálogos para aquellas mujeres que optasen por el mismo marcado, teñido o corte de pelo por parejas, facilitándole el trabajo a dúo. La destreza y agilidad de los gemelos con el peine y las tijeras era increíble; además improvisaban detalles estéticos de arte puro, que embelesaban a quienes eran objeto de su habilidad y al público de la sala de espera, que prorrumpían a veces en sonoros aplausos como si de un espectáculo artístico se tratara.
El día que peinaron a dos gemelas idénticas, que hablaban y gesticulaban al mismo tiempo, los cuatro gemelos se dieron cuenta de que habían encontrado a sus medias naranjas. Concertaron una cita para cenar en un restaurante típico, dialogaron divertidos a cuatro lenguas como si sólo de dos se tratara, coincidieron  en pedir la misma cena para comprobar si sus gustos eran parecidos y acertaron, quedaron para pasear por el campo libre y charlaron sobre los árboles, los animales, el sentido oculto y misterioso de la naturaleza y paladearon un almuerzo formidable, se degustaron los unos con las otras y quedaron iluminados por la exquisitez de su compenetración, se hicieron novios, se casaron completamente enamorados y se fueron a vivir a una amplia vivienda que compraron a las afueras de la ciudad, de dos plantas, aunque ellos dormían los cuatro en la planta de arriba, en colchones pegados uno junto al otro en la misma habitación, sin llegar a saber nunca cual fue el marido o la esposa legítimos con los que habían firmado el contrato matrimonial con huellas dactilares, pues sus firmas eran idénticas.
Cuando las gemelas quedaron embarazadas, los médicos comunicaron que los dos gemelos de cada matrimonio venían entrelazados por el cuero cabelludo y debían practicar la cesárea y después separarlos en quirófano. Al ser trasladados a su domicilio, los padres observaron sorprendidos que ni uno solo de los cuatro guardaba alguna diferencia, sino era sexual: se dormían los cuatro de lado en posición fetal, despertaban al mismo minuto, lloraban a coro de cuatro voces mdulces y encantadoras; mamaban a cuatro pechos con ansiedad desmedida, pero en silencio; y cuando estuvieron algo mayores, su juguete preferido fue siempre un peine y un muñeco o muñeca para peinarlos, pues no eran cuatro varones, sino dos gemelas por un lado y dos gemelos varones por el otro, que conformaban, extraordinariamente interconectados, una sola voz o silencio al unísono convergiendo siempre en el mismo objetivo; sólo los diferenciaba el sexo; por lo demás, tenían idéntico rostro y cabello, igual estatura y peso y un lunar en un cachete izquierdo de dimensión y ubicación milimetrados...






                                                DIFUNTO EN EL CIELO



Indalecio forma parte de una cooperativa agrícola de pequeños agricultores con cincuenta años de antigüedad y solera; sus miembros son compañeros y socios. Viven dentro de un pueblo antiguo, como viejas, humildes y algo destartaladas son sus viviendas, a excepción de las que se van remodelando o son de nueva planta; sus costumbres y modo de vida son arcaicas y con fuerte arraigo social; no avanzan y se niegan a evolucionar; son gentes supersticiosas, maledicentes y desconfiadas.
Indalecio y su mujer poseen una parcela de terreno de treinta fanegas de la que viven ambos, pues sus hijos han emigrado a la ciudad; así, que es el hombre quien debe llevar en solitario las labores del campo, aún estando enfermo, ya que los médicos le han diagnosticado una insuficiencia cardíaca, que con su edad, sesenta años, se va agravando; su mujer se dedica a las labores de la casa que no son pocas, pues además tienen gallinas ponedoras, unas cuantas de cabras y dos cerdos, para su propio abastecimiento; ella le ha pedido que visite al médico con más frecuencia porque presenta dificultad respiratoria y dolores en el pecho.

Indalecio sufrió un infarto a las once de la mañana mientras repostaba la maquinaria de combustible para dar la jornada; en ese momento quedó tieso como un pajarito y su esposa avisó al médico y sus demás compañeros acudieron a esa muerte súbita, confirmada por el doctor.
El cuerpo fue trasladado, una vez amortajado, al tanatorio ubicado a las afueras de la villa, en una gran explanada.
Toda la gente del municipio pasó en procesión a dar las condolencias a su esposa y sus dos hijos, que habían llegado dos horas después del luctuoso suceso. Los familiares más allegados, parientes lejanos y amigos se iban acomodando en las sillas para acompañar a la mujer e hijos en el duelo del difunto.Este se encontraba en una cámara acorazada de cristal transparente, a través de la cual se podía ver el cuerpo y rostro del difunto, que presentaba un aspecto saludable y de gran paz interior, pues había sido un tránsito instantáneo y sin dolor.
Su mujer parecía la más afectada y lloraba afligida, mientras trataban de consolarla con frases cariñosas;quienes se hallaban algo más alejados hablaban del difunto, de sus propias vidas y de las ajenas, con tan extraña euforia y desenvolvimiento, cual si estuvieran en una celebración más que en un velatorio; al principio se oyó como un abejorreo sostenido, luego comenzaron a salir voces audibles y finalmente aquello era un clamor de frases deshilachadas, risas y algún que otro suspiro.
! qué bueno ha sido Indalecio toda su vida, qué temple más tranquilo¡
!que Dios lo tenga en su gloria, pero ha sido un calzonazos, un cero a la izquierda ante su mujer e hijos¡
! a mí me han dicho que Indalecio ha dejado una buena deuda con los bancos¡ ! claro, si su mujer tiene su casa llena de lujos como los señoritos¡
! es lo mejor que ha podido sucederle al pobre, su esposa le trataba peor que a su perro; ya se habrá quedado tranquila, mira que falsos lagrimones descarga ahora, será porque no tiene la conciencia tranquila¡
! los hijos se fueron a trabajar a la ciudad y habrán venido dos veces a verlo desde hace ocho años que se marcharon, qué injusta ha sido la vida con el difunto¡
!cuando le embargaron el tractor, que no podía pagarlo ¿ donde estaban los familiares? sus compañeros de cooperativa tuvieron que avalarlo¡...
Ante un grito agudo y desafinado, todo quedó en silencio sepulcral; Indalecio estaba de rodillas, tocando los cristales con sus manos porrudas y su mujer se había desmayado; todos estaban estupefactos, inmóviles; alguien tuvo el valor y coraje de avisar al empleado de tanatorio para que abriera la vitrina; Indalecio salió como Lázaro resucitado y quiso abrazar a la gente, pero todos dieron marcha atrás incrédulos. Sólo el funerario  y quien le había avisado se acercaron a él a estrecharle la mano, aún algo fría.
Viendo la gente que aquello realmente era un milagro y que Indalecio había vuelto a la vida, se acercaron a él en círculo para palpar su cuerpo y mirarlo de cerca, comprobando que aquél hombre era real y no un espíritu. Indalecio comenzó a hablar con su voz grave, animando a todos para que se acercaran, pues quería comunicarles que tras la muerte hay una vida mucho mejor que esta y más justa y que él había sido enviado aquí de nuevo para contarlo:
Tras pasar la antesala del túnel luminoso que todos hemos de cruzar, dos ángeles de luz pura me recibieron y me di cuenta de que yo mismo era un sujeto de energía , de unos dos metros de alto, pero sin brazos ni piernas ni cabeza, en forma de columna, eso sí, con mi propia conciencia de ser yo mismo. Ante un simple gesto seguí a los ángeles que tenían forma oblonga; como allí es el pensamiento el fctor comunicante, entendí que querían presentarme ante el mismísimo Dios, una esfera de colosales dimensiones como de cristal líquido  y luminiscencias increíbles, ante la cual yo era como una mota de polvo por decir algo comprensible. Mi espíritu estaba tranquilo, tenía la sensación de haber estado allí antes. Dios me comunicó que yo sería testigo ante el mundo de la vida que espera tras la muerte y que sólo me creerían aquellos que ya intuyen de buena fe que tal vida existe, pues el estadio original de todos los seres vivos de la tierra fue siempre éste; aún debes volver a la tierra por otros cinco años más y sólo convencerás a aquellos que ya tienen conciencia de alcanzar el infinito universo de la gloria, por sus propias obras  y por su fe en ellos mismos, donde yo estoy presente imperceptiblemente. Los demás, que son la mayoría, te tomarán por loco y te harán sufrir, pero tienes un sitio asegurado entre mis ángeles; ahora, dos de ellos te acompañarán y daréis un paseo para conocer una infinitesimal parte del universo divino y podrás hablar con algunos seres que conociste en la tierra; en efecto, volamos a velocidades superiores a las de la luz, como algo natural allí, pues su inmensidad y la composición energética de nuestros cuerpos así lo permitía. Las estrellas, planetas y galaxias en su conjunto están fuera del espacio divino; sólo los ángeles tienen permiso para salir al exterior; allí se siente una paz interior, indescriptible para vosotros, porque está fuera del alcance de este mundo y una plenitud de libertad igual de inexplicable. Saludé a antepasados, amigos difuntos del pueblo como Arnulfo, Tomás y hasta a candelaria, fallecida hace poco.

Esta gente con mentalidad atrasada y desconfiada, pensó que la naturaleza había hecho un flaco favor a Indalecio por devolverle de nuevo a la vida. Sólo unos pocos, de entre tantos a los que este hombre explicó sus vivencias en el cielo, intuyeron un poso de verdad, antes de que fuese maniatado y forzado a entrar en un internad psiquiátrico, para descanso de su mujer e hijos que no creyeron jota de lo que decía, y para gracia del propio protagonista, pues siguió explicando todo lo que tenía encomendado, a todos los locos de varios hospitales, que sí creyeron su historia a pie de letra.
Indalecio abandonó finalmente esta vida para ingresar como ángel en el cielo, una madrugada de un frío enero, mientras dormía...






                                     DIÁLOGO DE ADOLESCENTES




...Igneo y Braulio van paseando por el campo en bicicleta y se paran de vez en cuando para charlar, a la sombra de un árbol.
Braulio- Que día más bueno hemos cogido para pasear; la primavera tiene algo especial; la efervescencia de las flores que germinan, su aroma, el aire limpio y fresco que purifican el espíritu ; el rumor silencioso de la vida en su plenitud ¿ no crees Igneo?
Igneo- hombre, claro, también altera nuestra sangre, agudiza nuestros sentidos y agiliza nuestro instinto sexual, de modo que no vemos más que faldas cortas y cabellos largos. Y lo peor de todo es que no podemos desahogar nuestras inquietudes, pues las chicas suelen ser mojigatas y pudorosas a esta edad, aunque más astutas y preparadas para la vida que nosotros.
Braulio- ¿ por qué más preparadas?
Igneo- sus cuerpos están formados a los quince años, dotadas para ser madres si se presenta ese trance, con todas las consecuencias. Los adultos piensan que son niñas, pero el cuerpo y la mente se desarrollan al compás y el instinto maternal acelera aún más su formación fisiológica y psíquica, adecuándose a las necesidades de alimentación, crianza y educación de sus hijos. La naturaleza cuida más de los brotes verdes y sacrifica a los ya maduros en pro de aquellos; quiero decir también que, a la misma edad, nosotros , como padres, seríamos una carga más para ellas, que se encontrarían con el doble problema de abrir los ojos a la vida al padre y al hijo.
Braulio- ¿ cómo lo llevas con tus padres?
Igneo- tú sabes que ellos están informados que estoy calado por Belinda y no me puedo concentrar en los estudios; soy un problema serio para ellos, pero deben comprender que también pasaron por esto; y, a esta edad, uno es medio niño, medio hombre, vamos, un ser híbrido que está en una encrucijada y no sabe si coger el camino de la izquierda o el de la derecha, si coger el rumbo que te lleva al puente o el que te lleva al muelle. Es una etapa difícil para padres e hijos, ya que los hijos no quieren asimilar las recetas de los padres, pues éstos tampoco aceptan el rompecabezas emocional del hijo, la formación fisiológica, el desarrollo psíquico natural, sumado al artificial de la educación paterna y escolar o el más desequilibrante de todos, el cráter abierto del volcán hormonal. No lo aceptan , irresponsablemente, porque para ellos son más importantes las inmutables reglas convencionales de la competencia social por mostrar al hijo ejemplar, que el complicado reglaje biológico por el que atraviesan sus propios hijos.
Braulio-¿ y qué podemos hacer?
Igneo- si queremos seguir el curso de la vida no tenemos otra opción que pasar por este túnel de luces multicolores chirriantes y a veces cegadoras que te despistan, te confunden, te aprisionan, alumbran una falsa libertad y te señalan vericuetos imposibles. Es un túnel que se pasa con apuros, pero hay que vencerlo para pasar a la siguiente fase de la juventud adulta, donde esperan otras sorpresas.
Braulio- ¿ qué te parece si matamos el gusanillo con mujeres del oficio? me han dicho que las más maduras son más baratas.
Igneo- me da el pálpito que no solucionaremos gran cosa, pero no creo que nuestra situación empeore por ello. Yo había pensado en ello. Esta tarde, en lugar de ir al parque a derramar babas ante nuestras chicas, iremos a descargar nuestros males humores. Vamos, que es tarde...
Al día siguiente, en el colegio,
Braulio-¿ viste la tía tan gorda y vieja que nos tocó?
Igneo- vaya bodrio; desde que la vi limpiándose sus partes de espaldas a mí, sabía que no me la levantaría ni una grúa de obras; y así fue, ni por delante, ni por detrás, ni arriba ni abajo; salí con peores humores de los que entré; tú, al menos conseguiste saldar tu paga a trancas y barrancas, saliendo con piernas flojas y cara de bobo; yo salí sin paga y con rostro de haber sido pisado por apisonadora; no te preocupes por mí, Braulio, era imposible hacer algo con aquella mujer teniendo en mente a Belinda; y aún sin ella.
Braulio- ¿ crees que nuestros padres entenderían esta iniciativa de buen grado?
Igneo- y tanto más si con ello se te han borrado unos cuantos pajaritos de la cabeza, como ellos llaman a nuestros sentimientos; nos darían la paga todas las semanas para desahogar nuestro celillo si con ello mejoraran nuestras notas y se apagara nuestra rebeldía, respetásemos sus consejos y moldeáramos nuestro carácter al compás de sus batutas. Sin duda, aunque cara al exterior pusiesen jeta de ofendidos.
Braulio- ! qué hipocresía la de los adultos¡
Igneo- esto no ha hecho más que empezar; cuando vayamos avanzando en cursos y edad, irán apretando más y más las tuercas hasta fijar definitivamente los que serán los piñones guía de nuestra vida.
! adiós, libertad¡
Braulio-¿ quieres que esta semana probemos con otra más joven?
Igneo- ¿ qué dices mujeriego? yo lo que deseo es pegarme un revolcón salvaje con Belinda en el campo y levantemos tal polvareda de humo, que tengan que venir los bomberos. A Dios gracia, pero ese es mi deseo...





                                     DIÁLOGO DE ADULTOS JÓVENES





Braulio-¿ Qué valoración podemos hacer de nuestra vida actual, con treinta años cada uno?
Igneo- hombre, una vez pasada la adolescencia, que prácticamente se prolonga hasta los veinte, hoy estamos en una situación más estable, integrados socialmente, como ya sabes, no por elección sino por imposición. Hemos formado nuestras familias, tú tienes una hija y yo un hijo casi de la misma edad, poseemos trabajos estables, tú con la tienda de fontanería y los trabajos que realizas; yo, con mi ganado y la producción de leche y quesos de cabra, bien cotizados. ¿ somos felices? es un concepto abstracto inaplicable a la realidad; te puedes sentir a gusto, relativamente, dentro de unos márgenes bien delimitados por la inercia social; ¿ somos libres? Este concepto está creado como contraposición al sojuzgamiento y alienación por parte de los poderes político- sociales o religiosos establecidos y no hace alusión a la libertad del individuo existencial al margen de la sociedad. ser libre significaría prescindir de todo lo material,  incluido tu cuerpo, ser libre significa liberar tu espíritu, viajar en un espacio sin tiempo, sobrevolar los conceptos de vida y muerte y fundirte con la creación misma del universo, conservando tu conciencia primigenia. Como esto es imposible por la prisión que conlleva nuestra propia existencia en el mundo, hemos de conformarnos con criar a nuestros hijos con responsabilidad, sin opresión ni ánimo de direccionar su vida según nuestro punto de vista, sino teniendo en cuenta sus capacidades naturales y su propia voluntad, aprovechar los días de euforia y apechugar con los días depresivos del espíritu.
Braulio-¿ entonces, piensas que toda nuestra vida ha sido en vano y seguirá un curso parecido?
Igneo- no, hombre, al margen de que la propia vida humana es vanidosa porque se cree la perla del universo, nuestra inserción en ella nos va modelando con el tiempo y nos ha enseñado, por ejemplo, que los átomos, una de las partículas más insignificantes del universo, unidos conforman el planeta tierra, nuestros cuerpos y la vida en general, además de toda la estructura inimaginable del cosmos en su conjunto. La conciencia de ser y sentirse insignificante hace que los seres acojan la humildad, no de modo forzoso, sino necesariamente, sintiéndose parte de una obra tan magna. Con ello quiero decir que no es vana nuestra vida si le aplicas humildad y un poco de sentido común que nos haga la existencia más llevadera.
Braulio¿ cómo llevas tu relación matrimonial con Belinda, sigues igual de fogoso o ya te has templado?
Igneo-
 yo me casé enamorado de ella y sigo estándolo; ahora, ya de un modo diferente al principio; entonces nuestros cuerpos eran volcanes activados que chorreaban lava por todos lados y en cualquier momento; pero la pasión, sin darte apenas cuenta, no es que muera, pero va quedando a un segundo plano de la vida matrimonial, máxime cuando has tenido el primer hijo. No comprendes bien, cómo aquella criatura tan hermosa ha podido surgir de un simple acto de amor; es el centro de tu vida, cualquier sonrisa, cualquier gesto, te cosquillean el corazón y el alma, sublimando la alegría de tu espíritu a puntos insospechados; te desvelas a medianoche para arroparlo con su ropa porque no puedes hacerlo con tu alma, te despiertas al amanecer admirando su cuerpecito desvalido, su sueño relajado sabiéndose protegido, los vaivenes de su boca chupeteando los pezones erguidos de mi mujer... Llegas del trabajo directo a besarlo, a mirarlo, estás inquieto en el bar por volver a casa.
La pasión corporal ha cedido paso a un nuevo amor espiritual, yo diría que más pleno y entrañable que el anterior; tu instinto de padre y tu responsabilidad familiar se agudizan; tu libertad personal pasa a un segundo plano y serías capaz de esclavizarte para que ellos fueran dichosos...
Braulio-¿ tus padres como se encuentran, qué tal te llevas con ellos?
Igneo- Se hallan bastante bien y están tan emocionados como yo con su único nieto, al cual no paran de traerle ropajes y regalitos para cuando esté mayor.
Los niños tienen la cualidad de solidarizar, de estrechar lazos que habían alcanzado cierto grado de frialdad, de cerrar heridas enquistadas en el tiempo.
Ya sabes que mi padre se enfadó conmigo porque no entré a la universidad y preferí el monte y las cabras a los libros; eso supuso un duro revés para él, pues sabes que de suyo es algo altivo sin maldad, y hubiese preferido tener a un ilustre licenciado que a un quesero de cabras; hubo un tiempo en que se sintió humillado y abochornado por mi decisión, pero la edad y el tiempo son buenos rectores de las emociones y él sabe ya plenamente que un hombre en la cima de su castillo puede ser más desgraciado que aquél que que vive una vida humilde, con sus necesidades y las de su familia cubiertas y a gusto con su oficio, aunque esté menor valorado socialmente. Lo que importa es llevar una vida digna y armoniosa, en paz contigo mismo y con quienes te rodean; lo demás son valoraciones de distinción de rangos en el baremo social.
Igneo- y a ti ¿ cómo te va con tu familia, braulio?
Braulio- a serte sincero y teniendo en cuenta nuestra íntima amistad, te puedo decir sin lugar a la duda, que se puede calcar todo lo que tú has dicho y piensas sobre la tuya. Hemos llevado vidas paralelas y casi de idéntica orientación...






                                            DIÁLOGO DE ADULTOS MADUROS




Braulio
-ya tenemos cincuenta y cinco años, nuestros hijos son novios, estudian en la facultad de veterinaria el último año de carrera y a nosotros no nos va mal en el trabajo; nuestros padres han fallecido y sólo nos quedan nuestras madres que viven junto a nuestras esposas; no podemos quejarnos.
¿ cómo ves tú la situación actual de nuestra vida?
Igneo- la veo más cuajada, encarrilada hacia el tránsito de  la última etapa de nuestro marco vital.
Nuestras ilusiones merman a medida que los días te van mostrando la fragilidad eventual de nuestra existencia; se van amortiguando fuegos pasionales, antorchas emocionales que pugnaban por llenar nuestra vida de fuegos artificiales  que acaban apagándose y cayendo finalmente allí donde nacieron; la propia naturaleza va modelando esa angustia existencial- incansable por conocer los porqués y los comos- de manera sutil e imperceptible, de modo que ya no vives únicamente para pensar pensando.
Dejas que ese flujo vital penetre en ti e impregne tu alma de sosiego y permeabilidad, abrigando la intuición de que no es el mundo quien debe ser capturado por ti, sino al contrario, dejar que emane y se disperse por el orbe tu propia esencia espiritual y se funda con él como un todo; se trata de una entrega voluntaria, no de un secuestro.
Braulio- total, que nuestra vida cada vez alcanza un mayor grado de monotonía y menor capacidad de dinamismo creativo
Igneo- eso es cierto en lo que a la vida diaria se refiere; pero eso no es nuevo, viene desde que iniciamos nuestra andadura en el ámbito de la civilización humana, con sus hábitos y costumbres fuertemente arraigados. La diferencia, a nuestra edad, es que esa monotonía ya no se hace angustiosa, deseosa de romper reglas y crear algo nuevo cada día. Ahora, el trabajo se realiza con el cariño de saber que supone tu sustento, como fin en sí mismo por lo que te aporta y no como medio de realizaciones y ambiciones personales que sí estuvieron presentes a otra edad. Ahora sus frutos son tus frutos, su arte es tu arte, sin necesidad de ser proyectados hacia fuera con objeto de someterlos a la valoración social.
La primera vez que ves la nieve caer, quieres vestirte de blanco, dejar marcadas tus pisadas en ella, hacer bolas y lanzarlas al aire, construir, esculpir figuras con ella y admirarlas como obras tuyas de arte. Cuando has visto muchas nevadas, la observas desde tu ventana; blanca y refulgente, impregna tus sentidos de arte natural; y éste vuelve a ella como un todo único e inseparable. Ya no necesitas sentir su frío en tu mano para recibir, ante el empaño cristalino de tu ventana, la esencia de sus cualidades, que los moquillos sueltos de tu nariz, devuelven con una sonrisa.
Braulio- y ¿qué de nuestras familias?
Igneo- nuestras madres y nuestras mujeres están en edades complementarias; no son como madre e hija, pero su respeto mutuo y colaboración en el hogar, ayuda a estrechar lazos; las penas y alegrías compartidas hacen florecer el cariño, máxime, teniendo en común a dos generaciones, nosotros y nuestros hijos, que le otorgan la complicidad y la amistad. Por supuesto, estamos hablando de nuestro caso en concreto, pues suegras y nueras tienen fama por sus tensas relaciones.
En cuanto a nuestros hijos, que son novios, tienen la libertad que le concedimos de su realización personal, con todo nuestro apoyo, sin mimos pero con amor, para que sean responsables y humildes en su vida, sea cual sea el grado de éxito que adquieran en su relación social.
Cada cual tiene su personalidad, pero nosotros pusimos todo nuestro afecto, experiencia y nuestros valores de humildad y sencillez para educarlos sin forzar su voluntad o enfocarla según nuestros antojos; esto es lo que deseábamos para nosotros y a ellos les hemos dejado la libertad de decidirlo, dentro de los límites restrictivos que todo marco social impone. sólo les deseo lo mejor en su vida y que tus nietos sean mis nietos; por nuestra parte hemos hecho por ellos lo que mejor hemos sabido hacer. Sus propios pasos serán ahora los que trazarán su camino.
Braulio- creo que, hasta ahora, hemos tenido suerte en la vida.
Igneo- también un grado de ella, pero sobre todo nos han ayudado nuestra humildad y perseverancia, valores que pueden estar presentes en cualquier persona normal de la sociedad.
Braulio-¿ añoras mucho la juventud que quedó en el camino?
Igneo- conservo buenos recuerdos de ella; el camino de la vida puede ser multidireccional, para que escojas aquél que la intuición y la razón te señalen como el más adecuado para tu travesía vital, pero es un sendero proyectado hacia delante, presente y futuro, que no tiene vuelta atrás; es de un solo sentido y cada minuto que pasa, tu existencia va quedando atrás como algo que no te pertenece, es del sendero sobre el que has caminado; tus recuerdos son como una larga secuencia de tus pasos; pero es la ficción de una realidad que quedó en el espacio de un pasado igual de vivo que el presente, al que no podemos acceder. Incluso tengo la certeza de que no querría volver atrás si existiese tal posibilidad, no por temor a equivocarme, sino porque tengo la convicción de que la vida es soportable en el margen y trayecto de ese itinerario único...




                                                                                                         


                                    DIÁLOGO DE ANCIANOS



Braulio- aquí, sentados, junto a la orilla del mar y viendo a nuestros hijos y nietos jugando juntos a vaciar el mar en un hoyo y haciendo fortalezas de arena, con setenta y dos años sobre nuestras mochilas ¿ con quién crees que nos identificamos más, con los que enseñan a jugar- nuestros hijos- o con quienes inventan el juego- nuestros nietos?
Igneo- con los niños. Yo estaría de  muy buena gana y se me van los ojos detrás, aportando arena y agua para que ellos creen y reinventen el mundo a su manera; pero sabes que nuestros huesos, dolencias, poca flexibilidad y torpeza corporal, no nos permiten viajar a ese tiempo; aunque sí nuestro espíritu.
Llegada la vejez, es como si hubiésemos dado la vuelta al mundo con nuestro pesado fardo corporal y la agilidad de nuestro pensamiento, alcanzando finalmente el punto de partida; el cuerpo se haya exhausto, demolido; la mente, siempre expectante, curiosa y aventurera, también ha sufrido su desgaste; pero esta última, con toda la experiencia acumulada, se vuelve a colocar en la primera fase de la vida, la niñez.
Ahora ya no es nuestra mente la que nos aprisiona como en la edad adulta; es nuestro cuerpo quien no responde a la iniciativa de cogerlo todo, traspasarlo todo, como ocurre a los niños que aún no dominan su cuerpo y caen una y otra vez, aprendiendo a andar.
¿ no te has dado cuenta, al cruzar un charco o subir unas escaleras, cómo puedes fácilmente tropezar y caer? no sucede porque el cerebro calcule mal las distancias, sino porque el cuerpo no responde a la nueva y ágil disposición de la mente de niño.
Braulio- hombre, nuestros pensamientos ya no son los de un niño.
Igneo- ¿qué dices hombre? no te has fijado cuando hacemos círculo y nos ponemos a charlar, rumorear, sacar conjeturas en todo tipo de temas, mientras estamos sentados en el club de jubilados? son los mismos corrillos que organizábamos de niños en el colegio tratando de inventar nuevos juegos e idear nuevas palabras que no aparecían en el diccionario. Ya no hay rubor, ni vergüenza, arrepentimiento o complejo de culpabilidad en nuestro nuevo modo de sentir y ver la vida, como les ocurre a los niños, a no ser que sean dura y cruelmente amonestados.
¿ no ves el inmenso mar y esas olas que lamen la arena con un beso cordonado de espuma blanca?
yo siento la misma doble emoción infantil de sobrecogimiento por sus colosales dimensiones y, de libertad, deseo de aventura cuando sumerjo mi cuerpo en él y me acaricia como una madre reconforta en sus brazos el cuerpo de su bebé.
¿ no sientes envidia cuando ves a tu nieta lanzar pataditas a las olas y a mi nieto tirando caracolas mar adentro, desafiantes ante la enorme criatura que parece querer amenazar su independencia y libertad?
¿ no sientes celos de ellos cuando ves que han hecho las paces y sellado su alianza con el mar, mediante un promontorio de arena que el mar arrastra en cómplice acuerdo y luego chapotean y se divierten con las olas, con más atrevimiento del que corresponde a su edad?
¿ no ves, en contrate a nuestros hijos, que se sienten menos libres, más agarrotados, faltos de espontaneidad, calculadas posturas y movimientos, pendientes con el rabillo del ojo, la gente que los mira? esos son los paños que nosotros hemos perdido y ganado la desnudez y el vestido de arena húmeda que esponja la piel de los infantes.
Braulio- me estás haciendo sentir como un niño.
Igneo- el hombre y la mujer nunca dejan de serlo, siempre está en nuestro interior; unos lo reprimen con más fuerza para aparentar mayor madurez, hombría o femineidad, mayor fortaleza ante la vida; otros lo dejan que siga nadando en su superficie, animándoles la existencia.
En cualquier caso, llegada la vejez se da la contraposición, que también se da en los niños más pequeños, de sentir por un lado la inquietud, atrevimiento, libertad traviesa y juguetona de tu espíritu ; por el otro, el enclaustramiento en un cuerpo que no responde a tu flujo de independencia emancipada.
¿ no te has dado cuenta que nuestros hijos-fallecidas ya nuestras esposas en gloria de Dios-nos tratan como a sus propios hijos, dándonos un beso en la frente cuando estamos acostados, nos arropan con la misma dulzura y nos bañan- cuando no podemos solos por una dolencia- con el mismo primor y mimo, enjuagando nuestras partes intimas con la misma soltura que si estuviesen lavando las orejas?
Ellos saben que hemos vuelto al punto de partida inicial de la niñez, por nuestra forma de hablar, por nuestra forma de pensar traducida al lenguaje, por la compenetración exquisita con nuestros nietos, mientras jugamos con ellos y sus juguetes e inventamos frases que sólo nosotros conocemos...
Braulio¿ quieres que dibujemos el cielo y las estrellas en la arena de la playa? tú pintarás el cielo y yo las estrellas.
Igneo- yo siempre he preferido las estrellas, pero !vale¡ un abrazo de amigo para la eternidad...



 

                                         
                                            LOS ESPEJOS MÁGICOS




El Serral es un pueblo rústico, de calles estrechas y empinadas con casas en su mayor parte de construcción humilde, de una o dos plantas como máximo, a excepción de unas quince viviendas de tipo señorial, pertenecientes a las familias más acomodadas, es decir, propietarios de medianas explotaciones agrarias, comerciantes y banqueros; el pueblo, típico andaluz, es blanco como el propio encalado del que está pintado y se divisa rectangular y serpenteante desde las lomas de la sierra.
Posee una amplia iglesia románica, un centro hospitalario y dos colegios para primaria y secundaria; sus moradores no sobrepasan las quince mil almas y, éstas, como en todos los pueblos del mundo, tienen sus pros y sus contras, sus dichos y entredichos, sus algarabías y rencillas, pero en general es un ámbito apacible donde cada cual desarrolla su actividad, unos por cuenta propia como albañiles, carpinteros, electricistas... incluyendo a los terratenientes y gentes del trueque y la pecunia.
Las demás personas trabajan por cuenta ajena, principalmente en tareas agropecuarias, por lo que existe poco desempleo por no decir ninguno

Abelda es una fémina de treinta y cinco años, soltera, hija de un terrateniente, Morelio, viudo de la mujer que fue la más bella del pueblo, cuya pintura cuelga en el frontal del donjuán de su casa.
En ésta trabaja Carilia, como criada de la misma, cual tiene que soportar el carácter altivo, que siempre lo tuvo y el agrio y arrugado tras la muerte de su esposa hace cinco años, del padre de la familia, cual se reduce a la susodicha única hija, de natural irritable y vanidosa.
Carilia, de cincuenta y dos años, tiene que soportar los desvaríos, pero sobre todo los hábitos caprichosos y perfeccionistas de ambos; en las comidas, en la higiene personal, en su meticulosa y clásica forma de vestir, en sus exigencias a la hora de ataviar las camas, de mimar los muebles, del perfume de su ropa, del planchado, del aroma de los suelos y casa en general; amplia ésta, de gran salón, tres cuartos de baño y ocho habitaciones; además ha de abastecer la casa desde el supermercado más próximo. En fin, es una mujer que hace el trabajo de tres, aunque está bien pagada y no se deja amilanar, pues su carácter es tan fuerte e indomitable como el de los otros dos inquilinos, así que cuando se producen roces o desavenencias, las voces se oyen en todo el barrio.
Así, Carilia es quien lleva todo el engranaje de la casa; Morelio, de sesenta años, se levanta temprano y se marcha a la gestión de su finca; viene, almuerza y sale de nuevo hasta las seis de la tarde; luego se acicala y hace su ocio hasta las doce de la noche; cena ligera y a dormir en una habitación de la planta alta, donde también tiene una amplia sala su hija; la sirvienta tiene su dormitorio en la planta baja.

En este pueblo, todos se conocen y la convivencia pacífica se basa en el respeto mutuo y el reconocimiento diferencial de cada cual, con sus defectos y virtudes; por lo general, es un pueblo tolerante en las costumbres, aunque como toda villa que se precie, tiene sus propias comedillas, rumores, envidias y demás trasuntos del ego humano.
Abelda es bajita, metida en carnes, morena de ojos negros y algo chata, pómulos y barbilla anchos, de fuerte segmento óseo; en fin, es cariancha sin, demasía; sin ser guapa, tampoco es fea, teniendo su mayor atractivo en sus grandes ojos azabache, brillosos y penetrantes.
Ella se levanta hacia las diez de la mañana y se va a la finca de su padre a pasear junto a su mastín, perro de grandes dimensiones y algo agresivo. Vuelve una hora después y se encierra en su habitación, permaneciendo allí todo el día, excepto por las tardes- noche, cuando sale a tomar algo con sus escasas amigas, también solteras.
En dicha habitación se dedica a la lectura, pero sobre todo a su obsesión principal: mirarse en los múltiples espejos de cuerpo entero que tiene distribuidos por su espaciosa habitación.
Su complejo de inferioridad de bajita y poco agraciada, en contraste con su altiva vanidad, forman un cóctel corrosivo que han conformado en ella la paradójica situación enfermiza de querer sentirse superior a los demás, sobre todo en cuerpo; se peina, se despeina, se maquilla, se viste y desviste, se aúpa con altos tacones, se pone pinzas en la nariz para agudizar sus rebordes romos, se tortura con estrechas fajas para sentirse más delgada... Todo ello bajo la mirada compasiva de unos espejos trucados, graduados para que su figura aparezca más alta y delgada de lo normal y su rostro adopte una fisonomía  más oval que redonda. Dichas lunas fueron encargadas por su padre cuando apenas tenía quince años y fueron las culpables de su divorcio con los estudios, a pesar de su fina inteligencia; en su casa no hay un espejo que no esté manipulado y la criada lo sabe, pues apenas se reconoce en ellos.
En el pueblo, todos lo saben y lo respetan, pues admiten que es una enfermedad obsesiva; excepto uno, el camarero del bar que ella frecuenta, simpático, afectivo y enamorado de Abelda, algo que ella conoce y no le desagrada. Sericio es de complexión robusta y algo bajito, como ella, aunque de carácter más humilde y campechano; en fin, ellos han hecho sus paces y sus roces y él ya visita la casa de ella con la bendición del padre, deseoso de que su hija se case y le de los nietos que tanto anhela como herederos suyos y alegría de la casa.
El padre, a pesar de su carácter frío y altivo, no discrimina a las personas por su condición económica y tiene un trato cordial pero distante con todo el mundo; ello ha facilitado la relación entre su futuro yerno y él mismo, quienes han tramado acabar con la obsesión de los espejos de Abelda, sin retirárselos contra su voluntad, sino con una maquinación singular: idearon pegar un potente adhesivo de reacción lenta en la parte posterior central de los espejos, de modo, que pasada una hora, la fuerte contracción del pegamento resquebrajaría los espejos, derrumbándose éstos.
Así sucedió; en connivencia con la propia criada, Sericio entró en la casa a la hora del paseo del perro y realizó la operación, aguardando el resultado en una habitación colateral de escaso uso.
Abelda entró a su habitación tras el paseo matinal y se halló de nuevo frente a su imaginaria figura estilizada; no habían pasado quince minutos cuando comenzó a sentir pequeños crujidos por toda la habitación, observando como se abrían grietas por todos los espejos, desfigurando su cuerpo; desdoblándolo, duplicándolo, quebrantándolo, hasta difuminarse tras el desplome de todas las lunas al suelo; dio un grito y al abrir la puerta de la habitación se encontró un gran espejo con un bello enmarcado y sujeto a ambos lados por su novio y su padre; en el interior del mismo estaba escrita una frase: te queremos tal como eres; ella rompió a llorar abrazando a sus dos hombres agradecida.
Abelda tardó algún tiempo en superar su obsesión, pero finalmente llegó a aceptarse y autoestimarse tal como era. Los espejos mágicos desaparecieron para siempre de aquella casa...








                              EL BLASFEMO Y LA BEATA




Euladia- llega al supermercado y tráete, escúchame bien lo que te digo, no mires a las cabras mientras te hablo y ten una mínima educación hacia las personas, pues los animales ya saben mejor que yo como tratar a un baturro de encina
Eusebio- no fendas, quija Dios con los verdeles que te cosa la boca con espartos e hinojos.
Euladia- no masculles, matón de borrajas; atiende bien el recado y guarda tu memoria en el bolsillo junto a estas monedas; puerros, zanahorias, lomo de cerdo, harina y azúcar. Vueltecita rápida y no copees ni blasfemes a mis espaldas, pues Dios lo ve todo y oye mejor para contar a sus devotos fieles lo que traman y amasijan almas ateas y desheredadas como las tuya
Eusebio- chivato mal Dios qui conta chismajos a beatas de vela y florín, lengua de serpiente y piel de ortigas espinadas. Mandas a comprar lo único que no sembré en el huerto. Cebollas, ajos, berenjenas, lechugas, pimientos , tomates, patatas, melones, sandías, gloria hortelana y carne fresca de cabrito, flores y besos enamorados te regalo y me humillas demandando aquello que no puedo ofrecerte.
Alguna rabia vieja debe correr por tus venas para pisar aquellas manos que te adoran; mi Dios de la naturaleza es justo y no se le escapa nada; está en el barbecho de la tierra que cría hermosas y sanas plantas, en mis manos que siembran y en el sudor de mi frente; él no necesita velas como el tuyo, pero escucha mis ruegos y alumbra el parto de mis cabritillos. Es rudo como la tierra, pero sensible y bondadoso como las flores y frutos que nacen de ésta. Que él te perdone.
Euladia- !ay, Eusebio, por algo mis ojos enamorados se fijaron en los tuyos; hay un alma limpia en tu rudeza, un arroyo cristalino corre entre los peñascos afilados y groseros del carácter mostrenco y blasfemo de tu lengua. Espabila y entiende que mi Dios es el tuyo, pues no hay sino uno para toda la creación universal; yo te quiero como eres, pero ya te entiendo cuando entras a la sensiblería de mi espíritu para conducirme al atajo de la carne y la lujuria; eres porrino, pero astuto para el quiebre y el regateo.

Ciertamente, Adelaida se casó con Eusebio, hombre cerrado de mollera, pobre de solemnidad y huérfano, por un flagelazo amoroso que sacudió la entereza de sus cimientos y desdibujó sus esquemas mentales de erudito refinamiento en la educación y la moral católica.
Él era jardinero de su padre, en la gran mansión familiar campestre con amplias posesiones agrícolas; había aprendido jardinería en un horfanato de monjas, además de algunos conocimientos básicos del saber humano, pero sobre todo la sutil y delicada hipocresía con que las monjas se trataban entre sí y el rubor que provocaba en las más jóvenes, cuando tocaba sus manos con la excusa de aprender el tacto y el aroma de las flores y demás vegetales hortofrutícolas, cuyo trabajo desarrolló hasta los veinticuatro años de edad, percibiendo un sueldo de jornalero.
Se puede decir que fue un hombre cumplidor en su trabajo, respetuoso en su conducta cotidiana y poco hablador si no se le preguntaba o invitaba a la conversación. Torpe en sus maneras, pero intuitivo, analítico y astuto, estaba especialmente dotado para percibir el olor perturbador, para sus hormonas, que transmitía un cuerpo femenino en celo por muchas túnicas que llevara encima; de sus axilas, de su vagina, llegaba un olor mareante que le empinaba la pipeta y tenía que masturbarse a escondidas entre el follaje o en los servicios que olían a mujeres y alcanzaba el clímax con más regusto.
Pidió abandonar el convento sin dar una explicación convincente, pero la madre superiora lo había visto desde la ventana que daba al gran patio, mirar embobado a las monjas jovencitas, cavar con rabia la tierra, levantarse con la pernilera ensombrillada y dirigirse al servicio a desahogarse.
Ella comprendía su decisión de abandonar un jardín lleno de flores femeninas inaccesibles que torturaban su instinto masculino. Lo despidió como a un hijo, pues ella lo había solicitado y recuperado de la calle inmisericorde y lo recomendó a la familia de Euladia como trabajador cualificado, responsable y honesto.

Allí encontraron ambos, entre flores y hortalizas, el arraigo de un amor inseparable.
Adelaida había estudiado entre religiosas toda su vida y no entró a convento por el empeño de su padre en casarla con un hombre de alto linaje que le diera descendencia a través de su única hija.
Ésta era huérfana de madre y había conocido pocos hombres en su vida, era virgen y amaba el rudo y salvaje carácter de su padre, tozudo, pero sencillo y directo en el trato humano. Eusebio cayó como del cielo, pues simpatizó con el temple de Adolfo, contagiando a la exquisita candidez femenina de una beata de veintidós años, morenaza de cuerpo esculpido y ojos verdes que parecían calar más hondos de lo que realmente traspasaban, pues no supieron ver el trasfondo inculto, supersticioso y desconfiado de un hombre de mediana estatura, velludo en todo su cuerpo, animal más instintivo que racional, capaz de rastrear y perseguir a su presa varios kilómetros hasta darle caza.
Y así fue, olisqueó los jugos femeninos de Adelaida y no dormía, no comía, cavaba y confundía la herbacea buena con la mala, corrían regueros de agua desbordada por los surcos de los árboles frutales y se enfangaba en el barro hasta las rodillas, pidiendo auxilio para mirar suplicante a los ojos de su amada; acudían los sirvientes y ella a socorrerlo y él se aferraba a las piernas de ella sin pudor como si fueran las columnas del cielo.
La hembra se puso en celo y el olfato de Eusebio lo captó desde kilómetro; la cogió algo turbada, despistada, uno de los tantos días que su padre iba a la ciudad y la condujo al follaje del huerto, donde se pegaron un revolcón de crujido de huesos. Ella quedó embarazada, confesó a su padre y éste iba a disparar al truhán cuando ella puso su cuerpo y su alma enamorada por delante; fueron desterrados de la mansión y ubicados en una casa de labranza adqurida por Adolfo. Allí tuvieron su hijo y hoy viven en la esperanza de que su padre se digne visitar siquiera a su nieto.

Al llegar de la compra, Eusebio venía sonriente y con ojos brillosos; la lengua algo suelta y el plante de torero:
Eusebio ¿ cómo está mi bella esposa y la lumbre de mis ojos, el vástago de mi tronco, a quien su madre educa como a un príncipe? ¿ pongo las verduras en la despensa o vas a cocinarlas hoy?
No comprendo como has pasado de no saber freir un huevo a preparar platos tan exquisitos; eres la niña de mis ojos.
Adelaida- pues ábrelos bien y agudiza tus oídos; no quiero que llegues a esta casa oliendo a vino barato de taberna como pobre borracho que ha perdido el rumbo de su vida; sé que te quedas en el penúltimo escalón que conduce a los hombres y mujeres a perder el controlo sobre sí mismos a causa del alcohol. Odio ese elixir porque tuve que padecerlo viendo a mi madre cómo se consumía lentamente por una cirrosis, el desbarajuste que provocó en la vida de mi padre y en la mía, que vi desde niña a una mujer que decía ser mi madre y yo sentía como a un espantapájaros con vida propia, deshilachada, desligada de la más básica moral, perdida la dignidad y la decencia ante los demás y en sí misma, condenada a ser jinete fantasma de su propia irrealidad suicida...
Lo cogió del cuello de la camisa, mientras decía que depreciaba a un hombre apestando a alcohol, que se alejase del niño para no ensuciarlo con su aliento.
Eusebio- Quija a Dios, a los santos y a todas las vírgenes, que no te retuerzo el cuello como a gallina porque mamé de las tetas de mi madre la educación y el respeto a no levantar la mano a una mujer y cumpliré con ello aunque me sigas humillando y vapuleando como a juguete tuyo; blasfemó una y otra vez contra todo santo o reliquia que simbolizaban la religión y comenzó a cuartear y fragmentar figuras santificadas y ubicadas en una estantería a modo de altar.
Ella no pudo sufrir aquél sacrilegio, se cortó las venas de una muñeca con el cuchillo de cocina y el niño comenzó a gritar al ver la sangre.
Eusebio comprendió que sus hechos eran peor que maltratarla físicamente y se puso de rodillas llorando ante ella, con la promesa de que no probaría el alcohol, asistiría los domingos junto a ella y el niño a la iglesia  y repondría las imágenes sagradas, idénticas a las que había destrozado; la cogió con fuerza del brazo y la condujo al hospital en su furgoneta; fue curada y volvieron a casa junto al niño.
La sorpresa fue descomunal: vieron un gran coche aparcado en la cancela de entrada y el niño había abierto la puerta a su abuelo, instintivamente, sin conocerlo; su olor familiar y el tono de su voz le decían que era el padre de su madre, de quien ella le había hablado.
Adolfo se abrazó a su hija y yerno, llorando amargamente; su soberbia y testarudez, que no sus sentimientos, le habían cegado para impedirle venir antes a verlos.
Todos se disculparon y entraron a la casa a la hora del almuerzo. Adelaida contó a su padre que se había cortado tajando unas lechugas del huerto familiar y su padre les rogó que volvieran a la gran mansión, que sería suya junto a su herencia; vivirían desahogados y sin penurias y su hijo sería educado en el mejor colegio de la ciudad.
Adelaida- papá, yo elegí mi vida y no la cambiaré por lujos, holgazanería, fiestas galantes ni refinamientos culturales con el solo y vano propósito de presumir por ellos. Hemos de trabajar para vivir, tenemos nuestras necesidades cubiertas y quiero educar a mi hijo en la sencillez y humildad del pueblo sano y llano; cuando acabe la escuela del pueblo, él decidirá si quiere ingresar en la universidad da la ciudad o dedicarse a otra profesión.
Eusebio y yo, a pesar de algunos roces nos queremos, asistimos a misa todos los domingos juntos y pedimos a Dios por que no nos falte la salud y la paz espiritual en nuestra familia. No pedimos más.
En cuanto a ti, tienes nuestra casa abierta cuando quieras visitarnos y nosotros iremos a verte de vez en cuando. Tu fortuna puedes dedicarla a obras benéficas en favor de los pobres, te lo agradecerán con cariño y afecto y verás enriquecerse el espíritu de tu vejez ; a tu nito puedes dejarle una pequeña parte por si elige el futuro de un modesto negocio o profesión independiente. Tu salud veo que es buena y pediré a Dios para que así sea hasta el final de tu vida; no te preocupes, si necesitamos alguna ayuda, sabemos que estás deseoso de proporcionarla.
Eusebio se quedó embobado escuchando a su esposa, con ese brillo en los ojos que sólo se percibe desde el dulce fango del amor y la adoración...                            





                                              DEL AMOR Y OTRAS ARTES



Ambos amigos disfrutan un día de primavera templado, claro y azul; están dialogando sobre el verde prado, sentados bajo el ramaje de una gran encina, mientras observan el rebaño de cabras pastando con delicia sobre el manto de tiernas gramíneas.
Braulio- ¿ qué opinas sobre el arte que nace del ser humano?
Igneo- el arte es una copia de la naturaleza que contiene algo que ésta nos ha facilitado, como es la libertad creativa y el lenguaje universal. Es una de las facetas más loables de nuestra especie, una cualidad generalizada que se desarrolla desde la propia infancia y perdura durante toda nuestra vida; por supuesto, no todos somos un Velázquez o un Mozart, pero hay una predisposición a captar la simbología del lenguaje de la naturaleza- que los animales captan perfectamente- a través de nuestro sistema sensorial para fundirlo con la intuición y forjar así la matriz de donde nace la imaginación creativa.
El artista requiere de su experiencia en el mundo, una fina observación intuitiva y descarga emotiva sin prejuicios ni acotaciones mentales; al mismo margen de una racional realidad aplastante, el creador se proyecta fuera de sí mismo para sentirse autor y obra, fundidos ambos en un amor sin medida, en un espacio sin tiempo, armonía silenciosa, liviano sueño de inefables imágenes y diálogos internos...
Para despertar ambos sorprendidos; el autor mira su obra con asombro, es su primer admirador; la obra, complacida, siente a su autor, sabiéndose definitivamente parte integrante del mismo.
Atácame con tu fuerza, querido mar, arrastrado hasta la arena, volteado con tus olas a tu fondo, disuelto entre corrientes viajaré por el mundo , por todo tu mundo; disipado en tu brisa seré hielo en las cumbres y agua de lluvia que riega la vida de tus campos, porque todo aquello que roza tu brisa, tiene algo muy tuyo, siempre tuyo.
Este último retazo es ejemplo de que cualquiera, incluido un pastor improvisando, puede componer algo agradable al oído; no digamos ya lo que un genio inspirado puede hacer.
Y aquí va otra rimarada:
cómo pastan en el monte, en el llano, en las laderas,
mis benditas cabras lecheras;
parsimoniosas, taciturnas, ventean el trigo, la avena y el centeno;
manso redil, amigas de mi alma y compañeras del lucero;
qué bien sentáis a mi ánimo, triste, solitario y compungido.
Llega el sol hiriente, la tormenta, la lluvia, el trueno;
seguís luchando a diestro y siniestro, levantando al viento el oído
 y olfateando el peligro que acecha, siempre alerta, nunca ajeno.
Cuánto dais al mundo, vuestra leche, la lealtad amiga, vuestro ejemplo de paz y armonía...
Y vuestras cagarrutas, bendecidas por todos los barbechos que se precien de sabiduría.
Braulio- jaaaaaa  ja  ja ja ja ja ja ja, jaaaaaaa, ja ja ja ja ja  ah ah ah ah ah...
Igneo- cuidado, Braulio, que un ataque de risa prolongado puede estrecharte los bronquios
Braulio- ah ah ah ah ah... jaaaa ja ja ja ja ja ja ja  ahi ahi ahi,  jaaa ja ja ja ja ja jaaaa  jaaa ahi ahi ahi, se me saltan las lágrimas...
Braulio- a ver,¿ como concibes, qué descripción harías tu del amor ?
Igneo- cupido es un bandido sin escrúpulos que apunta fino y acierta siempre con sus dardos narcotizados; primero te secuestra emocionalmente para que pierdas tu libre albedrío, trastocando tu voluntad consciente, vulnera tu intimidad, deshaciéndola como harina de trigo, agudiza tus sentidos a niveles de un depredador, de manera que ilusoriamente te sientas fuerte y seguro de tí mismo para acometer la conquista de tu pareja, con análogo pronóstico al tuyo; finalmente, esos dardos invisibles, irradian una alta dosis de pasión en ambos cuerpos, de manera que no se verán libres de su fuego hasta no ser apagado con mucho colchón y unos buenos juegos de sábanas; es el objetivo último de la química inoculada para que no puedan vivir separados, al menos durante los primeros seis meses; luego se irá difuminando paulatinamente el fulgor provocado por el narcótico y volverán a los cauces normales de la cruda realidad.
Éste es el rostro más hermoso; la cara oculta, menos agradable, pero indispensable para mostrar que nuestro cupido es el verdadero y no un impostor, son los celos; éstos aparecen cuando la pareja está distanciada y haciendo su vida social por separado, y son resultado de la mutua creencia de posesión en exclusividad de tu otra parte. Los menores indicios o sospechas- ilusorios siempre, pues cuando se establece el amor es casi imposible la infidelidad- provocan un terremoto psiquico-fisiológico, traducido en un desasosiego generalizado que perturba todo el metabolismo corporal:
concentración nula, carácter agrio, presión arterial y pulsaciones elevadas, boca seca, bola de estómago, temblor fino de manos sudorosas, hasta lloriqueo desesperado.
En definitiva, se trata de una ansiedad agónica que te corroe por dentro sin poder controlarla en absoluto y se puede poner en la misma balanza de un síndrome de abstinencia por droga dura, como puede ser el alcohol, utilizado éste, en no pocas ocasiones, como remedio para sustraerse del estado angustiado celoso, con resultado letal, pues cuando pasa el efecto balsámico, vuelve el narcótido de cupido con su poder devastador más fortalecido
Braulio- parece que tú has pasado por esto, según la exactitud con que has explicado los síntomas más relevantes
Igneo- casi todos hemos pasado por ello, unos han sido correspondidos y han disfrutado los buenos momentos; otros hemos sido despechados y pasando por todo el pedragal lleno de abrojos, no hemos conseguido catar la liebre. éstos segundos son los más proclives a sumergirse en alcohol y parejas de salto y mata.
Braulio- ¿ qué te parece la mujer como persona y como hembra?
Igneo- como persona es igual al hombre, diferenciando unas cuantas cualidades o aptitudes innatas en ellas, como son una mayor intuición que el hombre, mayor agudeza y manejo de la inteligencia emocional, amplia persuasión y empatía en sus relaciones sociales, gran capacidad de análisis crítico...Destacando, sobre todo, su gran pragmatismo; allí donde el hombre es más sensible y posee mayor capacidad imaginativa, ella lo hace suyo y lo convierte en realidad; si el hombre idealiza, ella realiza; mientras el hombre está soñando con tener, ejemplo, una cabaña ganadera con su pozo, su verde prado, su huerto, sus árboles... y lo ve muy lejano, ella ya está sembrando lechugas y plantando gramíneas para el ganado  de la futura cabaña; mientras el hombre piensa como resolver varios problemas cotidianos de dudosa solución, ella se pone manos a la obra.
Como hembra, es un prodigio de la naturaleza y se me ponen todos los pelillos de punta al hablar sobre ellas; son seductoras por naturaleza, atrevidas por valor, insólitas e insondables, respetuosas y amables en el trato, aunque, si se dan por hablar entre ellas, pierden la noción del tiempo.
Añádase a ello su exquisito lenguaje corporal, sensual, armónico, sin estridencias: su arte en el baile de sus manos, su danza espontánea de caderas y piernas, su mirada penetrante y afilada, su enigmática sonrisa...En fin, para que queremos visitar el cosmos misterioso si lo tenemos entre nosotros; su cuerpo no tiene principio ni fin, curvas, contracurvas, elipses, esferas, espirales, hemisferios, eclipses con luz y oscuridad que pasan rápidamente de un estado a otro; hasta tienen su propio agujero negro, capaz de captar y mantener en circunvalación determinados cuerpos gravitacionales que pueden ser rechazados o succionados según convenga al equilibrio cósmico; lo que queda claro es que una vez hallas establecido contacto con el horizonte cosmológico femenino, el retorno es casi imposible.
Braulio- ¿ qué opinas del pueblo llano de nuestro tiempo?
Igneo- somos un colectivo aletargado, errante y disgregado; una masa de individuos aislados que tropiezan entre sí sin mirarse a los ojos, sin hablarse, sin compartir inquietudes, anhelos o expectativas de presente o futuro. Hemos perdido nuestra identidad como clase social que lucha con objetivos comunes compartidos, nuestra visión de pueblo sabio milenario; hemos sido engatusados, metidos en una ratonera por la clase política y los poderes fácticos que dirigen el mundo; entramos a este túnel sin salida por la gran puerta de la demoledora cultura consumista, para hacer de una sociedad solidaria y comprometida con sus avances de derechos, libertades y bienestar social, otra individualista, egoísta, desprendida, desmotivada de cualquier tipo de cohesión que mantenga alerta la guardia sobre las conquistas que heredamos de quienes nos precedieron, legadas bajo la premisa de una lucha social sin tregua contra la explotación laboral y la opresión jurídico- política y económica; se ha creado un hábito en nosotros que está pasando a ser costumbre y arraigando peligrosamente en nuestra mente colectiva; es el consumismo desenfrenado de bienes y artículos innecesarios y renunciables para llevar una vida digna, ética y económicamente sostenible.
La responsabilidad debe partir desde abajo, desde nosotros, pues ya sabemos que quienes dirigen todo el entramado de la alienación consumista, que puede pasar de costumbre a cultura consolidada, no cejarán en sus objetivos de seguir engordando- es como una droga- indefinidamente sus cajas fuertes, aunque sea a costa de la supervivencia general sobre el explotado, contaminado, maltratado planeta que nos presta la vida, nuestra querida tierra.
El sistema capitalista, que se nutre de todo ello, nos ha marcado entre ceja y ceja las pautas y ritmos de nuestras vidas mediante el consumismo irreflexivo, impulsado por la gran maquinaria mediática- publicitaria a gran escala. Éste es el gran tendón de aquiles del anonadamiento social; vivimos, luchamos, trabajamos para adquirir cada vez mayor proporción de bienes de consumo y poder mantenerlos.
El pueblo llano debemos acomodarnos a las necesidades más modestas para vivir con dignidad, sin deudas y libres de la ansiedad que ha generado en nosotros el sistema consumista; tendremos un equipaje más ligero, menos preocupaciones y más tiempo para pensar en nosotros mismos y en  nuestro cuerpo social, apabullado y manipulado por quienes quieren seguir propiciando la  desintegración popular, su atomización y posterior adoctrinamiento sobre los pesebres del consumo irracional.
Es de vital importancia la racionalidad responsable y las consecuencias favorables que conlleva para el ahorro de las propias familias y el gran respiro medio ambiental para nuestro singular ecosistema.
Braulio, debemos irnos, pues está oscureciendo y debo recoger el ganado.
Braulio - una última pregunta ¿ qué valoras más en una persona?
Igneo- la lealtad y la humildad
Baraulio- gracias, Igneo, hasta pronto.